The Emptiness. Una historia contada a través de los manuscritos de un artista
Enviado por VicDxReAlesana • 21 de Noviembre de 2012 • 6.253 Palabras (26 Páginas) • 511 Visitas
The Emptiness
Una historia contada a través de los manuscritos
de un artista.
Prólogo: Te entregue el puñal y mi corazón.
Su fresco rubor se agotó como la sangre de sus venas sobre el lecho en el cual ella esta tendida. Una imagen tan repulsiva para contemplar, pero de algún modo enfermizo sólo pareció realzar su exquisita belleza, como un lirio sobre una tumba. Hoy es 16 de abril de 1898. Soy un artista de diseño que vive en una pequeña ciudad llamada Slough, que está situada a diecinueve millas al oeste de Charing Cross por las afueras de Greater London. Estoy aquí para contarte una historia. Una historia que atormentará tu mente de día y envenenará tus sueños de noche. Y aunque haré todo lo posible, no hay palabras escritas ni pinceladas puestas sobre el lienzo que puedan describir la maldad y el horror de aquella noche en la que Annabel murió. El vacío te atormentará…
Capítulo I: Unos ojos vacíos revelan un rostro perverso.
Mis ojos se abren por el escozor de la luz del sol. Algo está mal. No sientes que reina la maldad cuando te despiertas de un mal sueño, pero algo realmente está mal. Una sensación de pánico y de desesperación recorre por mis venas con tal rapidez que salto de la cama sin considerar que inevitablemente mi cabeza se golpeará con el soporte de mi cama. ¿Qué es ese olor? Es tan extraño. La única cosa que reconozco es el aroma de Annabel, pero es como si algo completamente podrido ocultara su habitual fragancia seductora. ¿Por qué tiemblo? ¿Estoy equivocado con respecto a lo del sueño? Quizás estoy atrapado en los últimos segundos de una pesadilla tan horrorosa que aún permanezco de pie despierto y no puedo escapar de su aprehensión. Un sorbo de agua y un momento para encontrarme a mí mismo debería ayudarme a unir las piezas. ¿Dónde estuve anoche? ¿Qué hice? Recuerdo la cena, bebidas, risas. Recuerdo que hice el amor con Annabel. Recuerdo que pinte. Sí, mi bosquejo, mi última obra maestra. Oh, no puedo esperar a que mi dulce amor vea mi mejor logro hasta ahora. Esto lo hice por ella. Yo debería despertarla, estoy demasiado ansioso como para dejar que su sueño se prolongue.
Tiendo la mano con cuidado para sacar a Annabel de su sueño y descubro que mis manos están cubiertas de sangre. El olor, el estremecimiento, el pánico. Contra mi voluntad, giro y veo la horrorosa escena en la cama donde dormí. La áspera realidad que estoy viendo me cubre mientras caigo gritando de rodillas, llorando, sintiendo náuseas. Esto no puede estar pasando. Aún estoy dormido, nunca desperté. Avanzaré lentamente hacia la cama, estrecharé entre mis brazos a mi dulce Annabel, y en las señales del amanecer acariciare suavemente sus labios. Con toda mi fuerza me tiro en la cama y muevo suavemente a la mujer con la que he compartido siete años de mi vida. Ese fue el momento en que con mucho dolor noté la belleza angelical de sus ojos. Tan sosegados, tan compasivos, y ahora aparentemente infinitos, aún perfectos. Su lozana piel encendida, ahora se ahoga en un charco de color carmesí.
No estoy seguro que atrajo mi atención hacia el espejo sobre la pared. No estoy diciendo que si no hubiera reflexionado sobre la funesta mañana las cosas al final habrían sido distintas. Todo lo que sé es que hasta el día en que muera nunca volveré a dormir. En la revelación del misterio después de las últimas horas de vida de Annabel, el viejo y quebrado espejo que ha estado colgado en mi cuarto hasta donde puedo recordar mostró algo absolutamente claro. Yo, el Artista, maté al único amor que alguna vez conocí, Annabel.
Capítulo II: Sudorosas manos fallarán al cerrar la puerta.
Un espejo nunca miente. Ellos lo saben. Todos lo saben. ¿No ves lo que ellos ven? Un espejo nunca miente. Yo veo lo que ellos ven. Todos lo saben. Todos lo saben.
Yo siempre estuve fascinado por el absoluto y completo poder que la mente humana posee por encima de lo que los ojos ven. En algún lugar en la creación de miles de sinapsis y posibilidades, el cerebro a veces descifra dudosa e incorrectamente lo que los ojos en realidad han confirmado. Estos son los pensamientos a los que me aferro mientras estoy de pie junto al cuerpo de mi querida Annabel que me engaña en una sanguinaria pesadilla.
Mis oídos abrazan la esperanza. Juro que ella me está diciendo secretos en susurros muy débiles. Avanzo lentamente mientras paso a otro cuarto sólo por sus ojos inmóviles. Sabiendo que si permanezco aquí en la presencia de mi condena seguramente me volvería loco, así que decido mover el cadáver. Resisto el impulso de besar sus indudablemente fríos labios, cuidadosamente estrecho los restos que están empapados de sangre sobre la cama y la ato con los trozos de cuerda que puedo encontrar.
Incluso arrastro su cuerpo por los pasillos de la casa y bajo la escalera que conduce al sótano, aún no lo acepto. Todo esto es una broma. Voy a entrar de nuevo al dormitorio por los sonidos de risa y felicidad. “¡Lo conseguimos! " gritarán. Jesús, este cuerpo es pesado, y ¿en qué lugar de este sótano sórdido y oscuro, voy a guardar el maldito cuerpo? Pienso y recuerdo haber visto un hacha aquí. Tal vez si el cuerpo fuera más pequeño podría empujarlo debajo de los ladrillos flojos del piso.
En el borde de la absoluta histeria, bajo al primer piso y pongo la tranca sobre la puerta, sellando por siempre a mi querida Annabel en su último lugar de descanso. Con la espalda en la pesada y antigua puerta de roble, caigo al suelo y trato de incorporarme una vez más. Gritos sordos hacen eco por los pasillos, seguro sólo es mi amada que vuelve a la vida. Hay quejas mientras ella desagarra las cuerdas que atan su cuerpo, subirá las escaleras y en mis brazos, me cubrirá con besos de perdón. No puedo permanecer en este terrorífico lugar. No sé adónde ir, sólo debo correr lejos de aquí. Después de todo, ellos estarán aquí pronto.
Capítulo III: Fueron tus besos venenosos los que me convirtieron en esto.
Mis pies no pueden moverse muy rápido. No tengo ninguna pista de donde estoy, sólo sé que he estado corriendo por mucho tiempo y que apenas respiro. El sudor se extiende sobre mi rostro y, mezclado con las lágrimas que no han dejado de caer por horas, no puedo ver más que unos pies delante de mí. Si sólo mi cuerpo dejara de convulsionar entonces
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