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Las Drogas, Estados Unidos Y Afganistan


Enviado por   •  15 de Julio de 2011  •  2.109 Palabras (9 Páginas)  •  1.373 Visitas

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La guerra de Afganistán, además de inscribirse en el marco del proyecto de conquista planetaria imperial, es prolongación de las guerras del opio lanzadas en el siglo XIX contra China para impedir la liberación de su pueblo del vicio en que Inglaterra lo sumió tras inundar el país con esa droga, tal como hoy pretende hacerlo Estados Unidos con un plan orientado a anegar al mundo con heroína afgana y cocaína colombiana.

Hoy, como China lo fue ayer, Afganistán es el nuevo objetivo del mismo plan, mejorado y ampliado, solo que esta vez, la guerra no la lidera Inglaterra, sino los amos del poder oculto en Washington, que designan a los presidentes de EEUU, que obedientes a su mandato, declaran guerras como la desatada junto con sus socios europeos de la Otan contra ese país con la excusa de capturar a Bin Laden, presunto autor de los atentados del 11-Sep.

Y es que Afganistán, por su ubicación geoestratégica político-militar en el corazón de Asia Central, y como primer productor mundial de heroína, ha desbordado la voracidad del imperio yanqui llevándolo a reactivar el criminal proyecto iniciado por los ingleses en China, ampliándolo más allá del ámbito de un solo país, para convertirlo en un plan de alcance intercontinental orientado a sumir al mundo en los abismos de la drogadicción.

La primera fase del plan se viene aplicando desde hace algunos años en Colombia a través del sabotaje que con el fin de proteger la producción de cocaína ha permitido el desvío hacia la guerra contra la guerrilla, de los más de cinco mil millones de dólares hasta ahora asignados al Plan Colombia, supuestamente creado para erradicar las plantaciones de coca.

Y es que los amos del poder oculto en Washington, no están interesados en erradicar la coca, ni combatir a sus cómplices colombianos, los barones de la droga, terratenientes y militares que hicieron del país el principal productor mundial de cocaína, así como tampoco a sus secuaces de Afganistán, que convirtieron a esa nación, en primer productor mundial de heroína, pues necesitan a esos vasallos para la ejecución de su diabólico proyecto.

Se capturan diariamente a las “mulas” que transportan pequeñas cantidades de droga en sus estómagos y que mueren con frecuencia al estallarle los dediles que contienen cocaína. Se ha detenido, enjuiciado y extraditado, a los jefes paramilitares, por haberse rebelado contra sus amos de Washington, pensando que podrían liberarse de su mando y construir su propio imperio en Colombia.

¿Pero, alguna vez se ha detenido y llevado a juicio a algún jefe de las bandas que trafican con droga en EEUU, los delincuentes de cuello blanco, banqueros y empresarios que lavan millones de dólares producto de la venta de la droga en ese país que es el mayor consumidor de cocaína, heroína y marihuana del mundo?

De ninguna manera, porque están muy cerca de quienes ejecutan el proyecto orientado a ejercer el total dominio del lucrativo mercado planetario de la droga, por lo que las redadas se limitan a la captura de narcotraficantes de menor rango, en su mayoría afroamericanos que viven en los ghetos de las grandes urbes, donde la drogadicción se convierte a veces en un “escape” para muchos de los infelices allí atrapados por el hambre y la miseria.

La segunda fase del plan se desarrolla en Afganistán al permitir los ocupantes y las autoridades títeres y corruptas designadas por el Imperio, el libre cultivo en los campos del país de la amapola, planta de la cual se extrae el opio que a su vez se convierte en la heroína, cuya aplicación, mediante inyecciones, expone a los adictos al riesgo de contraer letales enfermedades como el SIDA.

“La historia del negocio de la droga en Asia central, -señala el profesor Michael Chossudovsky, en un trabajo investigativo sobre el tema- está íntimamente relacionadas con las operaciones encubiertas de la CIA en Afganistán, que recoge extractos de un revelador libro de su colega, el historiador estadounidense Alfred McCoy, en el que que pone al descubierto el proyecto que adelanta el poder oculto en Washington para hacerse del lucrativo negocio planetario de la droga.

“Los agentes controlaban este tráfico de heroína, -escribe McCoy- Ordenaban a los campesinos, (durante la guerra afgano-soviética) que plantaran opio como impuesto revolucionario. Los campos limítrofes entre Afganistán y Pakistán, se convirtieron en los mayores productores de heroína del mundo, abasteciendo al sesenta (60%) de la demanda de los EEUU”.

También en Vietnam, la CIA, – según revela el historiador- transportaba miles de toneladas de opio escondido a bordo de los camiones del ejército yanqui, que eran embarcadas vía aérea hacia los EEUU, contrabando que se vió interrumpido por la derrota sufrida allí por el Imperio a manos de los guerrilleros vietnamitas.

Ahora, como antes en Vietnam, en Afganistán, la droga es sacada del país y vendida como la cocaína colombiana, a millones de adictos que, paradójicamente, en su inmensa mayoría son jóvenes estadounidenses y europeos y miles de soldados yanquis que regresan de Irak y Afganistan, enfermos y mutilados física y mentalmente, mientras con una canallesca maniobra se culpa a la resistencia de ambos países, de ser responsable del tráfico de droga.

Para ello, usan la táctica de la etiqueta de “terroristas” y “narco-guerrilla”, cliché repetido por la prensa mercenaria, que se cae por su propio peso, pues en el caso de los combatientes de la resistencia afgana, ellos luchan en nombre del derecho inalienable que tiene todo pueblo a liberarse del ocupante extranjero, como hicieron durante la II Guerra Mundial los miembros de la resistencia de los pueblos ocupados por las tropas nazis, que fueron honrosamente exaltados como héroes.

Por su parte, los guerrilleros que arrostran los peligros de la selva colombiana y los ataques de un ejército cipayo, hace tiempo habrían abandonado la lucha para disfrutar de las ganancias que, como asegura la propaganda “goebeliana” del régimen y la prensa al servicio del imperio, obtienen por la venta de droga, por lo que nadie cree sus calumnias, a pesar de que también los presidentes yanquis insistan en llamarlos terroristas y narco-guerrilleros.

Porque, como Bush Jr., Obama repite el cuento de la amenaza del terrorismo islámico, el “coco” o fantasma con el que extorsionan al pueblo estadounidense en los últimos ocho años, haciéndole creer que los mujahides que se ocultan en los desfiladeros y montañas y emboscan a las tropas ocupantes

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