Transformación del mono en hombre importancia del trabajo
Enviado por bleii • 9 de Febrero de 2023 • Resumen • 1.523 Palabras (7 Páginas) • 67 Visitas
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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR[pic 3][pic 4][pic 5]
FACULTAD DE FILOSOFIA, LETRAS Y CIENCIAS DE LA EDUCACION
CARRERA DE PEDAGOGIA DE LOS IDIOMAS NACIONALES Y
EXTRANJEROS EN PEDAGOGIA DEL IDIOMA ESPAÑOL- FRANCES-INGLES
TRABAJO INDIVIDUAL 1
ASIGNATURA: SOCIEDAD Y EDUCACIÓN
DOCENTE: MSC. JOSÉ KENNEDY ABADEANO ESTUDIANTE: KENIA TIBANLOMBO
SEMESTRE: NIVELACIÓN
PERIODO: 2022-2023
Resumen
El trabajo es la fuente de toda riqueza, dicen los especialistas en economía política. En efecto, está al mismo nivel que la naturaleza, que le proporciona los materiales que convierte en riqueza. Pero el trabajo es mucho más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda vida humana. Y tanto es así que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al hombre mismo. Hace muchos centenares de miles de años, en una época, aún no definitivamente establecida, en ese período del desarrollo de la Tierra que los geólogos llaman Terciario, probablemente al final de este período, vivía en algún lugar de la zona tropical -quizá en un vasto continente que ahora ha desaparecido en las profundidades del Océano Índico- una raza de simios, criaturas parecidas a los monos.
Indus - una raza extraordinariamente desarrollada de simios antropomorfos. Darwin nos ha dado una descripción aproximada de estos antepasados nuestros. Estaban completamente cubiertos de pelo, tenían barba, orejas puntiagudas, vivían en los árboles y formaban rebaños. Presumiblemente como consecuencia directa de su modo de vida, por el que las manos, al trepar, debían desempeñar funciones distintas de las de los pies, estos simios se acostumbraron a prescindir de ellas al caminar sobre el suelo y empezaron a adoptar cada vez más la posición erguida. Este fue el paso decisivo en la transición del simio al hombre.
Todos los simios antropomorfos que existen en la actualidad pueden mantenerse erguidos y caminar sobre sus propios pies; pero sólo lo hacen en caso de extrema necesidad y, además, con gran torpeza. Suelen caminar en actitud semierecta, y su forma de andar incluye el uso de las manos. La mayoría de estos monos apoyan los nudillos en el suelo y, con las piernas apretadas, llevan el cuerpo hacia delante entre sus largos
brazos, como un cojo que camina con muletas. Y puesto que la posición erguida debió de ser para nuestros peludos antepasados primero una regla y luego una necesidad, se deduce que en aquella época las manos tuvieron que desempeñar funciones cada vez más variadas. Incluso entre los monos existe ya una cierta división de funciones entre los pies y las manos.
Como ya se ha mencionado, las manos se utilizan de forma diferente a los pies durante la escalada. Las manos sirven principalmente para coger y sujetar comida. Algunos monos utilizan las manos para construir nidos en los árboles, y algunos, como el chimpancé, incluso construyen doseles entre las ramas para protegerse de las inclemencias del tiempo. Con las manos empuñan garrotes para defenderse de sus enemigos o para bombardearlos con frutas y piedras. Cuando están en cautividad, utilizan las manos para realizar diversas operaciones sencillas que copian de los hombres. Pero es precisamente aquí donde vemos cuán grande es la distancia que separa la mano primitiva de los monos, incluso la de los antropoides superiores, de la mano del hombre, perfeccionada por el trabajo durante cientos de miles de años. La mano del salvaje más primitivo es capaz de realizar cientos de operaciones que no puede realizar la mano de ningún simio. Ni una sola mano de simio ha fabricado jamás un cuchillo de piedra, por tosco que sea.
Por lo tanto, las funciones para las que nuestros antepasados adaptaron gradualmente sus manos durante los muchos miles de años de transición del simio al hombre sólo podían ser, al principio, funciones extremadamente simples. Los salvajes más primitivos, con una degeneración física simultánea, son muy superiores a aquellos seres del período de transición. Antes de que el primer pedazo de sílex se convirtiera en un cuchillo por la
mano del hombre, debió transcurrir un período de tiempo tan largo que el período histórico que conocemos es insignificante en comparación.
Pero el paso decisivo ya se había dado: la mano era libre y ahora podía adquirir cada vez más destreza y habilidad; y esta mayor flexibilidad adquirida se transmitía por herencia y aumentaba de generación en generación. Vemos, pues, que la mano no es sólo el órgano del trabajo, sino también el producto del trabajo.
Sólo por el trabajo, por la adaptación a nuevas funciones, por la transmisión hereditaria de la especial perfección así adquirida por los músculos, los ligamentos y, en un período más largo, también por los huesos, y por la aplicación siempre renovada de estas habilidades heredadas a funciones nuevas y cada vez más complejas, la mano del hombre ha alcanzado ese grado de perfección que la ha hecho capaz de dar vida, como por arte de magia, a los cuadros de Rafael, a las estatuas de Thorwaldsen y a la música de Paganini.
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