Superacion Personal
Enviado por biosoto • 25 de Agosto de 2014 • 1.399 Palabras (6 Páginas) • 262 Visitas
04 COMUNICACIÓ VISUAL A L'ENTORN DEL DISSENY. D'ARQUITECTURA I URBANISME, 1990
Teoría estética y medios de masas
FRANCISCO JAVIER DE MELO
Hoy es bien sabido que los valores estéticos no son algo absoluto, sino que están estrechamente relacionados con la situación histórico-social en la que surgen. Reflejan crítica o sumisamente el contexto económico, ético, artístico, etc., en el que están insertados. Son, así, frutos de una verdad epocal y no eterna.
El delimitar qué sea o no propio para engrosar la categoría de valor estético se convierte, en este sentido, en una tarea presta a la polémica desde el momento en que se acepta la historicidad hermenéutica del mismo concepto de valor estético. Y esto es lo que sucede con el intento de establecer la artisticidad de los medios icónicos de comunicación de masas: la polémica se aúna consustancialmente al desarrollo de estos medios desde su mismo nacimiento.
Primero fue la fotografía, luego el cartel, el cine, los comics, más tarde la televisión y ahora el video y el ordenador: la historia de todos estos medios ha estado jalonada por los enfrentamientos entre quienes admiten sus potencialidades artísticas y sus posibilidades de crear un producto de estética notable y no desvirtuada, y quienes, por el contrario, sólo ven en ellos el triunfo de la vulgaridad y la canalización del verdadero arte, lo que nos sume en la más burda de las subculturas.
En la actualidad la disputa parece haber remitido de los estruendos de no hace muchos años, y es que hoy el debilitamiento de las posturas enfrentadas se impone en todos los ámbitos como tributo al nuevo orden de lo posmoderno. Éste, según Lipovetsky, tiene como objeto
el relajamiento del espacio artístico paralelamente a una sociedad en que las ideologías duras ya no entran, donde las instituciones buscan la opción y la participación, donde papeles e identidades se confunden, donde el individuo es flotante y tolerante.
Hoy el arte, la moda, la publicidad o el diseño no se distinguen radicalmente, se dan entremezclados y son consumidos sin exigencias de pureza de origen. La obra de arte ha perdido a estas alturas su carácter especial, vehiculador de experiencias casi místicas y portador de valores esenciales. Su unicidad y su genialidad ya no son hechos fundamentales a considerar en la era de la reproducción masiva. A este estado de cosas ha contribuido, sin duda, el acelerado progreso tecnológico y la ingente proliferación comunicativa, obra de los mass media.
Sirva esto como esbozo a nuestra situación presente, en cuyo análisis insistiremos luego. Antes es oportuno realizar un repaso de ese enfrentamiento al que hacíamos referencia más arribar entre quienes abrieron las puertas de la estética a la cultura icónica de masas y quienes se negaron a ello defendiendo aristocráticamente la significación del arte tradicional.
Durante el siglo XIX, la creciente industrialización y el avance de las técnicas relacionadas con la producción cultural de masas (litografía, cámara fotográfica, rotativas, fotograbado, etc.) hicieron que el número de imágenes por habitante aumentase de modo considerable respecto a siglos anteriores. El proceso de densificación iconográfica había logrado hacer cambiar el valor de las imágenes: de un ritual destinado a la contemplación de unos pocos habían pasado a convertirse en algo accesible a la mayoría. Ello conllevó un cambio profundo en la forma de percibir la imagen y consiguientemente una nueva manera de acercarse y ver la obra de arte. Es de sobra conocida la repercusión de la naciente fotografía sobre los pintores impresionistas y cómo a partir de los cambios suscitados por éstos en el tratamiento de la luz y el color nuevos movimientos pictóricos darían al traste, a comienzos del siglo xx, con la pintura tradicional, originando las diversas vanguardias. Algunas de las más importantes de estas últimas, como el Futurismo, el Surrealismo, el Expresionismo o el Cubismo, tuvieron una estrecha y creativa relación con un nuevo medio de expresión masivo que alcanzaba su mayoría de edad por entonces: el cine. Si hasta ese momento las masas habían ido accediendo gradualmente al consumo de imágenes de un modo, más que social, individual (la fotografía, el cartel, la historieta no permiten aglomeraciones instantáneas, temporal y espacialmente, en su contemplación), las condiciones de la exhibición cinematográfica
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