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Teoría De Las Necesidades Humanas. Len Doyal & Ian Gough


Enviado por   •  10 de Junio de 2014  •  14.289 Palabras (58 Páginas)  •  1.447 Visitas

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Índice

I. EL RELATIVISMO Y EL PROBLEMA DE LAS NECESIDADES HUMANAS 2

1. NECESIDADES HUMANAS: ¿PARA QUIÉN? 2

2. LA INEVITABILIDAD DE LAS NECESIDADES HUMANAS. 4

3. LA GRAMÁTICA DE LAS NECESIDADES. 6

II. TEORÍA DE LAS NECESIDADES HUMANAS. 8

4. SALUD FÍSICA Y AUTONOMÍA: NECESIDADES BÁSICAS DE LA PERSONA. 8

5. CONDICIONES SOCIALES PREVIAS PARA LA SATISFACCIÓN DE NECESIDADES BÁSICAS. 11

6. LA LIBERACIÓN HUMANA Y EL DERECHO A LA SATISFACCIÓN DE LAS NECESIDADES. 11

7. LA OPTIMACIÓN TEÓRICA DE LA SATISFACCIÓN DE LAS NECESIDADES. 12

III. LAS NECESIDADES HUMANAS EN LA PRÁCTICA. 14

8. LA ESTIMACIÓN DE LA SATISFACCIÓN DE NECESIDADES. 14

9. SALUD FÍSICA Y AUTONOMÍA. 16

10. NECESIDADES INTERMEDIAS. 19

11. CONDICIONES SOCIALES PREVIAS PARA LA OPTIMIZACIÓN DE LA SATISFACCIÓN DE NECESIDADES: 22

12. TRAZAS DE BIENESTAR HUMANO: LA SATISFACCIÓN DE NECESIDADES EN LOS TRES MUNDOS. 26

IV. POLÍTICAS SOBRE LAS NECESIDADES HUMANAS. 27

13. HACIA UNA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA SATISFACCIÓN DE NECESIDADES. 27

14. UNA ESTRATEGIA DUAL. 28

I. EL RELATIVISMO Y EL PROBLEMA DE LAS NECESIDADES HUMANAS

1. NECESIDADES HUMANAS: ¿PARA QUIÉN?

Existe sin duda un abuso en lo que refiere al uso del concepto de necesidades humanas objetivas y universales, y parece extenderse con fuerza la tendencia a afirmar que es moralmente más seguro e intelectualmente más coherente equiparar las necesidades con las preferencias subjetivas; que sólo los individuos están capacitados para decidir a qué fines desean atribuir una prioridad como para considerarlos necesidades. Frente a esta clase de relativismo imperante en lo que refiere al ámbito de las necesidades humanas, Doyal y Gough oponen una nueva formulación en la teorización del problema que permita demostrar lo que para ellos es imprescindible en el desarrollo de la vida practica y política, a saber, que todos tenemos las mismas necesidades básicas.

Para la economía ortodoxa, la “objetividad” de las necesidades es siempre sospechosa, en su concepción de las necesidades en tanto que preferencias, la idea de necesidad no significa nada más que una preferencia compartida por muchas personas que demandan al gobierno un reconocimiento social y una atención especial para estas.

La economía ortodoxa del bienestar postula bajo dos principios fundamentales el rechazo de una idea objetiva y universal respecto de las necesidades; el primero de ellos refiere a una concepción subjetiva de los intereses, a la premisa de que es el individuo la única autoridad capaz de determinar lo correcto de sus intereses, de sus aspiraciones; de este se deriva el segundo principio que aboga por la soberanía privada : lo que hay que producir y el modo de producirlo y distribuirlo deben determinarlo el consumo privado y las preferencias de trabajo de los individuos.

Estos principios llevan no solo a la falta de atención por parte de la economía neoclásica al concepto de necesidades sino que en su desarrollo práctico opera basándose en el pensamiento utilitario y equiparando bienestar con el consumo de bienes.

Esta equiparación de necesidades con preferencias se relaciona estrechamente con las argumentaciones de la nueva derecha sobre la peligrosidad de las necesidades. Si el estado tiene derecho a dictar por ley a los individuos lo que necesitan, se hace inevitable la caída en el autoritarismo; así para evitar este riesgo lo conveniente es recurrir al mercado y no al estado de bienestar en la búsqueda de un método moralmente superior y más efectivo en lo que refiere al reparto de recursos y a la definición de objetivos.

No es de extrañar que los partidarios del capitalismo subscriban este tipo de concepciones; sin embargo sí sorprende el abrazo al relativismo cultural por parte de un sector del socialismo.

Por un lado, es incuestionable que Marx creía en la existencia de necesidades humanas objetivas; por otro, también afirmaba que los aspectos económicos del medio social eran con diferencia los más relevantes en la configuración de la identidad como ser humano. Si sus condiciones difieren, también diferirá la concepción del individuo, lo que significa que lo que cada individuo entiende por necesidades diferirá asimismo de manera muy profunda por las mismas razones. La visión del marxismo relativiza las necesidades humanas en el sentido de que rechaza la posibilidad de concebirlas como universales concibiéndolas siempre en tanto que históricas, es decir, las necesidades humanas son socialmente relativas y estipulan únicamente lo que algunos grupos humanos prefieren y otros no. Así, cualquier tentativa de una cultura o grupo social de imponer su concepto de necesidades básicas a cualquier otra no es más que imperialismo cultural, la busca de los intereses de grupos específicos.

Esta preocupación por el imperialismo cultural y principalmente la critica a este, han conducido a una concepción de las necesidades en tanto que específicas del grupo, esta argumentación se desplaza de la equiparación de las necesidades a las preferencias soberanas del individuo, a la aceptación de que las necesidades objetivas existen, pero son de una clase que solo puede ser determinada por grupos oprimidos específicos. Se alegan pretensiones de verdad entorno a las necesidades humanas, pero la verdad se percibe de forma variable según el grupo; lo que en un principio parece una aceptación de las necesidades objetivas de grupos específicos, termina degenerando en un subjetivismo de índole más colectiva que individual que refiere siempre a “relativismos de grupo”.

Algunos críticos sociales contemporáneos rechazan el individualismo o los determinismos que venimos considerando, interesándose por reformas democráticas radicales. La identidad individual y por tanto los límites de la elección individual deben entenderse como algo que dimana del entorno social; es por esto, que en lo que respecta a la identificación de las necesidades humanas, la importancia recae en la interacción social y no en los individuos o grupos aislados. Por otro lado se rechaza la idea de valorar diferentes estructuras sociales en base a sus éxitos en la satisfacción de necesidades. Partiendo de la idea de que los “intereses” son un producto social y no existen independientemente de la conciencia de los agentes que son sus portadores; las necesidades se perciben en tanto que incorporadas a la “posición discursiva” variable según la cultura. Estas posturas reconocen que las necesidades son discursivas y encuentran ciertas limitaciones objetivas en la atribución de necesidades humanas pero nada dicen al respecto de su universalidad.

Finalmente, la fenomenología

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