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La Muerte De Los Arango


Enviado por   •  28 de Diciembre de 2011  •  Ensayo  •  1.707 Palabras (7 Páginas)  •  909 Visitas

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La Muerte De Los Arango

Contaron que habían visto al tifus, vadeando el río, sobre un caballo negro, desde la otra banda donde aniquiló al pueblo de Sayla, a esta banda en que vivíamos nosotros. A los pocos días empezó a morir la gente. Tras del caballo negro del tifus pasaron a esta banda manadas de cabras por los pequeños puentes. Entonces yo era un párvulo y aprendía a leer en la escuela. Los pequeños deletreábamos a gritos en el corredor soleado y alegre que daba a la plaza. Cuando los cortejos fúnebres que pasaban cerca del corredor se hicieron muy frecuentes, la maestra nos obligó a permanecer todo el día en el salón oscuro y frío de la escuela. Los indios cargaban a los muertos en unos féretros toscos, y muchas veces los brazos del cadáver sobresalían por los bordes. Nosotros los contemplábamos hasta que el cortejo se perdía en la esquina. Sólo una acequia había en el pueblo; era el más seco, el más miserable de la región, por la escasez de agua; y en esa acequia, de tan poco caudal, las mujeres lavaban en fila, los ponchos, los pantalones haraposos, las faldas y las camisas mugrientas de los difuntos. El panteón era un cerco cuadrado y amplio. Antes de la peste estaba cubierto por bosques de retama. Pero en aquellos días del tifus, desarraigaron los arbustos y los quemaron para sahumar el cementerio. El panteón quedó rojo, horadado, poblado de montículos alargados con dos o tres cruces encima.

Muchos vecinos principales del pueblo murieron. Los hermanos Arango eran ganaderos y dueños de los mejores campos de trigo. El año anterior, Don Juan, el menor, había pasado la mayor dormía del santo patrón del pueblo. Fue un año deslumbrante. Don Juan gastó en las fiestas sus ganancias de tres años. Durante dos horas se quemaron castillos de fuego en la plaza. La guía de pólvora caminaba de un extremo a otro de la inmensa plaza, e iba incendiando los castillos. Volaban coronas fulgurantes, cohetes azules y verdes, palomas rojas desde la cima y de las aristas de los castillos; luego las armazones de madera y carrizo permanecieron durante largo rato cruzadas de fuegos de colores. Después de los fuegos, la gente se trasladó a la casa del mayordomo. Don Juan mandó poner enormes vasijas de chicha en la calle y en el patio de la casa, para que tomaran los indios, y sirvieron aguardiente fino de una docena de odres, para los caballeros. Los mejores danzantes de la provincia amanecieron bailando en competencia, por las calles y plazas. Desde aquella gran fiesta, Don Juan Arango se hizo más famoso y respetado y hacia de rey negro. El hermano mayor, Don Eloy, era blanco y delgado. Se había educado en Lima; tenía modales caballerescos; leía revistas y estaba suscrito a los diarios de la capital. Hacía de Rey Blanco por que había prometido comprar un motor para instalar un molino eléctrico y dar luz al pueblo. A su entierro asistieron indios y principales. Lloraron las indias en la puerta del panteón. Y don Eloy dijo "¡Hermano ? dijo mirando el cajón, ya depositado en la fosa?, un mes, un mes nada más, y estaremos juntos en la otra vida!". Entonces la mujer de Don Eloy y sus hijos lloraron a gritos. Los acompañantes no pudieron contenerse. Antes de los quince días murió Don Eloy.

Las campanas de la aldea, pequeñas pero con alta ley de oro, doblaban día y noche en aquellos días de mortandad. Don Jáuregui hizo dar vueltas al tordillo en el centro de la plaza, junto a la sombra del eucalipto; hasta le dio de latigazos y le hizo pararse en las patas traseras, manoteando en el aire. Luego gritó, con su voz delgada, tan conocida en el pueblo: ¡Aquí está el tifus, montado en el caballo tordillo de Don Eloy! ¡Canten la despedida!. Llegaron al borde del precipicio de Santa Brígida, junto al trono de la Virgen.

Hijo Solo

Hijo Solo es el perrito que el pongo huérfano Singucha acoge una noche los dos vivian o mejor dicho sobrevivían en la cocina de la Casa-Hacienda de su Señor, el cual mantenía guerra constante con su hermano don Adalberto los cuales mandaban a sus trabajadores a hacer de malandrines obligándolos a destruir, robar y entre otras cosas. Una tarde, Hijo Solo es capturado por los trabajadores de don Aldalberto y lanzado al río por los trabajadores. Singucha igualmente es atrapado en un costal y pateado, maltratado. Luego de mucho esfuerzo Singucha logra zafarse y se lanza al río y rescata a Hijo Solo kien era lo que mas quería en este mundo.

Singucha logra sacarlo del río y los dos se tendieron en la arena. Hijo Solo boqueaba, vomitaba agua como un odre. Singucha empezó a temblar, a rechinar los dientes. Tartamudeando maldecía a don Adalberto, en quechua: "Excremento del infierno, posma del demonio. Que el sol te derrita como a las velas que los condenados llevan a los nevados. ¡Te clavarán con cadenas en la cima de Aukimana; Hijo Solo comerá tus ojos, tu lengua, y vomitará tu pestilencia, como ahora! ¡Vamos

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