Ejemplos De Literatura Precolombina
Enviado por assdfghjkl • 10 de Marzo de 2014 • 2.165 Palabras (9 Páginas) • 5.048 Visitas
Mitos:
APARECE PACHACAMAC:
En este nuevo relato sobre el origen del imperio inca, se cuenta que Manco Capac está con sus tres hermanos,todos ellos hijos del Sol: Pachacamac, una divinidad ancestral que fue incorporado posteriormente al culto oficial inca, y que era adorado desde tiempos antiguos por los pueblos de la orilla; Uira Cocha, y otro dios sin nombre. El primero de esos hermanos es, precisamente, Pachacamac, quien al salir a nuestro mundo subió a la cumbre más alta, para lanzar las cuatro piedras a los cuatro puntos cardinales, tomando, pues, posesión de todo lo que abarcaba su vista y alcanzaron sus piedras. Tras él surgió otro hermano, que también ascendió a la cumbre por orden del cuarto y menor, del astuto y ambicioso Manco Capac, quien aprovechó su confianza para lanzarle al vacío y hacerse con el poder, tras haber encerrado a Pachacamac anteriormente en una cueva y haber visto cómo el tercero, el buen Uira Cocha, prefería dejarle solo, abandonando a sus terribles hermanos y aborreciendo sus manejos por hacerse egoistamente con el poder. Pero hay otros relatos en los que, precisamente, es el antiguo dios Pachacamac quien oficia de protagonista en el cuidado a los humanos, como aquel que recogió el padre agustino Calancha a principios del siglo XVII, en el que se narra la siguiente leyenda: cuando comenzó el mundo, no había comida para el hombre y la mujer que Pachacamac había creado; cuando el hombre murió de hambre, la mujer, que se había quedado sola, salió un día desesperada a rebuscar las raíces de las hierbas que la pudieran mantener con vida; lloraba y gemía, quejándose al Sol de que la hubieran hecho nacer a la luz del día para luego dejarla morir de pobreza, consumida por el hambre. "Sola vivo en el mundo, pobre y afligida, sin hijos que me sigan; si Tú, Sol, nos has creado, ¿por qué nos consumes? ¿Cómo es posible que si Tú eres quién nos da la luz, te presentas tan malvado y mezquino que me deniegas el sustento?"
Leyendas:
El Dorado
El rey de Guatavita cayó profundamente enamorado de una bonita mujer joven de la tribu vecina.
La esposó y tuvieron una hija.
Pero el rey se consagró mucho a su función, dejándose ir al libertinaje, engañando y olvidando a su esposa. Ésta, sintiéndose abandonada se desesperaba.
Sin embargo, los dos esposos amaban profundamente a su hija.
Un día, en una gran fiesta, la reina se enamoró de un bello y joven guerrero. Enamorados uno del otro, comenzaron a exhibirse mofándose de la vigilancia del rey.
Estos encuentros ilegítimos terminaron por ser conocidos por aquel que no tardó en sorprenderles.
El guerrero fue hecho prisionero y sometido a terribles torturas, hasta que se le quitó el corazón antes de empalarlo.
Esa misma noche se organizó una gran fiesta en honor de la soberana.
En el curso de la comida se le ofreció un plato refinado, el corazón de un animal salvaje. La reina lo miró con desconfianza, después se dio cuenta con horror que estaba ahí un pedazo de su amante.
De repente, el ambiente festivo dejó lugar a un gran silencio cuando resonó el grito de terror de la reina. El tinte pálido como una muerta y el corazón magullado, fue a buscar a su hija antes de hundirse precipitadamente en las tinieblas. Sin reflexionar un solo instante, se tiró en la laguna sagrada de Guatavita.
Los sacerdotes se apresuraron a transmitir la noticia al monarca ebrio que, loco de dolor, corrió a la laguna comprendiendo cuánto amaba a esta mujer y cómo ella lo había hecho feliz antes.
El corazón lleno de llanto, ordenó a los sacerdotes recuperar el cuerpo de su esposa. Éstos revelaron que la reina vivía feliz en una casa submarina con una serpiente que estaba enamorada de ella.
Angustiado, el rey reclamó que le trajeran al menos a su hija. Los sacerdotes la trajeron y pudieron constatar que ella no tenía más los ojos. Entonces el padre decidió devolverla a su madre.
El rey inconsolable perdonó a su esposa prometiéndole ofrendas para que ella tuviese en el más allá la dicha que había conocido tan brevemente a su lado.
Los sacerdotes, los intermediarios entre los hombres y la diosa de las aguas (la antigua reina), vivían en el borde de la laguna esperando su próxima aparición, una noche de luna llena.
Los chibchas hicieron de la laguna de Guatavita (formando un círculo casi perfecto) un lugar de culto donde se le hacía ofrendas de figuras de oro y esmeraldas a la diosa tutelar. Ella, en forma de serpiente, surgía de las aguas para recordar al pueblo la promesa de tesoros que se le había hecho. Las ofrendas se hicieron más y más numerosas a fin de calmar el dolor del rey.
Pero la ceremonia tuvo luego otro objetivo. Era un acto político-religioso que se realizaba para la consagración de un nuevo Zipa (rey de Bacatá, actual Bogotá).
Los días que precedían a la ceremonia, el rey y su pueblo comenzaban un período de ayuno y abstinencia. Durante este período confeccionaban máscaras y ricas vestimentas, arreglaban sus instrumentos de música y preparaban los mets de la chicha (alcohol de maíz) para el gran día.
Los pueblos vecinos se unían a la fiesta y todos, por un tiempo, olvidaban sus penas y sus llantos. Después venía el momento tan esperado.
Antes de que despuntara el alba, todo estaba listo para comenzar la procesión hacia la laguna sagrada al son de tambores y flautas. La multitud, engalanada de bellos atavíos y sus joyas entonaba canciones. Después seguía el cortejo real escoltado por los guerreros portando arco, flechas y lanzas.
A algunos metros de la laguna, el rey descendía de su palanquín y se dirigía hacia la barca real, marchando sobre las capas que ubicaban bajo sus pies los guerreros y los cortesanos. Sobre la barca recubierta de capas y de flores no tomaban lugar más que los miembros más meritorios de la corte, dejando libre la plaza central para el monarca. Tan pronto como se ubicaba al centro de la barca el rey dejaba caer su capa roja mostrando a todos su cuerpo recubierto de polvos de oro.
La barca real se alejaba lentamente mientras que la multitud, la espalda vuelta a la laguna, o la cabeza baja hacia el suelo para no ofender, hacía oír sus plegarias y cánticos. En medio de la laguna, el Zipa apuntaba su mirada hacia el oriente, esperando el sol. Cuando el cielo se teñía de rojo, el rey murmuraba plegarias. Y al momento cuando el sol surgía y bañaba de luz la barca real, el monarca levaba los brazos al cielo lanzando un grito de alegría repetido enseguida por toda la multitud.
Pronunciando aún unas plegarias, el Zipa tiraba al fondo de la laguna las admirables esmeraldas y los objetos de oro, después se sumergía él mismo en las aguas sagradas.
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