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REPARTICIÓN DE TIERRAS, ENCOMIENDAS Y FORMACIÓN DE LA HACIENDA EN EL VALLE DE LOS CHILLOS


Enviado por   •  10 de Octubre de 2012  •  1.939 Palabras (8 Páginas)  •  1.068 Visitas

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Entre el Pasochoa y el Ilaló, se encuentra el Valle de los Chillos y en su corazón, formado por los ríos Pita y San Pedro, está Sangolquí. A 2500 msnm, el valle cuenta con un clima húmedo templado que permite un suelo fértil apto para la producción agrícola. En el periodo prehispánico este valle se destacó por sus guabos, zapallos y maíz. Su nombre Chillo significa guabo, Uchillo; nombre con el que también se lo conocía, significa zapallo y guabo ; y el maíz es tan emblemático que, solo con la expansión del casco urbano quiteño, se dejó de producir en la zona.

A principios del siglo XVI la población del Valle estaba constituida por dos culturas, la quiteña y la cuzqueña. Esta última llegó con la conquista inca del territorio actual del Ecuador. Para diferenciarse los cuzqueños se hacían llamar mitimas y los quitus: mantayos. Entre los linajes mantayos más representativos está el de Azaña, Tupiza, Guallichicamen y Nacatac. Estos gobernaban pequeños bulus en Sangolquí, Alangasí, el valle de los Chillos y Tumbaco.

Los nombres de los mantayos fueron cambiando al mezclarse con los cuzqueños. Así surgieron nombres como Huallpa, Pilatuña, Yanchatipán, Pillajo, Tambada y Quimbiuco. Incluso el nombre de Sangolqui proviene de palabras de distinto origen: Sango (quichua), alimento sagrado de maíz, zapallo y amaranto; y Qui (quitu), mitad, medio o que divide. Sangolquí significa, entonces, bebida ritual de la mitad del mundo.

Durante la conquista, el señorío de Sangolquí se rebeló a los españoles. Los curacazgos de Guayasamín y Quingalumbo se destacaron por haber luchado junto a Atahualpa. Prestigio que durante la etapa colonial sería un elemento diferenciador entre los indios. Una vez acalladas las insurrecciones de los nativos y finalizada la fundación de San Francisco de Quito, comenzó la repartición del botín, tanto de tierras como de encomiendas. La población del Valle su distribuyó en las reducciones o puebos de indios de Uyumbicho, Pintag, Alangasí, Sangolquí (Urin Chillo) y Amaguaña (Anan Chillo).

La población de los alrededores de Quito, que encontraron los europeos, estaba atravesada por instituciones incaicas impuestas solo unas décadas antes. Ellos se valieron de ellas y las hicieron funcionales a su proceso de conquista. El territorio del valle de los Chillos, siguiendo la organización inca, estaba compuesto por tierras comunales, en las que habitaban y cultivaban los pobladores; y tierras del Inca o del Estado, cuya producción iba directamente al incario. Estas últimas serían las tierras que, en la primera etapa colonial, fueron repartidas a los colonizadores. Según la adecuación jurídica de la época, el Rey de España era el sucesor legítimo del inca, por lo que podía disponer de todas sus pertenencias, incluyendo tierras, servidores y tributos.

A partir del año temprano de 1535, se otorgaron las primeras tierras y encomiendas de Quito y sus alrededores. Los terrenos dados en la ciudad eran pequeños, mientras que los otorgados en los alrededores comprendían varias hectáreas. Tal fue la explosión la repartición de tierras, que para 1540, solo en el valle de los Chillos, ya se habían repartido 8000 hectáreas aproximadamente. Entre los primeros beneficiados estuvo Rodrigo Núñez de Bonilla, a quien, extraordinariamente, se le otorgó una encomienda y tierras dentro de la misma.

Durante la primera etapa colonial, la encomienda fue la principal forma de dominación a los indios. Esta era una institución colonial en la que se otorgaba a un conquistador una cantidad de indios tributarios a cambio de la enseñanza de la doctrina católica. Con esto, los encomenderos recibían tributos constantes y gozaban de un excedente para comerciar.

Entre los siglos XVI y XVII el Valle de los Chillos estuvo en manos de treinta y tres señores, dueños de estancias, y cinco encomenderos. La tenencia de las tierras era inestable, sobretodo en el período anterior a la formación de la Real Audiencia de Quito (1563). El proceso de repartición de tierra se valió de la organización social y territorial propia de la región, para consolidar la propiedad de vastos terrenos en pocas manos. Las antiguas tierras del Inca, ahora consideradas realengas, se concedieron mediante mercedes reales, cesión a las autoridades locales y el remates. Las autoridades del Cabildo fueron las principales beneficiadas. Mediante remates, dotes, expropiaciones y más, la tierra cambiaba constantemente de propietario.

Pese a que estaba prohibido ser propietario de las tierras de su propia encomienda, el alcalde y regidor Rodrigo Núñez de Bonilla recibió en 1536 propiedades en Chillo y Pintag, además de varias otras propiedades rurales aledañas a la ciudad. Y en 1548 el regidor perpetuo, contador y encomendero Francisco Ruiz, que se había mostrado fiel al rey, durante el conflicto entre los Pizarro y el Rey, recibió vastas propiedades en Inga, Canzacoto, Itolcache y Pingolcuy, así como el monopolio de suministro de cal a Quito, durante cinco años.

La encomienda, sin embargo, resultó ser una forma de control más sólida. En el Valle, su acción fue, de manera progresiva, controlando el pago de tributos, la tenencia de la tierra y la mano de obra indígena. Los encomenderos se fueron constituyendo como una de las élites quiteñas. Los encomenderos del valle fueron Núñez de Bonilla, a quien se le encomendó Pintag y Alangasí; Francisco Ruiz, a quien se le dio Pingolquí, Inga, Chananchillo, Uyumbicho, y otros fuera del valle; Pedro Martín Montanero, Sangolquí; Diego Fernández; Guangopolo y Carlos Atabalipa, hijo de Athualpa a quien se le entregó la encomienda de Conocoto. Esto consta en la “Relación de los encomenderos y repartición del Perú en 1561”, varias de estas encomiendas fueron dadas directamente por Francisco Pizarro y posteriormente La Gasca reafirmaría a Francisco Ruiz.

Según lo dispuesto, el

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