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Santo Tomas


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2013  •  5.543 Palabras (23 Páginas)  •  263 Visitas

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El primer objetivo que se persigue es justificar por la sola vía de la exposición de unas cuantas ideas de Santo Tomás lo mucho que tiene que decir en cuanto a la justicia para la época moderna, que cree poder prescindir—sin detrimento para la verdad— , por el solo hecho de que su pensamiento fuera elaborado con tanta antelación

este encuentro, pues tiene miras muy distintas y —por qué no decirlo— distantes a las de quien les habla. Pero este factor, lejos de amilanarme, sirvió de impulso y estímulo para la redacción del breve trabajo a que daré lectura, porque, aun cuando el debate pueda ser difícil, debemos asumir la diversidad, condición indispensable de la tolerancia y la unidad. La tarea es indagar en las raíces de nuestras diferencias. Y esto no es en absoluto menos necesario que la búsqueda de caminos comunes entre las diversas corrientes de pensamiento. El tercer objetivo se relaciona con el tema propuesto. Si bien la amplitud y riqueza del pensamiento de Santo Tomás justificarían sobradamente el tratamiento de otras virtudes, la justicia tiene una significación de tal envergadura que puede enfrentar a las personas y mover las voluntades con inusitada fuerza y valor.

Por su parte, el propio Santo Tomás le otorga a esta virtud un sitial preferente dentro del contexto de las virtudes morales, respecto de las cuales tiene un carácter preeminente.

Debo sí advertir que, para abordarla con rigor, hubiese sido necesario profundizar diversas cuestiones tales como su objeto, sus elementos y características. Sin embargo, me aplicaré directamente al estudio de las diversas formas de la justicia propiamente tal. Ofreceré, en consecuencia, un panorama general sobre dichas formas.

Recordemos que la justicia consistirá en "el hábito virtuoso de la voluntad por el cual somos inclinados con firmeza y constancia a dar a cada uno su derecho".

La justicia aspirará a dar a cada uno, a cada otro, lo que le pertenece, en igualdad. Pero surge de inmediato una pregunta clave: ¿Quién es ese otro? Pues bien, ese otro puede ser una persona humana considerada en particular, o la comunidad de la cual formamos parte. De allí que la justicia se ocupe de regular un triple orden: el de las partes al todo; el de la comunidad a las personas, y el de una persona a otra. Intentaremos mostrar cómo esta triple dimensión será reglada

por una misma virtud, para cuyo efecto nos ceñiremos al plan del propio Santo Tomás distinguiendo la justicia general de la particular, estableciendo las especies que de la última de las señaladas existen, es decir, la justicia distributiva y conmutativa.

La Justicia General o Legal A fin de obtener una justa comprensión de la misma, formularé diversos alcances relativos a la inserción del hombre en la sociedad.

La primera reflexión está referida a la necesidad que experimenta la persona humana de vivir en sociedad, lo que parece obedecer a ciertos rasgos que le son consubstanciales. Santo Tomás abunda en comentarios demostrativos de dicho aserto.

Por lo demás, la historia de la humanidad refleja cómo el hombre "en todos los tiempos y todas las latitudes, ha formado núcleos compactos y suficientemente desarrollados para constituir una sociedad civil perfecta, con sus leyes o sus costumbres y con su autoridad correspondiente". se puede entonces concluir que es propio del hombre vivir en sociedad. Sin embargo, precisemos la cuestión.

Podemos mencionar, a lo menos, dos razones que explican el fenómeno. Por una parte, su pertenencia a la sociedad, tiene origen en el hecho de que, no obstante ser persona, está sujeto a un cúmulo de necesidades, que no puede satisfacer aisladamente. Debido a ello, es propio afirmar que es un ser indigente, debiendo recurrir a los otros, para la satisfacción de las mismas.

Por la otra, el hombre tiende naturalmente a la comunidad, simplemente en virtud de que es persona y es propio de la naturaleza de las personas, en razón de ser inteligentes y libres, el sobreabundar en conocimientos y amor, y tender a la comunicación de ese conocimiento y amor, no atesorándolos para sí mismas, siendo así impulsadas a la relación con los otros.

En consecuencia, hay por lo menos una doble explicación en cuanto al porqué el hombre requiere vivir en sociedad: su indigencia y la urgencia que tiene de amar y comunicarse.

En seguida, y sobre la base de los supuestos precedentemente señalados, debemos agregar que forma parte de ella, siendo en rigor una parte. Ahora bien; sabemos que la parte está ordenada al todo (y en definitiva al bien común que constituye el fin del todo, atendido lo cual —como quedará establecido posteriormente— debe estar a su servicio), pues es evidente que "hay más en el todo que en cada una de las partes".

Lo anterior es de una perfecta lógica, precisando, empero, ser bien entendido, pues existe el peligro cierto —si se concibe lo enunciado de manera simplista— de minimizar la condición del hombre. Es por ello que, junto con afirmar que la de Santo Tomás es una doctrina de la primacía del bien común, debemos decir que bien es esencialmente humano, estando destinado al servicio de la persona. No comprenderlo así, puede arrastrar a equivocadas conclusiones y dramáticas consecuencias. No es superfluo, por lo tanto, poner el acento en este aspecto.

En torno a esto se impone recordar que, si bien "cada persona individual es a la comunidad como la parte al todo el hombre no está ordenado a la sociedad política en su totalidad y en todas Advirtamos, en consecuencia, que la persona, en cuanto es parte de ella, está subordinada al bien del todo, pero no según todo lo que habita en su ser, pues hay en ella realidades que son superiores a la sociedad política.

Es oportuno al respecto poner de manifiesto que el bien común "no se mantiene en su verdadera naturaleza si no respeta aquello que es superior a él; si no está subordinado, no como puro medio sino como un fin infravalente, al orden de los bienes eternos y a los valores supratemporales de los que depende la vida humana".

Sin olvidar que la persona humana según algunos de sus caracteres está por encima de la sociedad, podemos concluir que el hombre es parte de ella, y en cuanto es parte, debe estarle subordinada, del mismo modo en que el bien privado lo está en relación al bien común.

Lo hasta aquí puntualizado permite una aproximación más segura a las exigencias que la comunidad puede imponer a sus miembros. Aunque, de paso, podemos anotar que siendo "connatural a la parte amar más que a sí misma el todo al cual ella pertenece, de preferir el bien común a su bien propio

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