América Antigua
Enviado por mcegr • 18 de Mayo de 2013 • 711 Palabras (3 Páginas) • 412 Visitas
Crónica del Perú, Cieza de León.
Marcela García Ramírez.
A lo largo de estos capítulos su autor, Pedro Cieza de León, nos relata a manera de crónica sus “descubrimientos” en lo que actualmente conocemos como Perú.
El ya mencionado autor nació en Badajoz aproximadamente en el año de 1520, fue parte de los “cronista de Indias” gracias a la particular atención a los sucesos históricos. Llegó a Perú en 1547, en donde también iniciaría sus estudios etnológicos.
Leer los hallazgos del conquistador resultan interesantes, pues nos permiten conocer de cerca de qué manera se veía a los indios naturales del Perú y por tanto, en base a qué se les juzgaba o comprendía. Sus crónicas están divididas por capítulos, cada capítulo da razón de una provincia en específico.
Es en el capítulo XX que detalla las costumbres en la provincia de Paucura, menciona puntualmente que el área estaba habitada por 5 o 6 mil “indios”, por lo cual podemos deducir que eran zonas grandes, escribe también que dichos indios difieren en maneras y lengua de los que hasta ese momento conocía. Menciona también que la existencia de oro no era tan próspera como en las regiones pasadas, esto se vería reflejado en el tamaño de las casas y los atuendos de los habitantes. Como es normal encontrar en la zona, la base de la alimentación y principal producto para la cosecha era el maíz. Resultan interesantes los apuntes del autor sobre las prácticas de antropofagia, al respecto describe que las víctimas eran prisioneros de guerra y los cuerpos eran vendidos en la plaza principal. Los sacrificios eran ofrecidos el día martes y consistía en matar a dos indios, situación similar a la provincia de Arma.
Cieza de León también parece interesado en el “descubrimiento” de nuevas frutas, tales como el aguacate y la guayaba que describe como “viciosas”
Otra zona comprendida por el cronista es la de la provincia del Pozo, la cual según sus pobladores fue constituida por viejos habitantes de la ya mencionada provincia de Arma, por lo cual eran similares en la actitud bélica y apego al canibalismo. Este capítulo no sólo menciona pormenores sobre el tipo de vivienda, creencias religiosas, carácter de sus habitantes, sino que aborda un tema muy importante, el cual es la concepción de la muerte; detalla que las sepulturas se hacían dentro de las casas, enlista algunos ejemplos de cosas que servían de ofrendas: desde vinos de maíz, oro y hasta mujeres aún vivas. Esto pues si bien no se tenía idea de que el cuerpo fuese poseedor de un ánima, como en la creencia cristiana, se creía que el cuerpo sería capaz de regresar quizá “transfigurado”, es por esto que se le procuraban cosas que lo hicieran feliz durante esta transición.
Aquí el autor se detiene para retratar de qué tamaño era la riqueza de oro en el Imperio Inca, asegura haber escuchado que todo el oro saqueado
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