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Enviado por richardcricaldi • 21 de Abril de 2015 • 1.685 Palabras (7 Páginas) • 270 Visitas
“No dedicar mi afecto a ti. No vivir de acuerdo con mis creencias. No amarte por ti mismo. No amarte por tu bondad hacia nosotros. No desear tus mandamientos. No anhelarte. No temerte tanto como para no ofenderte. Temer a los hombres por encima de ti.”
Así es como Isaac Newton confesaba no amar correctamente a Dios. Richard S. Westfall explica el origen de esa confesión: “En el verano de 1662, Newton sufrió una especie de crisis religiosa. Al menos, se sintió impelido a examinar el estado de su conciencia el domingo de Pentecostés, a escribir una lista con sus pecados anteriores a esa fecha y a empezar otra para los pecados que cometiera de ahí en adelante. Esta formalidad no duró lo bastante como para llevar la segunda lista demasiado lejos. Para evitar que cayera en manos extrañas, anotó sus pecados en clave...”
¿Qué otros pecados confesaba Newton? “Maldecir, tener malos pensamientos, actos y sueños impuros. Hacer tartas el domingo por la noche, dejar salir el agua a chorros en el día del Señor, bañarme en la tina el día del Señor, conversar ociosamente en el día del Señor y en otras ocasiones, atender sin prestar atención a muchos sermones”. Curioso resulta un joven de 20 años que confiesa –arrepentido- tener “malos pensamientos” y sueños “impuros”, evidentemente lo raro sería que no los tuviera. También reconocía: “Pensar más en el dinero y el placer que en el Señor, no buscar refugio en Él, no vivir de acuerdo con mi fe, no desear sus sacramentos, descuidar la oración...”.
Enrique VIII, como un homenaje a la Santísima Trinidad, fundó en 1546 el Trinity College. Newton, como en la anterior entrada explicamos, ingresa en 1661 (sus concepciones teológicas le traerían un problema –como veremos en otra entrada- que pudo sortear).
En el cuaderno de notas que llevó de 1663 a 1665 empezó a organizar sus conceptos teológicos, su objetivo era mostrar que las leyes de la naturaleza no excluían a Dios.
Como ya también mencionamos en la anterior entrada, para su “enemigo” intelectual, René Descartes, Dios podía abandonar su creación. En cambio, Newton imaginaba un Dios que actuaba constantemente en ésta. Dios intervenía tanto comunicándonos sus deseos como actuando en los fenómenos naturales. De hecho el genio creía que Dios vigilaba constantemente su creación, sin esta convicción no podríamos entender que hubiera escrito una lista con sus faltas. Frank E. Manuel escribe: “La escrupulosidad, el autocastigo, la austeridad, la disciplina y la laboriosidad de una moralidad que, a falta de una palabra más apropiada, podría llamarse puritana, quedaron grabados en su carácter desde edad muy temprana. La figura de un censor había crecido en su interior, y vivió siempre bajo la mirada atenta de ese Juez”.
¿En qué piensa la gente cuando se menciona el nombre de Newton? En un hombre reflexionando en la gravitación universal (descubriéndola, de hecho) después de que observara caer una manzana (o después de que ésta le cayera en la cabeza).
Lo de la manzana que le lleva a la gravitación universal es una leyenda inventada por Isaac Newton para no tener que darle a Robert Hooke el crédito que le exigía, pero esa es otra historia. Lo que es cierto es que en sus reflexiones sobre la gravitación también Dios estaba presente.
Un enigmático Espíritu elástico y eléctrico
Philosophiae Naturalis Principia Mathematica es el libro más importante en la historia de la física. Fue editado por vez primera en 1687. Sobre si utilizó cálculo (teoría de fluxiones) en la elaboración de su obra, José Marquina escribe: “Aunque Newton aseguró en el Account of Commercium Epistolicum (1715) que la primera versión de los Principia estaba escrita en estilo fluxional, que luego transcribió a una representación geométrica, hoy en día se admite que tal versión no existió nunca y que la aseveración de Newton debe ubicarse en la controversia con Leibniz por la paternidad del cálculo”.
Los Principia terminan con un escolio general, veamos lo que escribió en éste:
“Hasta aquí hemos explicado los fenómenos de los cielos y de nuestro mar por la fuerza gravitatoria, pero no hemos asignado aún causa a esa fuerza. Es seguro que debe proceder de una causa que penetra hasta los centros mismos del Sol y los planetas, sin sufrir la más mínima disminución de su fuerza; que no opera de acuerdo con la cantidad de las superficies de las partículas sobre las que actúa (como suele acontecer con las causas mecánicas), sino de acuerdo con la cantidad de materia sólida contenida en ellas, propagándose en todas direcciones y hasta inmensas distancias, y decreciendo siempre como el cuadrado inverso de las distancias”
Para Newton la causa de la gravedad era Dios, ¿por qué no lo expone así? La respuesta está en las siguientes líneas:
“Pero hasta el presente no he logrado descubrir la causa de estas propiedades de gravedad a partir de los fenómenos, y no finjo hipótesis. Pues todo lo no deducido a partir de los fenómenos ha de llamarse una hipótesis, y las hipótesis metafísicas o físicas, ya sean de cualidades ocultas o mecánicas, carecen de lugar en la filosofía experimental. En esta filosofía las proposiciones particulares se infieren a partir de los fenómenos, para luego generalizarse mediante inducción. Así se descubrieron la impenetrabilidad, la movilidad, la fuerza impulsiva de los cuerpos, las leyes del movimiento
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