Violencia y democracia en Chile
Enviado por ignaciobarrios • 26 de Agosto de 2013 • Monografía • 6.288 Palabras (26 Páginas) • 511 Visitas
105 ISSN 0716-8985 Revista de Historia y Geografía Nº 26 / 2012 • 105-117
Tribuna
Violencia y democracia en Chile, 1960-2011
Freddy Timmermann1
Para comenzar, es preciso nombrar el libro Genocidio y Transmisión de Helene Piralian. Me voy a permitir recordar un párrafo, pues tiene que ver con el genocidio, con el primer genocidio del siglo XX, cometido por los turcos contra el pueblo armenio. Un millón doscientas mil víctimas. Dice su autora: “El presente sólo es comprensible si puede dar cuenta de aquello que lo precedió. A su vez, la existencia del pasado depende de la capacidad de rememorarlo en el presente. La memoria es el terreno donde pasado y presente se reconocen para mostrarnos algún sentido en nuestra existencia. De esta manera la memoria se vuelve un gesto de responsabilidad: pertenece al campo de la ética”. Eso quiero que comprendan. Los estudiantes presentes, van a ser profesores, van a profesar una convicción ante sus alumnos, y en este tema que tratamos está presente el sentido no solamente cognitivo de la historiografía, sino un compromiso ético. Esto no es solamente temático. Si fuese temático, sería nada más que conocimiento para guardarlo en un museo, sin que ello generara consecuencias de cultura introspectiva cívica, que es lo que se quiere formar. Dice Helene, “el presente sólo es comprensible si se puede dar cuenta de aquello que lo precedió. A su vez, la existencia del pasado depende de la capacidad de rememorarlo en el presente…”, que es lo que estamos haciendo, ¿cuál es el vínculo? La memoria, la memoria es el terreno donde pasado y presente se reconocen para mostrarnos algún sentido en nuestra existencia, pero no se trata de la memoria emblemática de la Derecha, de la Izquierda, de los Militares, de la Iglesia, de los Empresa¬rios, de la Concertación. No se trata de una memoria emblema, no. Termina expresando Piralian: “…de esta manera, la memoria se vuelve un gesto de responsabilidad”. Por lo tanto, la memoria pertenece al campo de la ética, en este tema sobre todo. No es un asunto de enciclopedia, es de acción, la de cada uno de los futuros profesores en sus aulas.
El origen de la violencia en Chile
Partiré en el tema de la violencia al revés, voy a partir desde el presente. Es necesario precisar que la violencia que padecemos –la de los anarquistas,
1 Universidad Católica Silva Henríquez (Chile). E-mail: freddytimmermann@hotmail.com
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la de Carabineros, la del Estado que no garantiza el derecho a huelga, la de la inequidad en la Educación, la que permite que las Instituciones de Salud Previsional (ISAPRES) y Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) operen como lo hacen, entre otros– ha sido instalada, no en poca medida, por dis¬positivos de poder que se desarrollaron desde fines de la década de 1960 e, incluso, desde antes. Será sobre todo con el régimen cívico-militar instaurado entre 1973 a 1989, cuando se instaure la violencia económica, una violencia sicológica. Se instala al imponer el sistema neoliberal entre los años 1975 y 1990 en Chile. La forma de instalarlo es una imposición y no una proposición.
El Estado-nación poseía soberanamente en el siglo XX un enorme con¬trol normativo sobre la violencia. Se podría decir que eso hoy en día se ha perdido, pues ese control normativo está siendo permeado por complejos estratégicos de la paz neoliberal. Es posible pensar en aquellas instituciones transnacionales, de toda índole, que imponen sus lógicas sobre este Estado-nación. Por ejemplo, que Europa con la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) está apoyando el despojo de las riquezas de los países pobres. Otra muestra, es Libia. Evidentemente, Muamar Gadafi era un gobernante autoritario brutal, pero la “civilizada Europa” está lejos de enviar a sus ejér¬citos con el objetivo de eliminar a Gadafi, porque este sea una molestia para la democracia liberal. Alemania, Inglaterra, Francia –la cuna de la Revolución Francesa–, Estados Unidos, obviamente, el máximo complejo estratégico de paz neoliberal, participan para derribar al dictador, cierto, al mismo que años atrás habían armado. Se realizan numerosos ataques sobre la población civil, argumentando que el motivo final es la paz, porque siempre estos complejos estratégicos de la paz liberal son inteligentemente ambiguos. Lo esencial para ellos es apoderarse de una riqueza natural clave: el petróleo.
Eso es también lo que opera sobre Chile. Las mineras, las transnaciona¬les, ejercen la violencia sobre el poder político y sobre la sociedad. Todas las instituciones, todas las personas que están decidiendo el futuro de nuestro territorio sobrepasan el poder soberano del Presidente de la República. Las mineras contaminan los ríos, las mineras les quitan el agua a las comunida¬des indígenas en el norte, contaminan el aire que respiran los niños en las escuelas. Es la nueva dictadura del país y representa los complejos de la paz neoliberal transnacional.
El neoliberalismo les impuso una educación a los jóvenes que no es edu¬cación, una que los desinformó y deformó. Durante el 2011, el lamento de lo que padecen económicamente por financiarla, los llevó a moverse ante el gobierno, pero no a moverse de acuerdo a los cánones que a las generaciones anteriores, supuestamente nos formaron, centrados en motivos ideológicos o políticos. Entonces, tenemos una tensión sociopolítica que ha surgido de la práctica de lo que se llama una “nueva política cosmopolita”, que está basada en objetivos tales como la paz, los DD.HH. y el respeto al medio ambiente.
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Está surgiendo, paralelamente, con una política particularista de los Estados-nación, donde el papel de la política cosmopolita sería movilizar a esas redes que apoyan los valores contra los defensores de la guerra y la violencia. Entonces, por un lado, tenemos al Estado-nación y, por otro, los complejos estratégicos de la paz neoliberal y es en medio de ello que surgen estos jóvenes “mal educados” –en cuanto a cultura cívica se refiere– por el neoliberalismo. Por supuesto, se rebelan y operan no en función de la política ordenada, estéticamente pulcra en la urbe, en función de los canales que ofrece el Estado-nación, porque éste y sus elites –me refiero a la Derecha que trabajó con Pinochet y en la Concertación– no han generado institu¬ciones políticas capaces de comprender el dolor que padecen estas nuevas generaciones.
Sin embargo, ¿cuándo comienza a desarrollarse esta violencia? Para establecer un punto específico de partida,
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