Amadeo Jacques
Enviado por antocampillay97 • 26 de Agosto de 2014 • 665 Palabras (3 Páginas) • 229 Visitas
Estatura elevada, gran corpulencia, andar lento, un tanto descuidado, usaba un traje negro y unos amplios y enormes cuellos abiertos, rodeando un vigoroso pescuezo de gladiador. La cabeza era soberbia: grande, blanca, luminosa, de rasgos acentuados. La calvicie le tomaba casi todo el cráneo, que se unía en una curva severa y perfecta, con la frente ancha y espaciosa, surcada de arrugas profundas y descansando, como sobre dos arcadas poderosas, en las cejas tupidas que sombreaban los ojos hundidos y claros, de mirar un tanto duro y de una intensidad insostenible; la nariz casi recta, pero ligeramente abultada en la extremidad, era e aquel corte enérgico que denota inconmovible fuerza de voluntad. En la boca, de labios correctos, había algo de sensualismo; no usaba más que una ligera patilla que se unía bajo la barba acentuada y fuerte, como las que se ven en algunas viejas medallas romanas.
Los alumnos lo respetaban y admiraban mucho, era al único que le permitían que usara gestos demasiados expresivos, como pegarles.
Estatura elevada, gran corpulencia, andar lento, un tanto descuidado, usaba un traje negro y unos amplios y enormes cuellos abiertos, rodeando un vigoroso pescuezo de gladiador. La cabeza era soberbia: grande, blanca, luminosa, de rasgos acentuados. La calvicie le tomaba casi todo el cráneo, que se unía en una curva severa y perfecta, con la frente ancha y espaciosa, surcada de arrugas profundas y descansando, como sobre dos arcadas poderosas, en las cejas tupidas que sombreaban los ojos hundidos y claros, de mirar un tanto duro y de una intensidad insostenible; la nariz casi recta, pero ligeramente abultada en la extremidad, era e aquel corte enérgico que denota inconmovible fuerza de voluntad. En la boca, de labios correctos, había algo de sensualismo; no usaba más que una ligera patilla que se unía bajo la barba acentuada y fuerte, como las que se ven en algunas viejas medallas romanas.
Los alumnos lo respetaban y admiraban mucho, era al único que le permitían que usara gestos demasiados expresivos, como pegarles.
Estatura elevada, gran corpulencia, andar lento, un tanto descuidado, usaba un traje negro y unos amplios y enormes cuellos abiertos, rodeando un vigoroso pescuezo de gladiador. La cabeza era soberbia: grande, blanca, luminosa, de rasgos acentuados. La calvicie le tomaba casi todo el cráneo, que se unía en una curva severa y perfecta, con la frente ancha y espaciosa, surcada de arrugas profundas y descansando, como sobre dos arcadas poderosas, en las cejas tupidas que sombreaban los ojos hundidos y claros, de mirar un tanto duro y de una intensidad insostenible; la nariz casi recta, pero ligeramente abultada en la extremidad, era e aquel corte enérgico que denota inconmovible fuerza de voluntad. En la boca, de labios correctos, había algo de sensualismo; no usaba más que una ligera patilla que se unía bajo la barba acentuada y fuerte, como las que se ven en algunas
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