La independencia de América Latina
Enviado por mikekk • 3 de Noviembre de 2013 • Tesis • 2.375 Palabras (10 Páginas) • 564 Visitas
La independencia de América Latina, la gran ocasión perdida para el mundo indígena
Esteban Mira Caballos
Rebelión
A 500 años de una dolorosa relación, el mundo occidental tiene una deuda con los pueblos de nuestra América…: el reconocimiento y respeto a nuestra diversidad cultural, en lo jurídico, en lo educativo, en lo económico, en lo social y en lo político; en suma, a nuestra existencia.
(Marcos Sandoval)
1.- INTRODUCCIÓN
Cuando se cumple el bicentenario del inicio de la Independencia de América Latina parece oportuno recordar este acontecimiento histórico de una gran trascendencia, pero que obviamente sólo satisfizo a la élite criolla. Inicialmente los indios trataron fugazmente de controlar la guerra pero fracasaron. Al final, triunfó la revolución criolla en detrimento de la indígena para quienes la Guerra de Independencia no fue más que una nueva ocasión perdida. En el siglo XVI perdieron en su lucha contra los españoles, y en el siglo XIX volvieron a perder, en esta ocasión frente a los criollos. Estos se aprovecharon de la masa indígena en su propio beneficio, igual que en las revoluciones de finales del siglo XVIII los burgueses utilizaron al pueblo en su propio beneficio. En eso guardan similitudes las guerras independentistas y las revoluciones burguesas. Unas y otras fueron realizadas y rentabilizadas por el mismo grupo de poder, es decir, por la élite burguesa.
En Latinoamérica la imagen del buen salvaje se retomó con gran fuerza a finales del siglo XVIII cuando muchos criollos independentistas contrapusieron el idílico mundo indígena a lo español. A los líderes de la emancipación les interesó presentarse como los grandes garantes de los derechos de los aborígenes, supuestamente eliminados a raíz de su Conquista. Por ello, desde finales del siglo XVIII la idealización de lo indígena y del desaparecido mundo prehispánico alcanzó sus máximas cotas. Pura y simple hipocresía porque precisamente esos criollos, que los habían explotado durante la época colonial, se convirtieron desde la Independencia en los responsables directos del etnocidio y del genocidio contemporáneo. Una cosa era lo que decían y otra muy distinta lo que hacían.
Los amerindios habían esperado varios siglos para librarse del yugo occidental. Sus esperanzas quedaron truncadas. De hecho, en la praxis, los criollos no hicieron otra cosa que perpetuarse en el poder. Para los indios fue más de lo mismo; antes de la Independencia estaban en lo más bajo de la pirámide social lugar en el que permanecieron tras la Emancipación.
2.- DEL GENOCIDIO EUROPEO AL CRIOLLO
Una vez conseguida la Independencia, en la que colaboraron activamente muchos grupos indígenas, la situación en la que quedaron los indios fue aún peor que la que habían sufrido durante la colonización. Los indios también perdieron su guerra. Inicialmente, los criollos, plantearon falsas promesas a los aborígenes, prometiéndoles tierras y redención. Pero no tardaron en cambiar de opinión. La vitola igualitaria estaba muy bien, pero la aristocracia latifundista era criolla. Una cosa era predicar y otra bien distinta actuar. La equiparación de las ideas de redención con la de integración se abrió paso rápidamente. En el fondo los criollos estaban convencidos de que estos representaban un lastre para el desarrollo. Una idea muy generalizada a lo largo de toda la Edad Contemporánea en Latinoamérica. Por ello estaban decididos a sacarlos del pasado y a incorporarlos a su nueva sociedad. Ya no habría ni República de indios, ni nación india, ni comunidades indígenas, esa categoría desaparecería por las buenas o por las malas. Etnocidio puro y duro, nuevamente con la coartada de la civilización.
En México la Ley Lerdo, del 25 de julio de 1856 desamortizó todos los bienes de las corporaciones civiles y eclesiásticas (Carbó, 2006: 3). Los ayuntamientos indígenas, perdieron definitivamente las tierras que habían mantenido en su poder durante el período colonial. El daño para ellos fue absolutamente irreparable. Las ansias de modernidad de la élite criolla volvía a dejarlos en la cuneta.
Un caso muy significativo fue el de los charrúas de Uruguay que fueron sometidos entre 1830 y 1835, cuando el presidente de ese país, José Fructuoso Rivera, dispuso su particular solución final. Y es que, pese al discurso político, perduró entre una buena parte de los criollos la vieja contraposición de civilización y barbarie.
Esta ideología criolla, triunfante en la Guerra de la Independencia se mantuvo durante todo el siglo XIX y buena parte del XX. De hecho, en 1894 escribió el insigne historiador Joaquín García Icazbalceta unas palabras que nos resultan muy significativas; explicando la necesidad que hubo de empujar hacia el desierto tanto a los indios norteamericanos como a los chichimecas del norte de México, escribió lo siguiente:
Y ahí están todavía, causando mil estragos, los restos de sus descendientes, que en tantos años no han tomado de la civilización sino el uso de las nuevas armas, y que al fin será preciso exterminar por completo.
Pero lo que es peor, en la primera mitad del siglo XX muchos pensadores, políticos e ideólogos continuaron manteniendo oficialmente posiciones similares. Por poner un ejemplo concreto, en 1931, Alejandro O. Deustua se lamentaba de la existencia en el Perú de indígenas, al tiempo que elogiaba a Argentina por haberlos exterminado (López Alfonso, 15).
3.- LA LARGA LUCHA POR SU LIBERTAD
En la segundad mitad del siglo XX la mayor parte de los pueblos indígenas fueron por fin oficialmente reconocidos como ciudadanos de pleno derecho en sus respectivos países. Muchos Estados se identificaron como multiculturales, reconociendo a sus comunidades indígenas y garantizándoles –al menos en teoría- la protección y el respeto por parte del estado (Stavenhaguen, 2009: 20). Así, por ejemplo, en 1995 el gobierno guatemalteco asumió su condición de país multiétnico, multicultural y multilingüe, incluyendo por supuesto a los grupos indígenas –mayas, xincas y garifunas- que representan en ese país casi la mitad de la población. Todo parecía indicar que se iba a salir de la tradicional invisibilidad indígena. Sin embargo, una cosa era la teoría y otra bien distinta la práctica. La discriminación, las vejaciones y los robos que se iniciaron en la Colonia y se prolongaron tras la Independencia está fuertemente arraigada en la sociedad contemporánea. En la praxis no han sido suficientes para protegerlos ni la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ni la inclusión de capítulos específicos de
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