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Enviado por   •  26 de Mayo de 2014  •  Ensayo  •  374 Palabras (2 Páginas)  •  223 Visitas

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La línea que separa el amor del odio es muy delgada, tanto que apenas están separadas por un paso. ¿Topicazo? Pues no se crean, parece que estamos ante dos tipos de sentimientos aparentemente contradictorios, pero se que se activan en paralelo en nuestro cerebro. El amor y el odio comparten dos reacciones cerebrales muy similares: la de protección y la de inquietud.

En la primera de ellas se pone en marcha el área cerebral que planifica los movimientos (la agresividad ante el odiado o la necesidad de proteger al ser amado) y en el segundo no nos resulta indiferente ni la persona amada ni la odiada (en ambos casos nos producen fuertes reacciones de atracción o rechazo).

Las acciones o movimientos de defensa o protección se activan en dos áreas del cerebro: en el putamen (palabra derivada del latin, podar, que en seguida se me vuelven malpensados), que está situada en el centro del cerebro, y en la corteza insular, en la superficie lateral, donde se controlan la mayoría de las emociones.

Y hasta aquí las similitudes, porque amor y odio se diferencian, curiosamente, en un elemento esencial: la capacidad de razonar. Efectivamente, el amor, como dicen los poetas, es pasión e irracional mientras que el odio requiere una cierta capacidad de raciocinio o de cálculo. De nuevo, la literatura y la ciencia, en este caso la neurobiología, van de la mano y coinciden en sus explicaciones y diagnóstico.

De hecho, al estudiar el funcionamiento de nuestro cerebro, los investigadores descubrieron que cuando amamos se desactivan (dejan de funcionar) las áreas que están relacionadas con el razonamiento. En cambio, estas permanecen en actividad cuando lo que expresamos es un sentimiento de odio o rechazo hacia una persona.

Los sorprendentes resultados de esta investigación fueron publicados hace unos años en la revista PlosOne por un grupo de neurólogos del University College de Londres. Un equipo de neurólogos sometió a un grupo de personas a un experimento: comprobar mediante una resonancia magnética cómo se comportaba el cerebro ante la exposición reiterada a fotografías de personas que previamente habían señalado como gente odiada o amada.

Por cierto, odio no tiene nada que ver con la ira, el enfado o el miedo. Estos tres últimos se activan en otras regiones de nuestra mente.

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