Serenata A La Consciencia
Enviado por JeanPaul55 • 5 de Noviembre de 2014 • 1.250 Palabras (5 Páginas) • 194 Visitas
Serenata a la conciencia
Todos los seres humanos tienen conciencia. Por conciencia entiendo no esa voz que nos dice qué debemos y qué no debemos hacer en este o aquel acontecimiento, sino el espacio en nuestro interior de donde proviene nuestra capacidad de percatarnos cuál es la realidad que nos circunda y que ante ésta nos señala la equilibrada disposición a preferir la virtud y que por lo tanto está capacitada para evidenciarnos el error.
Y la llamo espacio porque considero que allí están depositados (como si la conciencia fuese un receptáculo) todas las experiencias vividas, no desde una perspectiva superflua, vaga, vana; sino desde una profunda reflexión y meditación, que por tanto hace ver que nuestra existencia toma esta o aquella dirección. La conciencia es conocer el entorno, conocer la caducidad, conocer las limitaciones, conocer la angustia: estar en el aquí y ahora a sabiendas que nuestra estructura mental y física conviven en una misma materia que existe ante todo en una sociedad formada por muchos existentes, que tienen también conciencia.
La conciencia es sin duda alguna una gran ayuda, cooperación para el alma. No es algo meramente físico, sensible, corpóreo; pero tampoco escapa a esta realidad tangible sino que de ella se sirve claramente para conocer, sin embargo, este conocimiento que adquiere ya por los sentidos, ya por la razón, es depositado en la conciencia que juega el papel de balancear, según la disposición de cada quien, de poder guiarnos al realismo. Y digo realismo porque no puedo escabullirme a estos pies de tierra que van por el camino. Es decir, no trato aquí de temas metafísicos, sino de una reflexión propia que nace de la inmensa riqueza que es estar vivo y de la inmensa duda que provoca el misterio trágico de la muerte, y todo lo que de este razonamiento se deriva.
Por tanto, Serenata a la conciencia viene a ser un ensayo – si realmente lo fuese – proveniente de una gran necesidad de mi existir, que ante el entorno se siente comprometido a visualizar no el futuro, sino el presente de nuestra raza. Los ojos de mis hermanos y hermanas, humanos y sensibles, pensantes y caducos como lo soy yo, reflejan hoy en día una inmensa superficialidad. Las relaciones interpersonales, la reflexión, la forma de existir, ser y estar en la sociedad, los valores, los sueños, las metas; todo está embadurnado del color de la superficialidad. Hoy en día todo se maneja por dinero, por modas y por un oscuro deseo de poder y beneficiar el interés propio.
Todo esto tiene adormecida a la conciencia, porque el ser humano ha aprendido a existir sin ella. Todos apenas sobreviven, pero tampoco se ponen a pensar en su muerte, en su fin pues no creen necesaria tal reflexión, sino que la consideran por demás pesimista, como de por sí se me ha tildado ya muchas veces. Pesimismo, sin embargo, no es lo mismo que realismo. Las cosas puede que sean y puede que no sean. Es la ley de la existencia. No hay más allá, y por crudo que suene a los oídos de la sensibilidad es así, todos los saben, mas todos hacen caso omiso a esta meditación.
Es aquí donde hallo una diferencia: ignorancia inconsciente e ignorancia consciente. La primera, es aquella ignorancia que nace precisamente de no conocer los acontecimientos ni el por qué se originan. Es no saber esto o aquello. Por ejemplo, un niño, por lo general, no sabe que tiene que morir, ni sabe que es la muerte. Alguien que nunca ha visto un ejercicio matemático está incapacitado tan siquiera a imaginarlo, muchos menos a resolverlo.
En su lugar, la ignorancia consciente
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