HISPANISMO E INDIGENISMO EN LA CULTURA PERUANA*
Enviado por pabloescobar1956 • 1 de Diciembre de 2013 • 2.011 Palabras (9 Páginas) • 752 Visitas
La producción cultural hispanista entre 1920 y 1950, si bien constituyó la tónica predominante en el aparato estatal y en el mundo intelectual limeño, en casi todos los territorios se enfrentó con el indigenismo y no siempre con éxito.
En el terreno de la historiografía, por ejemplo, la concepción hispanista tuvo claro predominio y se impuso en estos años un "revisionismo" reaccionario, que cultivaron los historiadores más representativos e impulsaron los itnelectuales de la Iglesia. A pesar de constituir esta interpretación el fundamento ideológico M poder limeño, como lo demuestra la estatua ecuestre de Francisco Pizarro erigida en 1942 en la Plaza de Armas, una concepción indigenista moderada se encuentra en algunos libros para enseñanza media.
La intelectualidad hispanista que se agrupaba en la Pontificia Universidad Católica del Perú dio vida también a un peculiar cuestionamiento en el campo de la teoría política. En consonancia con las críticas católica y fascista de los presupuestos del liberalismo democrático moderno, proponía un estado orgánico y autoritario.
Esta teorización era de hecho una respuesta a la necesidad de justificar la dictadura del civil-militarismo y contener la insurrección popular, aunque se especulara sobre los más eficientes regímenes -el falangista español era el modelo- para proveer de una base de masas al estado limeño enfeudado a los enclaves.
En el terreno de las producciones artísticas -pictórica, narrativa, arquitectónica- el hispanismo mostró su condición de cultura vuelta al pasado tanto en lo temático como en lo técnico. Las innovaciones de las vanguardias europeas fueron sencillamente ignoradas por sus intelectuales y las mejores creaciones de este período corresponden al campo del indigenismo pictórico y literario. En arquitectura la regresión al barroco se impuso abrumadoramente en la construcción de residencias particulares; faltaría agregar que este auge contó en su favor con la compulsión estatal: se impuso por ordenanza municipal o elección oficial construir en dicho estilo.
La Escuela Nacional de Bellas Artes fue fundada en 1919 por el último gobierno civilista y tres años después sus maestros más destacados atacan a los bolsheviks de la pintura. En esta reacción coincidieron el neo-académico Daniel Hernández, director de la Escuela, como el neo-impresionista Teófilo Castillo. Los primeros trabajos de José Sabogal como "pintor de indios", indicaron en Perú el nacimiento de la vanguardia pictórica, nacionalista e indigenista a la vez.
Pero la preocupación por cierta concepción de los nacional ya se había expresado en la producción de Castillo. Durante los años de la República Aristocrática, siendo amigo de Ricardo Palma e inspirado en sus Tradiciones, pintó una serie de cuadros evocativos de la colonia, con una paleta impresionista. Fue entonces un pintor de inspiración claramente hispanista.
Sabogal y sus seguidores, en cambio, al incorporar al indio y a la Sierra como motivos centrales de su pintura, revalorizan al personaje social más controvertido de la historia peruana, menospreciado por todos los intelectuales hispanistas.
Estos artistas fueron los primeros en enfrentar a la cultura oficial y José Carlos Mariátegui los apoyó como expresión de la necesidad de "peruanizar al Perú". Vanguardismo indigenista, nacionalismo cultural y socialismo revolucionario se encontraban estrechamente asociados a lo largo de los creativos años veintes.
El triunfo de la corriente indigenista a nivel oficial está curiosamente consagrado por la llegada de Sabogal a la Dirección de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1932. Esta elección por parte del poder pareciera que responde a una necesidad de integrar el nuevo aporte dentro de la auto-percepción oficial y neutralizar así la riesgosa identificación del indigenismo con los partidos políticos revolucionarios.
Los intelectuales hispanistas no tuvieron otra actitud en este terreno que proclamar su elección del "arte por el arte" y, sugerentemente, proponer un contenido heroico y rechazar el "arte proletario", eufemismo para referirse al indigenismo.
La oficialización del indigenismo estuvo facilitada por cierta superficialidad decorativista de Sabogal y por su concepción integracionista del racionalismo artístico.
Para los años cuarenta el programa indigenista ha perdido toda agresividad, toda potencia subversiva y está listo para incorporarse a la pintura oficial. Habría que agregar que la pintura indigenista llegó a ciertas confluencias temáticas con el hispanismo que quizás embotaron su original intención contestataria. Las obras de Camino Brent, por ejemplo, al evocar a un mundo rural y costeño, están atravesadas por un hálito romántico no ajeno a la sensibilidad hispanista.
En Julia Codesido, la mejor discípula de Sabogal, se aprecia la lograda combinación entre una típica temática colonial y limeña -Las tapadas- y un tratamiento técnico surrealista. Pareciera haberse llegado a una conciliación, a una nueva forma de academicismo. Pero a mediados de los cuarentas la vanguardia ha pasado a otras tendencias.
Mientras la pintura indigenista fue fertilizada por la influencia del muralismo mexicano, no se produjo en Lima algo similar al ciclo de novelas colonialistas que aparecieron en México entre 1914 y 1926.
Durante los años del régimen leguista la narrativa experimentó un acercamiento a la realidad circundante cada vez más profundo y verosímil. Comienza entonces una exploración del mundo serrano e indígena, que tomaría forma en las obras de López Albújar y César Falcón. En particular los libros de este último son valiosos por la innovación vanguardista de sus medios expresivos al servicio de su esencial realismo indigenista.
Estas preocupaciones de perfeccionamiento estético y buceo en la literatura popular y en el folklore tradicional, culminarán en la novelística de Ciro Alegría y José María Arguedas. La producción de estos autores provincianos a partir de 1935 representa la épica de los campesinos serranos o el mundo andino visto desde la intimidad del indio. En 1941, momento culminante de la contra-ofensiva hispanista, Arguedas publica Yawar fiesta, magistral exploración de la vida cultural quechua, y Alegría El mundo es ancho y al ajeno, novela que será premiada en Estados Unidos, sobre la resistencia comunera al asalto del gamonalismo.
Estos autores se convirtieron en el núcleo de un movimiento narrativo vinculado a la tierra, al trabajo agrícola y al habitante nativo, que dominará la literatura peruana hasta 1945.
La
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