Ciudades Criollas Jose Luis Romero

Las ciudades criollas

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, el comercio fue la palabra de orden para quienes querían salir del estancamiento. Para los hidalgos, la sociedad debía ser inmóvil.

Peninsulares ilustrados o comerciantes identificaron la libertad mercantil con el progreso. Las ciudades latinoamericanas comenzaron a ser criollas y asumieron su realidad social y cultural, dejando atrás la artificiosa estructura hidalga.

El desarrollo mercantilista fue lo que modificó el ordenamiento económico, y desde las ciudades, capitales y puertos desde donde se manejó la red de la nueva economía.

Los grupos criollos crecían inclusive en el seno de los grupos peninsulares. De ahí sale la nueva burguesía criolla y junto a ella el sector de los pardos.

También crecieron los grupos de los mestizos y mulatos. La nueva sociedad acriollada era móvil, espontánea y viva.

El criollismo pareció patrimonio de las sociedades rurales, y fue esgrimido contra las sociedades urbanas, a las que se acusaba de cosmopolitas. No era asi, sin embargo, porque las sociedades urbanas también se habían acriollado.

Los grupos peninsulares quedaron anegados por los criollos blancos y por las castas.

Las calles y mercados anunciaban el cambio. La multitud era compleja y varia. Los grupos se juntaban en la actividad cotidiana. Comprar y vender eran funciones que intercomunicaban. Aunque quedaban restos de la hidalgia: preocupación por el decoro, constituían la nobleza.

Juego y prostitución fueron dos caminos importantes en la aproximación de las clases y castas.

Lo cierto es que las clases altas procuraron conservar un modo de vida noble, con buena casa, buena vajilla. La vida mundana y la vida intelectual satisfacían las exigencias de esas clases altas.

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