Adolesencia Y Cultura
Enviado por beatriz55 • 16 de Junio de 2013 • 1.559 Palabras (7 Páginas) • 455 Visitas
La experiencia etnográfica de Elsie Rockwell analiza la
historia y la cultura en los procesos educativos
desde una doble perspectiva, la de la experiencia de
la autora en etnografía de la educación y la de las
relaciones entre antropología e historia como marco
referencial para la investigación educativa. El libro
propone un trayecto al lector, que inicia con la
cuestión de la relevancia y sentido del trabajo
etnográfico, exponiendo incluso la dimensión del
desconcierto que atraviesa la labor, y señalando
también el compromiso etnográfico frente a dudas
epistemológicas y éticas. Revaloriza el lugar de la
teoría en vinculación con el método y las técnicas
etnográficas para luego proponer una integración de
historia y antropología como modo de asegurar una
articulación posible de la evidencia fragmentaria que
se recoge en el campo y en el archivo en marcos
interpretativos más potentes.
En este sentido destaca que una lectura
antropológica de los documentos de archivo hace
visible los procesos de producción de los textos así
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como sus posibles usos en contextos locales. Un diálogo entre antropología e historia alude a la
integración de significados múltiples generados en el habla y en la práctica a la hora de realizar la
producción de textos. Es una cuestión ineludible atender a la dimensión histórica.
Como antecedente de la obra es menester señalar toda la trayectoria de la autora, y en
particular una producción que en su momento se constituyó como referente claro en el campo de la
etnografía educativa: Reflexiones sobre el proceso etnográfico de 1987. Allí Rockwell abría la
interrogación respecto de cuestiones tales como la etnografía como enfoque, el valor otorgado por la
misma a la experiencia cotidiana para el abordaje de las grandes preguntas sociales, y la etnografía
caracterizada como proceso de producción de textos. La elaboración de textos etnográficos implica
la integración de las descripciones analíticas y los desarrollos conceptuales que localicen el
conocimiento construido en el campo de investigación educativa adecuado. En ese texto, la autora
anticipa su planteo referido a la responsabilidad de producir relatos que den sentidos nuevos y
salidas necesarias, por parte del investigador que enmarca su práctica en el enfoque etnográfico.
Cada uno de los siete capítulos de “La experiencia etnográfica”, por otra parte, retoma ejes de
trabajo que la autora ha venido planteando y que constituyen aportes centrales al campo de trabajo
específico.
El primer capítulo, “La relevancia de la etnografía”, aborda de manera inicial la cuestión de la
relevancia propia de la etnografía, caracterizada por una naturaleza compleja traducida en una trama
de usos posibles. Hay una especificidad propia de la etnografía, desprendida de una diversidad de
posturas, puestas aquí en diálogo y debate. A los fines de delimitar qué es la etnografía, se presentan
una diversidad de corrientes metodológicas y epistemológicas que la abordan. Dentro de la
diversidad de prácticas y concepciones de la etnografía es posible encontrar cinco rasgos comunes
que son especificados por la autora.
Inicialmente, la autora designa como actividad del etnógrafo la práctica de documentar lo no
documentado de la realidad social. Delimita, luego, el producto del trabajo analítico, un tipo de texto
que es la descripción. Como tercer rasgo sitúa la centralidad del etnógrafo como sujeto social, su
experiencia directa y prolongada en una localidad. La atención a los significados se sitúa como cuarta
característica y como quinto rasgo, la construcción de conocimiento inherente al quehacer del
antropólogo. En suma, Rockwell circunscribe el uso del término etnografía a aquellas investigaciones
que exhiben como condiciones básicas, el punto de partida de la experiencia prolongada del
etnógrafo en una localidad y de la integración con quienes la habitan; la producción, como resultado
de un trabajo analítico, de un documento descriptivo en el cual se inscribe la realidad social no
documentada y se integra el conocimiento local; agregando que, la experiencia etnográfica es más
significativa acompañada de un trabajo reflexivo que permita transformar y precisar la concepción
desde la cual se mira y se describe la realidad. Es decir, le da lugar a la subjetividad de quien lleva
adelante la experiencia. De hecho, la transformación más importante realizada por la vía de la
etnografía es señalada por la autora como aquella que experimentan quienes la practican. La autora
revela la dimensión del desconcierto, dándole lugar y tesitura a los malestares e incertidumbres
singulares que se generan en la práctica.
La autora demarca los ámbitos en que resulta pertinente el uso de la etnografía, menciona
respecto del ámbito educativo, que la etnografía no produce por sí misma una alternativa
pedagógica. Considerar la pertinencia implica ponderar el valor diferencial que reviste la figura del
etnógrafo a la hora de centrarse en la comprensión, evitar la prescripción
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