Todos los hombres desean por naturaleza no ver
Enviado por sofiagirotto • 15 de Noviembre de 2013 • 2.464 Palabras (10 Páginas) • 440 Visitas
Todos los hombres desean por naturaleza
no ver
UNSAM
Carrera: Profesorado en Letras
Trabajo práctico nº:1
Materia: Filosofia
Profesor: Jorge Fernandez
Al cabo de los años me rodea
una terca neblina luminosa
que reduce las cosas a una cosa
sin forma ni color. Casi a una idea (…)
Jorge Luis Borges, “On his blindness”
Introducción
La utilización de la figura del ciego, es un recurso que aparece de manera recurrente, en primer lugar, en el mito griego, y, en segundo, en las tragedias del mismo origen. A su vez, la idea de la ceguera en sí misma, también se presenta como recurso metafórico en numerosos textos filosóficos.
Ahora bien, se podría considerar que la apelación al recurso del personaje que se transforma en, o nace, ciego, remite a la idea de que este “ve” más allá que el común de los mortales, que ve algo más que simples sombras en el fondo de la caverna .Pero, entonces, ¿de qué manera la ceguera física supone, tanto para el mito, como para la tragedia y, los textos filosóficos, una mejor predisposición del hombre para conocer?
El objetivo de este trabajo es, no solo intentar responder a la pregunta antes planteada, sino, también, analizar de qué manera se aplica este recurso en diversos casos , tales como: el mito de Tiresias (en rasgos generales); la Alegoría de la caverna, de Platón; el Edipo Rey, de Sófocles; y, finalmente, en El Banquete, también perteneciente a Platón.
Primera parte
“(…) ninguna de las acciones sensibles constituye a nuestros ojos el verdadero saber, bien que sean el fundamento del conocimiento de las cosas particulares; pero no nos dicen el porqué de nada; por ejemplo, nos hacen ver que el fuego es caliente, pero sólo que es caliente."1
Aristóteles distingue varios niveles o grados de conocimiento. El conocimiento sensible deriva directamente de la sensación y es un tipo de conocimiento inmediato y fugaz.
El conocimiento sensible es, de esta manera, el punto de partida de todo conocimiento. Aristóteles distingue en la Metafísica tres tipos de saber: el saber productivo, el saber práctico y el saber contemplativo o teórico. El saber productivo (episteme poietiké) es aquel que tiene por objeto la producción o fabricación, el saber técnico; el saber práctico (episteme praktiké) remite a la capacidad de ordenar racionalmente la conducta, tanto pública como privada; y, el saber contemplativo (episteme theoretiké) no responde a ningún tipo de interés, ni productivo ni práctico, y representa la forma de conocimiento más elevado, que conduce a la sabiduría.
Como resultado de la actividad de la memoria, en el hombre, el conocimiento sensible genera la experiencia. Esta forma de conocimiento, no es capaz de permitirle a los hombres conocer el por qué y la causa de los objetos conocidos, sino, simplemente, saber que existen, es decir: la experiencia consiste en el conocimiento de las cosas particulares.
El punto de partida del conocimiento lo constituyen, entonces, la sensación y, luego, la experiencia, que nos pone en contacto con las sustancias concretas. Pero Aristóteles considera que el verdadero conocimiento es aquel que remite a la esencia del objeto, es decir, a la forma. La forma se encuentra en la sustancia, por lo que es absolutamente necesario, para poder captar la misma, haber captado previamente, a través de la sensibilidad, esta sustancia.
1 Metafisica, Aristoteles (libro 1.1)
Es decir que, a través el conocimiento sensitivo de las cosas, no es posible conocer el porqué de las mismas.
Por lo antes expuesto, podríamos afirmar que la utilización de los sentidos, específicamente, de la vista (el más importante de los sentidos, según el libro Alfa, de Aristóteles), resulta necesaria pero insuficiente como método para conocer. Sería necesario dotarse de la experiencia (a través de la vista) para nutrir así el entendimiento, mediante un proceso en el que se involucran la sensibilidad, la memoria y la imaginación.
¿Por qué, entonces, la ausencia de la vista, supone un mejor acceso al conocimiento?
Es, quizás, por esta representación, en la cual el sentido de la vista resulta insuficiente para acercarse al conocimiento, que el recurso de la persona que decide quedarse (en caso de Edipo Rey) o se queda (en el caso del mito de Tiresias), ciego, posee esta significación: no ver simboliza un castigo, pues es el más importante de los sentidos, aquel que nos vale de herramienta para generar la experiencia, pero, si luego de ver con los ojos, pasamos a ser ciegos, una vez adquiridas las sustancias de los objetos y asimiladas en nuestra memoria, la ceguera permitirá entonces, llegar a ver más fácilmente las formas.
Las diferencias son, pues, considerables con Platón, tanto respecto al valor atribuido al conocimiento sensible, como respecto a la actividad misma del entendimiento que ha de ser necesariamente discursivo, siendo imposible llegar a conocer los universales a no ser mediante la inducción; además, Aristóteles rechaza explícitamente el innatismo del conocimiento, y nos lo presenta como el resultado del aprendizaje, es decir, por la coordinación racional de los elementos procedentes de la sensación, a través de la experiencia. Coinciden, sin embargo, en la consideración de que el verdadero conocimiento ha de serlo de lo universal, y no de los objetos singulares.
Para Platón, las capacidades sensitivas significan una “distracción” en el camino hacia el conocimiento que deben realizar los hombres.
La metafísica de Platón divide al mundo en dos aspectos distintos; el mundo inteligible (donde se encuentran las ideas en sí de las cosas), y el mundo que vemos alrededor nuestro en forma perceptiva (el mundo de la mera apariencia). El mundo perceptible consiste en una copia de las formas inteligibles o Ideas. Estas formas no cambian y sólo son comprensibles a través del intelecto o entendimiento – es decir, la capacidad de pensar las cosas abstrayéndolas de cómo se nos dan a los sentidos. En los Libros VI y VII de la República, Platón utiliza diversas metáforas para explicar estas ideas, como por ejemplo, en la alegoría de la caverna, a la cual se hará alusión más adelante.
En el mundo perceptivo, las cosas que vemos a nuestro alrededor no son más que simples bosquejos de las formas más reales y fundamentales presentes el mundo inteligible. Es como si viéramos una sombra de las cosas, sin ver las cosas mismas; estas sombras son una representación de la realidad, pero no la realidad misma.
Segunda parte
La ceguera en La alegoría de la caverna
“(…)
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