Los Olmecas
Enviado por eduardmark • 16 de Septiembre de 2014 • 559 Palabras (3 Páginas) • 392 Visitas
hacia 1600-1500 a.C., en San Lorenzo, una meseta rodeada
por los ríos Chiquito y Coatzacoalcos, cerca de la
costa sur de Veracruz. De esta fecha hasta el año 1200
a.C., San Lorenzo fue la cabecera de las aldeas dispersas
que pagaban tributo al centro político que dominaba el
tránsito fluvial y los cultos religiosos. Los arqueólogos
encontraron que la organización social de San Lorenzo
había rebasado el estadio de las sociedades igualitarias
y estaba compuesta por grupos de campesinos, artesanos,
comerciantes, chamanes, guerreros y jefes políticos
que se transmitían sus oficios y posiciones de manera
hereditaria.1
El escalón más alto en este proceso es el de la aparición
del Estado, el nacimiento de una organización política
centralizada a la que se subord i n a ron las aldeas
c e rcanas y los cacicazgos enclavados en territorios lejanos.
En t re 1200 y 900 a.C., San Lore n zo se convierte en
el primer centro urbano y en el mayor poder político del
á rea olmeca. En esta época el corazón de San Lore n zo lo ocupaba una plataforma en parte artificial, delimitada
por el río Coatzacoalcos y un ramal antiguo del río Chiquito,
que abarcaba más de veinte hectáreas en las que
se aglomeraban numerosas aldeas que rodeaban el polo
urbano. Aun cuando éste carece del diseño habitualmente
calificado de urbano, los arqueólogos no dudaron en
asignarle ese rango porque el lado noroeste se distingue
del resto por albergar un palacio real (el llamado Palacio
Rojo), plazas ceremoniales, canchas para el juego de
pelota, extensos acueductos de piedra, grandes talleres
artesanales y un dispositivo procesional en el que se ubicaron
esculturas, tronos y estelas de gran tamaño, que
exaltaban el poder real.2 Este complejo conglomerado
social fue el resultado de la agricultura de aluvión que se
desarrolló en esta área, merced a una complicada red de
p resas, bordos y canales de irrigación.
El testimonio que delata la presencia del reino es la
formidable serie de diez cabezas colosales encontradas en
San Lore n zo, pues cada una es un retrato monumental
e inolvidable de los jefes que ejerc i e ron el poder supremo
en distintos momentos de la historia de San Lore nzo
(figura 1). Se trata de una galería histórica que usa la
piedra y la elocuencia de la escultura tridimensional
para fijar de modo imperecedero el rostro de los ocupantes
del trono en esta ciudad. Súbitamente, por primera
vez en la historia de Mesoamérica, la efigie del soberano
asume estas pro p o rciones y es elevada al primer plano
del escenario urbano. Lo más probable es que
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