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ALLENDE: LA MUERTE DE UN PRESIDENTE


Enviado por   •  30 de Noviembre de 2012  •  7.517 Palabras (31 Páginas)  •  595 Visitas

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ALLENDE LA MUERTE DE UN PRESIDENTE

El monólogo se desarrolla durante la última hora o algo más de vida de Salvador Allende, Presidente de Chile, en el Palacio La Moneda, sede del gobierno andino, durante el golpe militar que abolió las estructuras constitucionales del país y estableció un régimen de fuerza por un período de 17 años, al precio de miles de vidas. Es el 11 de septiembre de 1973. Allende ingresó al edificio a las siete y treinta de la mañana y su muerte se produjo alrededor de las dos de la tarde. El tiempo cronológico de los hechos ocurridos durante esa mañana está roto. También se incluyen comentarios expresados por Allende en otras oportunidades. El discurso de despedida es un fragmento del original, transmitido en directo por Radio Magallanes. Allende cambia de temas rápidamente y mezcla presente y pasado. Lo hace con coherencia y energía. Es una carrera contra el tiempo para pasar revisión a su gestión de gobierno, analizar su situación actual e incursionar en recuerdos personales. En algunos momentos el monólogo impresiona que es un diálogo con el fusil con el cual trata de combatir. Deberá figurarse un balcón hasta el nivel del piso al foro y una puerta de

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regulares dimensiones en cada uno de los laterales. Hacia el centro, un escritorio amplio, con varios teléfonos y un aparato de radio modelo de los años 70. También un rollo de cartulina tamaño diploma. Detrás del escritorio, un sillón. Otro en el lateral izquierdo. Sobre el piso un par de sillas volteadas. Objetos varios esparcidos desprolijamente. Se escucharán estallidos de bombas, disparos de fusiles, ráfagas de ametralladoras, ruidos de aviones y vehículos de tracción pesada, como tanques. El diálogo inicial entre el general Augusto Pinochet y el almirante Patricio Carvajal es una grabación original. También lo es la de Salvador Allende al final del monólogo. Mientras el público ingresa a la sala se escuchará la música del tango 'Salvador Allende', de Astor Piazzola. El director puede elegir otro tema musical, si lo desea, o suprimirlo. Con el escenario en total oscuridad se escucha el diálogo entre el general Augusto Pinochet y el almirante Patricio Carvajal.

Pinochet: Rendición incondicional, nada de parlamentar... ¡Rendición incondicional!

Carvajal: Bien. Conforme. Rendición incondicional y se le toma preso, ofreciéndole nada más que respetarle la vida, digamos.

Pinochet: La vida y su integridad física y enseguida se le va a despachar a otra parte.

Carvajal: Conforme. Ya... Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país.

Pinochet: Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país, pero el avión se cae, viejo, cuando vaya colando...

Carvajal: Conforme... (Ríe.) Conforme.

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Comienza a iluminarse el escenario. Se oyen estruendos de bombas y disparos de armas de fuego desde livianas a pesadas. Allende está hablando por teléfono. Tiene puesto un suéter de cachemira, de cuello alto, color gris; pantalones de paño, grises; saco de tweed, también gris. Del bolsillo superior asoman las puntas de un pañuelo rojo. En la cabeza, un casco militar norteamericano, con las correas de seguridad sueltas, que se quitará y pondrá de acuerdo a las instrucciones del director.. Calza sus clásicas gafas de marco negro y grueso y carga de un hombro, sostenido por su bandolera, un fusil tipo AKA.

ALLENDE: (Contundente.) ¡Pinochet tiene que entender mi mensaje!... El presidente de Chile no se rinde y sólo recibe en La Moneda. Si quiere que nos entrevistemos, ¡que no sea maricón y que venga a buscarme!... ¡Que no olvide que soy su jefe! (Sin escuchar la respuesta, deposita el auricular en su base con un golpe fuerte.) Pinochet... !Traidor de mierda!... Y yo preocupado que hubiera sido detenido. (Protesta.) El detenido soy yo. Cómo se habrán reído los carabineros al saludarme esta mañana cuando entré al edificio. (Suspira con un dejo de desafío.) ¡Cuánto habrán gastado los norteamericanos para comprar a estos mierdas!... (Contabilizando.) Pinochet, Merino, Leigh... ¡Tres carajos!... (Se acuerda de otro nombre.) Ah, y Mendoza, que se nombró a sí mismo Jefe de Carabineros. Cuatro traidores que se vendieron a quienes se alimentan con el hambre de los chilenos... (Como confirmando.) ¡Los norteamericanos los compraron porque están en venta como las putas!... (Toma el rollo de cartulina y golpea sobre el escritorio para acompañar lo que dice. Cuando se da cuenta lo retorna al escritorio). (Al fusil.) ¡Por qué!... Siempre los respeté y nunca los desprecié como ellos lo hicieron conmigo y con el general Prats, su propio comandante. (Pausa). Buen soldado Prats. Pero lo humillaron y debió renunciar. (Irritado.) Cabros del carajo, mandaron a sus mujeres a que lo insultaran... ¡Nunca imaginé que los generales de Chile fueran tan cobardes!... ¡Pobre Prats!... (Lento.) Lloró y cuando un general llora quiebra su espada. (Pausa.) Conozco algo de esto porque también

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lloré cuando los mineros dudaron de mi palabra, porque no entendían que no podían marchar más rápido que el país. (Al fusil.) El golpe de Prats fue en contra de mí. Sabían que sin él me iba a quedar sin una pierna. Pero si Prats no hubiera renunciado habría estallado la guerra civil. Y ninguno de los dos queremos sangre, pero nos engañamos al creer en la obediencia de los milicos y nos quedamos solos. (Suena un cañonazo. Refiriéndose al mismo.) Así se escribe la primera página del Chile nuevo con el cual sueño... No comprenden que queremos una revolución en democracia y confunden revolución con comunismo y se asustan. Cuando terminen de matarnos comprenderán que las balas tienen memoria de plomo... (Suena un teléfono. Se apresura a contestar la llamada. Sorprendido.) ¡Almirante Carvajal! (Respuesta.) Lo escucho. (Reacciona con irritación.) ¡Pero ustedes qué se han creído!... ¡Métanse el avión por el culo!... ¡Usted está hablando con el Presidente de Chile y el Presidente de Chile no se rinde!... ¡Entiéndalo usted y dígaselo a los otros traidores!... ¡Salvador Allende no se rinde!... (Cuelga el auricular con notoria brusqueda.) Esta mañana entré a La Moneda por la puerta principal, como Presidente de Chile y sólo saldré por la misma puerta y como Presidente de la Nación. Yo no huyo en pijamas ni golpeo las puertas de las embajadas. (Nuevos cañonazos.) Un golpe perfecto. Me encerraron en La Moneda. (Al fusil, como confiándole un secreto.) Apenas unos pocos amigos que deben marcharse... La soledad no es estar solo,¿sabes?, sino es los sueños que dejan de ser sueños, los amigos que mueren y los que ya no son amigos... (Como si recordara a alguien que no está presente.) ¿Y Letelier?... ¿Dónde está Orlando? (Como buscando a Letelier.) Lo envié esta mañana al Ministerio de Defensa y no ha regresado

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