Los puritanos
Enviado por almamartinez • 2 de Noviembre de 2014 • Trabajo • 1.288 Palabras (6 Páginas) • 327 Visitas
El puritanismo, era, en un sentido, la religión de
los que estaban capacitados sociológicamente, de quienes
habían sido llamados. En el siglo XVII, lo publicistas anti
puritanos se apresuraron a decir que también era la
religión de los económicamente prósperos, opinión que
era, por lo menos en parte, verdadera. La filantropía podía
intentar con gran esfuerzo ampliar el área de competencia,
en profundidad, sin embargo, quienes habían sufrido más
durante el prolongado periodo de dislocación y desorden
sociales, estaban menos dispuestos, o mas bien eran
menos capaces de unirse ala disciplina, la introspección y
la autoafirmación puritanas. Los puritanos a su vez solo
llamaban santos a quienes podían –según un escritor
moderno- “conducirse como centros energizantes de
acción ética”. Este tipo de doctrina voluntarista fue mas
dura con los pobres, aunque fueron pocos los predicadores
que olvidaron incluir a los ociosos o a los ricos
tradicionales en sus invectivas. Pero mientras que los ricos
eran condenados solo por su maldad y orgullo –y seguían
disfrutándolo- los pobres eran culpados por su propia
indefensión y miseria, y se les negaba el bálsamo del
respeto por si mismos. Los ministros puritanos los
hubieran sometido sin titubear a la violencia de los
magistrados. Y los santos se hubieran apartado de una
“generación malvada” como esta, tanto en el trabajo
cotidiano como en los ejércitos religiosos.
V
El ejercicio religioso era el segundo aspecto del
orden social puritano, junto ala disciplina del trabajo,
estaba la disciplina de la fe. Amas estaban abiertas a todos
los hombres dispuestos a someterse y a esforzarse. El
trabajo del hombre, escribió Perkins, era su “vocación
particular”. Dios también había proclamado una “vocación
general” que compartían todos los cristianos. “Debían
trabajar para la construcción de su iglesias”. En la iglesia,
tanto como en la economía, todos lo santos debían ser
metódicamente activos. Aunque los hombres prefieren
imaginar que esta obligación es propia de los ministros
(...), la verdad es que sin embargo, no les pertenece solo a
ellos, sino a todos. La construcción de la iglesia se llevaba a
cabo en cientos de congregaciones locales donde los
santos luchaban por el poder. Acosaban a los pecadores e
intentaban celosamente lograr una “reforma de las
costumbres”, que complaciera a su exigente Dios. Así
como se había hecho del trabajo una cuestión de elección
y autoafirmación, se hacia entonces de la religión una
cuestión de autogobierno (aunque no de gobierno
democrático). Y así como el trabajo en la vocación elegida
era más duro, más regular y asiduo que cualquier trabajo
anterior, así el autogobierno puritano era más sistemático
y represivo que cualquier gobierno previo.
Autogobierno local por los piadosos, este fue el
credo de los “disciplinarios”, proclamado por primera vez
por Thomas Cartwright en la década de 1570. Setenta y
cinco años después seguía siendo el credo de los
presbiterianos, moderados e independientes, como
Richard Baxter y Jhon Owen. Aceptaran o no, cada uno de
los detalles del sistema de Cartwright, esta claro que los
puritanos del periodo revolucionario aun compartían las
elevadas esperanzas que aquel había depositado en el
autogobierno piadoso. En los primeros momentos de la
revolución, Jhon Milton resumió estas esperanzas: La
disciplina, escribió, era la clave de toda “perfección social
en esta vida, civil o sagrada”. Era “no sólo la remoción del
desorden, sino (...) la forma y la imagen muy visibles de la
virtud.” Cartwright había sido más específico en 1573
cuando argumento que la disciplina congregacional
restringiría el robo, el adulterio e incluso el asesinato, mas
aun, “corregiría” pecados “que el magistrado no suele
castigar”. En su enumeración figura la mentira, la broma
inapropiada y los discursos coléricos. Jhon Penry incluyo la
pobreza en la lista: “a los pobres le falta esa visión
ordenada que es provechosa, por ocio y la libertad hay una
gran pobreza entre nosotros, que podría muy bien poder
ser reparada por la disciplina de Cristo. Luego de las
inevitables y extensas citas de las Escrituras, los
argumentos como estos eran quizás el tema fundamental
de la polémica puritana: se postulaba la nueva estructura
del gobierno de la iglesia como panacea para el desorden
social. Francis Walsingham describió la posición de los
disciplinarios como lo había sido presentada a el (quizás,
de acuerdo con los argumentos que sus agentes habían
escuchado en la calles). Porque la multitud de pillos y la
pobreza eran una
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