Narcotrafico

Las drogas ilícitas son y han sido un tema de gran interés para las relaciones interamericanas  desde el inicio de actividades delictivas en los 80s, presentándose una marcada preponderancia del tema del narcotráfico en las relaciones con los Estados Unidos.

Si bien tradicionalmente la región andina no ha sido una prioridad de la agenda exterior de los Estados Unidos, su importancia estratégica ha variado en los últimos años. Según (Roberto Arana & Horacio Godoy, 2007) Hay varios factores que le imprimen una nueva dinámica a esta relación, entre ellos, “las cuestiones estructurales de autonomía energética y acceso al crudo. Dicho de otra forma, hoy día las relaciones de Estados Unidos con países como Venezuela, Bolivia y Ecuador y un poco menos con Colombia y Perú se encuentran ahora cruzadas, de una u otra forma, por el tema petrolero, aunado al de sus intereses de seguridad”. Así pues, un factor de suma importancia para los Estados Unidos es lograr que la región andina participe activamente en su lucha contra el narcotráfico.

Con el propósito de hacer evidente su respaldo a estos países, y demostrar su creciente influencia en la zona, el gobierno estadounidense “ha concedido prerrogativas arancelarias a los países del área a través del Tratado de Preferencias Arancelarias Andinas” (Arana & Godoy, 2007) además, en el gobierno de George Bush se emprendieron dos giras por Latinoamérica en la última de las cuales visitó a Brasil, Uruguay, Colombia, México y Guatemala.

Sin duda, gran parte de la violencia en Latinoamérica está conectada casi directamente con el comercio de drogas ilícitas. De acuerdo con el informe mundial de las drogas de la oficina de las Naciones Unidas, América Latina produce alrededor de mil toneladas de cocaína cada año y abastece con drogas al mercado estadounidense por un valor mayor a $60,000 millones de dólares así como también en heroína, marihuana entre otras.

En un informe realizado por el Council of Foreign Relations  argumenta que la gran magnitud del comercio de drogas ha tenido un efecto masivo en la situación de seguridad en cada país implicado, en especial Bolivia, Colombia y Perú, los tres principales países productores de drogas, y Brasil, el Caribe, América Central, México y Venezuela, todos los cuales son parte de las rutas de tráfico. (CFR, 2008).

Uno de los objetivos en materia de cooperación en las relaciones interamericanas fue el Plan Colombia, el cual consistía en un paquete de ayuda de 5,000 millones de dólares y su propósito era apoyar los esfuerzos de la lucha contra las drogas en Colombia, lugar donde se suministraba aproximadamente 90 por ciento de la cocaína del mundo y una porción considerable de la heroína que llega a Estados Unidos. Esta ayuda puede ser considerada como indispensable para contribuir al fortalecimiento de las instituciones estatales en Colombia. “Estas mejoras han sido decisivas para que el Estado colombiano tenga la capacidad de mejorar la seguridad pública de sus ciudadanos con el mantenimiento policiaco del orden” (Zamora, 2013).

Ahora bien si se dice que los logros alcanzados en la seguridad pública son indiscutibles, también es cierto que el Plan Colombia no ha contenido los flujos de droga hacia Estados Unidos. “Los precios de la cocaína y la heroína son tan bajos o más bajos que nunca (Arana & Godoy, 2007)”. Según datos proporcionados por la ONU y el gobierno estadounidense  en el informe de Council of Foreign Relations, “en el caso de la cocaína, el precio de un gramo en las calles es de alrededor de un tercio de lo que costaba en los ochenta, antes de que el gobierno estadounidense destinara miles de millones de dólares a la guerra contra las drogas. Además, pese a la considerable cantidad de fumigaciones sobre los cultivos de coca y a los decomisos de cocaína, la narco producción en la región andina se ha estabilizado en aproximadamente 1,000 toneladas métricas”. Las reducciones del suministro de Colombia en los últimos años han ido acompañadas de aumentos en la producción en Perú y Bolivia.

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