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Socialismo De Estado Y Anarquismo: En Qué Coinciden Y En Qué Difieren


Enviado por   •  5 de Junio de 2014  •  6.529 Palabras (27 Páginas)  •  157 Visitas

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Probablemente, ningún movimiento de agitación ha conseguido nunca tal número de sus adherentes o ha gozado de un área de influencia tan amplia como el socialismo moderno, siendo al mismo tiempo tan poco y tan mal entendido, no sólo por los hostiles y los indiferentes, sino también por los simpatizantes e incluso por la gran mayoría de sus adherentes. Esta situación, tan desafortunada como peligrosa, es en parte debida al hecho de que las relaciones humanas que este movimiento -si algo tan caótico puede ser llamado movimiento- busca transformar, no son las de una sola clase o clases especiales, sino literalmente las de toda la humanidad; en parte también a que estas relaciones son de una naturaleza infinitamente más variada y compleja que aquellas con las que se ha ocupado cualquier otro movimiento de reforma política; y también en parte al hecho que las grandes fuerzas formadoras de la sociedad, los canales de información y de educación, están casi exclusivamente bajo el control de aquellos cuyos intereses pecuniarios inmediatos están en antagonismo con la más básica reclamación del socialismo: que el trabajador debe convertirse en dueño de su propio trabajo.

Se puede decir que casi las únicas personas que comprenden, aunque sea de un modo aproximado, el significado, los principios y los propósitos del socialismo son los dirigentes principales de los sectores extremos de las fuerzas sociales, y quizás unos pocos de los mismos magnates financieros. Es un tema que últimamente se ha puesto bastante de moda entre predicadores, profesores y escritores de a centavo y éstos han hecho, en su mayor parte, un trabajo tan horrible con ello, que suelen provocar la burla y el desprecio de aquellos competentes para juzgar. Es evidente que las personas prominentes en las tendencia socialistas intermedias no entiendan completamente de qué se tratan los postulados que defienden ni los objetivos a que aspiran. Si realmente los comprendieran, si pensaran de manera coherente y lógica o si fueran lo que los franceses llaman hombres consequent, haría mucho que su razón les hubiera hecho inclinarse a uno u otro extremo.

Es curioso que los dos extremos del vasto contingente que nos ocupa, aunque unidos, como hemos mencionado antes, por la causa común de que el trabajador entre en posesión de sus propios medios, están, sin embargo, más diametralmente opuestos entre sí en sus principios fundamentales de acción social y en sus métodos para alcanzar los objetivos proclamados, que lo están cada uno de ellos frente a su enemigo común, la sociedad actual. Esta oposición diametral está basada en dos principios cuyos conflictos son tan antiguos como la historia del mundo desde que el hombre apareció en él; y todos los demás sectores, incluyendo a los defensores de la actual sociedad, se sitúan en un punto intermedio entre estos dos principios. Está claro entonces que cualquier oposición inteligente y profunda al orden establecido debe proceder de uno u otro de estos dos extremos, pues cualquier alternativa de otra fuente, en lugar de tener un carácter revolucionario, sólo podrá ser una modificación superficial, totalmente incapaz de atraer hacia sí el grado de atención actualmente concedido al socialismo moderno.

Los dos principios a los que nos referimos son los de Autoridad y Libertad, y los nombres de las dos escuelas de pensamiento socialista que sin reservas y totalmente representan al uno y al otro son, respectivamente, el Socialismo de Estado y el Anarquismo. Aquel que sabe qué quieren estas dos escuelas y cómo se proponen conseguirlo entiende al movimiento socialista. Pues, del mismo modo que se ha dicho que no existe un camino intermedio entre Roma y la Razón, también se puede decir que no hay un camino intermedio entre el Socialismo de Estado y el Anarquismo. Hay de hecho, dos corrientes fluyendo sostenidamente desde el centro de las fuerzas socialistas y que se están concentrando a la derecha y a la izquierda; y si el socialismo llega a prevalecer, una de las posibilidades es que, después que este movimiento de separación se haya completado y el orden existente haya sido aplastado entre los dos campos, el último y más amargo conflicto esté todavía por llegar. En ese caso, todos los hombres de las 8 horas, todos los sindicalistas, todos los Caballeros del Trabajo, todos los que apoyan la nacionalización de la tierra, todos los militantes del Partido "Greenbank", y, en resumen, todos los miembros de los mil y un diversos batallones que integran el gran ejército del Trabajo, deberán desertar de sus antiguos puestos, y, habiéndose colocado a un lado o el otro, comenzará la gran batalla. Establecer lo que significaría una victoria total del Anarquismo o una victoria total del Socialismo de Estado, es el propósito de este artículo.

Para hacer esto de una manera clara, sin embargo, debo primero describir los rasgos comunes de ambos, aquellos que hacen que llamemos a ambos Socialistas.

Los principios económicos del Socialismo Moderno son una deducción lógica del principio expuesto por Adam Smith en los primeros capítulos de su "Riqueza de las Naciones": que el trabajo es la verdadera medida del precio. Pero Adam Smith, después de haber establecido este principio de la manera más clara y concisa, lo abandonó para dedicarse a mostrar cómo realmente se establecen los precios y cómo, por lo tanto, la riqueza es distribuida en la actualidad. Desde sus días casi todos los economistas políticos han seguido su ejemplo y limitado su función a la descripción de la sociedad tal como es, en sus fases industrial y comercial. El Socialismo, por el contrario, extiende sus funciones a la descripción de la sociedad tal como debe ser, y al descubrimiento de los medios necesarios para lograr este objetivo. Medio siglo o después de que Smith enunciara este principio, el Socialismo lo tomó donde él lo había abandonado y, al llevarlo hasta sus últimas consecuencias lógicas, lo convirtió en la base de una nueva filosofía económica.

Esta labor parece haber sido realizada en forma independiente y por tres hombres diferentes, de tres diferentes nacionalidades, en tres diferentes idiomas: Josiah Warren, un norteamericano; Pierre J. Proudhon, un francés y Karl Marx, un judío alemán. Que Warren y Proudhon llegaron a sus conclusiones por su cuenta y sin ayuda, está comprobado; pero no es seguro que Marx no esté en deuda con Proudhon por sus ideas económicas. Sin embargo, aunque fuera así, la presentación que Marx hizo de sus teorías fue en tantos aspectos tan peculiar y propia, que es justo que se le reconozca su originalidad. Que el trabajo de este interesante trío haya sido hecho casi simultáneamente parece indicar que el Socialismo estaba en el ambiente, que la época estaba madura y la condiciones

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