Negacion del pensamiento popular.
Enviado por Ani Gallardo • 20 de Junio de 2016 • Resumen • 1.291 Palabras (6 Páginas) • 352 Visitas
"LA NEGACION DEL PENSAMIENTO POPULAR"
Vivimos en Argentina una crisis cultural y política, que no es de ahora, sino que recién se manifiesta. Pero eso no debe inquietarnos, sino al contrario, debe alentarnos.
Las crisis dan siempre que pensar. Son en el fondo fecundas porque siempre vislumbran un nuevo modo de concebir lo que nos pasa. Irrumpe una nueva, o mejor, una muy antigua verdad. Ante todo la crisis no es del pueblo, sino que es nuestra, o mejor, de los sectores medios. Estos se aferran al poder, y al hacer esto pierden el sentido de la convivencia. Es que la cuestión no radica en mandar, sino en escuchar al que recibe las órdenes. Por eso ante la crisis no caben las soluciones elaboradas minuciosamente por los estudiosos en nombre de un racionalismo de estudiante recién recibido, sino que es preciso entroncar con alguna constante. Y en América no hay otra constante que la de su pueblo. La base de nuestra razón de ser está en el subsuelo social. Es lo que demuestra el peronismo y éste, a su vez, es la consecuencia de una verdad que América viene arrastrando a través de toda su historia.
Fue la verdad que alentaba detrás del Inca Atahualpa y es la que sigue palpitando, aun hoy, después de la muerte de Perón. Contra esa constante que es el pueblo, se estrellan las izquierdas y las derechas y los centros. Quizá ni siquiera quepa ahí la política. Es más, considero que lo popular encierra en muchos aspectos el modelo de comportamiento y de pensamiento incluso para los momentos críticos de una nacionalidad. Es lo que quiero demostrar una vez más en este libro. Ya lo quise esbozar en “América Profunda” y lo intenté fundar en “El pensamiento Indígena y Popular en América”. Esta vez lo quiero hacer a partir de la hipótesis de que el pensamiento popular, y no el pensamiento culto, es en gran medida fundante, por cuanto posiblemente contiene las líneas generales del pensar humano en su totalidad.
Lo dicho en este libro quizá no pase de un simple esbozo. En realidad todos los libros lo son. Difícilmente un proceder metódico puede explicar todo lo que se ha querido decir. Un método tiene sólo una finalidad didáctica pero no hace a la profundidad del problema porque no la logra expresar.
A lo más se logra dar otra perspectiva, o mejor, otro punto de arranque, a los efectos de que sepamos qué hacer en adelante. No es cuestión entonces de decir todo lo que tengamos que hacer, sino saber que, a medida que nos realicemos, descubriremos áreas que una excesiva colonización nos ha suprimido. Para ello quizá tengamos que retomar sectores de nuestro pensar que habían sido dejados de lado por el liberalismo o por la izquierda, para recobrar al fin una política real, encuadrada en una antropología filosófica americana.
Ante todo, el concepto de negación es tomado aquí como una afirmación implícita de algo que hace al Otro pensante y que nuestras categorías no logran captar del todo. Es primordialmente una negación que no implica un cierre, sino una apertura. Por eso en la primera parte, mediante el examen de lo dicho por Anastasio Quiroga, se procede a un análisis de su modo de pensar. De ahí entonces la ubicación de una trampa lógica que opera en el pensamiento popular mediante un anti-discurso, a través del cual aquél logra constituirse existencialmente en su pura emocionalidad, lo que por su parte se concreta ya sea en valores, ya sea en un puro querer o en un puro pensar desde el corazón. Como si se tratara de un pensar sin finalidad que sin embargo esconde una finalidad recóndita, quizá la de subsistir, fundando siempre al existir mismo y afianzando sus valores.
En una segunda parte del libro se trata de ver hasta qué punto en nosotros se da esa misma negación. Pero como somos nosotros mismos el objeto de estudio, se da en una dimensión existencial. Se descubre ahí el otro aspecto de una negación implícita, por ejemplo, en el resentimiento, de una posibilidad de ser no resuelta. Vivimos por eso en permanente anti-discurso que nos lleva a defender el resentimiento, y que se refleja en las actitudes negativas que adoptamos frente a las propuestas alienantes. Por eso somos malos industriales o también pésimos revolucionarios. Pero, como lo anterior son formas defensivas ante la presión de la colonia, aparece el esquema del sacrificio como única forma de autenticidad. A través de éste nos integramos a la verdad señalada por el itinerario del pueblo. Lo que es observado objetivamente en el pueblo es constitutivo en nosotros. Somos humanamente la misma versión del pueblo, aunque nos separe la casta, la clase o la actividad. Estamos, por ejemplo, fuera del tiempo, o somos a-históricos, aunque dispuestos en todo caso a utilizar la historia para destruirla. Pensemos en este sentido si la historia no es un poco la creación de la ansiedad de dominio de occidente. De ahí finalmente el epílogo. Como es natural podía contener la conclusión. Debía decir lo mismo que se enunció con un más o un menos teórico, pero a modo de puesta en práctica, y para ello había que tomar algún texto ejemplar y visto muchas veces por el pueblo. Podría haber girado en toro a los escritos de Eva Perón, o de Gardel. En ambos casos habría sido igualmente legítimo. Pero preferí hacerlo desde el Martín Fierro. Este es al fin de cuentas un poema encarnado en nosotros y dice toda la verdad, una verdad también encarnada, donde pueblo, nosotros y occidente nos conjugamos, quizá desde lo negativo mismo. Se trata de descubrir un nuevo horizonte humano, menos colonial, más auténtico y más americano. ¿Para qué? Pues para que desde aquí recién pensemos la necesidad o falta de necesidad de las revoluciones, o quizá un mundo auténtico donde una revolución podría ser inútil por estar ya todos nosotros desde siempre en ella, pero en toda su profundidad y con toda nuestra plenitud americana.
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