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"Nuestra América" El pensamiento político martiano


Enviado por   •  30 de Agosto de 2015  •  Apuntes  •  1.767 Palabras (8 Páginas)  •  1.502 Visitas

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        Ensayo de Arte Latinoamericano

“La unidad como finalidad expresada en el ensayo Nuestra América, de José Martí. Principales ideas del mismo”.

Carlos Jaime Jiménez


Resulta prácticamente imposible acercarse a la realidad de un continente sin conocer su pasado histórico y la forma en que este influye y condiciona la conformación de su idiosincrasia. Cuando esta realidad es tan compleja y contradictoria como la de América Latina, y se la trata de entender en sus particularidades con la intención de cambiarla para el bien de quienes la viven y, sobre todo, de quienes la sufren sin hallar opciones de mejoría, el análisis debe ser profundo e integrador, aún más dada la fragmentaria situación de nuestra región, tanto en los diferentes aspectos de su realidad material como en el plano cultural. La situación de un continente como el americano, donde la herencia de los colonizadores europeos ha pervivido en constante pugna con el legado autóctono, estando en ocasiones a punto de aniquilarlo, y donde la división Norte-Sur rebasa el carácter de mera diferenciación geográfica para convertirse en el mayor exponente de las relaciones centro-periferia y lo que las mismas traen aparejadas consigo, no puede ser entendido ni transformado desde el exterior o desde la reflexión totalizadora. Sus singularidades deben ser tomadas en cuenta, así como los nexos que unen a sus pueblos, los cuales, aún en su pluralidad, conservan un vínculo indestructible y un común anhelo de libertad que, en muchos casos, aún permanece insatisfecho.

Nuestro José Martí, uno de los más preclaros pensadores del continente, logra dilucidar en su ensayo “Nuestra América”, las principales problemáticas que enfrentaba la región en su necesaria búsqueda de la unidad latinoamericana con vistas a abolir las trabas y restricciones impuestas por las colonias y lograr la libertad plena como naciones. Es asombroso el hecho de que en una fecha tan temprana como 1891, Martí haya sido capaz de ir a la raíz más profunda del problema que enfrentaba América Latina, indicando también el camino a seguir para superarlo a través del esfuerzo mancomunado. Además, señala el peligro que representaba el poder ascendente de los Estados Unidos y el interés hegemónico que comenzaba a perfilarse en su política exterior. Como sabemos, este interés, y las consecuencias que del mismo se han derivado para la región latinoamericana, han tenido un enorme impacto en nuestra historia y, en gran medida, han propiciado que el ideal martiano para con nuestros pueblos se encuentre aún irrealizado.

La incomunicación entre los seres humanos muchas veces parte del desconocimiento del otro y del significado cabal de sus planteamientos. Esta incomunicación también se manifiesta entre las naciones, pero en ellas, a la ignorancia del pueblo con respecto a su situación verdadera y las relaciones mutuas se suma el ciego regionalismo, lo que les impide ver la esencia del problema y, por tanto, no son capaces de gestar pensamientos y aspiraciones que rebasen un estrecho marco territorial. Martí se refiere a ello al inicio de su ensayo: “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar”. [1]

Este pensamiento unilateral y la estrechez de miras han constituido un obstáculo para la emancipación de América Latina desde los inicios de sus procesos libertarios. En el siglo XIX los intentos encabezados por Francisco de Miranda en Venezuela, primeramente, luego continuados por Hidalgo y Morelos en México, a su vez sucedidos por otros próceres del continente, tuvieron como característica común el carácter sesgado con que enfocaron la lucha. Si bien destacan por su heroicidad y el respaldo del pueblo, este no tenía conciencia de porqué combatía, a menudo perdiendo el interés cuando se alejaba de sus provincias de origen. La falta de orientación por parte de los dirigentes de la lucha iba unida a las tensiones internas, casi siempre aprovechadas por el poder español, que contaba además con el apoyo de la burguesía y los terratenientes. Los levantamientos esporádicos guiados por caudillos solitarios y hostiles entre sí, secundados por turbas hambrientas y desorientadas sin un propósito claro, fueron sin dudas un avance, al mostrar la capacidad de lucha del pueblo oprimido, pero carecían de perspectiva y, por tanto, de una oportunidad real de éxito. Serían el venezolano Bolívar y el argentino San Martín quienes estremecerían al continente al expandir la lucha a diversos países haciendo temblar el poder español, pero incluso ellos limitaron el alcance de su accionar libertario por su caudillismo, al no ser capaces de unir sus fuerzas. Acerca de esto nos dice Martí: “Cuando los dos héroes chocaron, y el continente iba a temblar, uno, que no fue el menos grande, volvió riendas”.[2] Lamentable desencuentro este, que retrasó considerablemente la expulsión del poder español de América Latina e impidió la consumación de una posibilidad de lucha unida que se hiciera extensiva a todo el territorio latinoamericano, posibilidad que aún sigue sin consumarse.

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