Análisis Gramatical
Enviado por chemogol • 26 de Agosto de 2013 • 10.439 Palabras (42 Páginas) • 582 Visitas
El análisis gramatical y la predicación expositiva
George J. Zemek
El expositor es retado a predicar la Palabra, no meramente a sermo¬near de ella o acerca de la misma. Si las personas han de ser maravi¬llosamente cambiadas por gracia, nosotros, como predicadores, debemos ofrecerles sermones que expliquen las palabras de la Pala¬bra. No debemos involucrarnos, sino más bien permitir que nues¬tros textos se «prediquen» por sí mismos. La metodología aquí dis¬cutida y ejemplificada provee un medio para aumentar la soberanía y la eficacia del texto. Es necesario darle al significado de cualquier pasaje a predicarse el derecho de mostrar su propio bosquejo. Por lo tanto, lo que sobresale en un sermón es lo que el Espíritu ha inspi¬rado de forma poderosa en ese texto de la Escritura. El resultado es que Dios está complacido no sólo con nuestra ortodoxia teológica, sino también con nuestra ortopraxis metodológica.
La preparación para una predicación genuinamente expositiva implica mucho más que dedicarse a estudios lexicográficos genuinos. Las palabras
de la Biblia no sólo son inspiradas por Dios (2 Ti 3.16), sino también lo son las relaciones de esas palabras entre sí. Por lo tanto, el predicador consagrado a tratar la Palabra de Dios de manera precisa (2 Ti 2.15) debe estar dispuesto a invertir bastante esfuerzo estudiando las dimensiones sin¬tácticas (es decir, las que incumben a las correlaciones de palabras, frases, cláusulas, etc.) así como las semánticas (es decir, las que conciernen a las palabras y sus significados contextúales) del texto bíblico.
Esto no sólo parece una labor ardua, ¡lo es! Sin embargo, es absoluta¬mente esencial, ya que la teología bíblica nos informa que el Espíritu Santo usa esos mismos términos, frases, cláusulas, etc., de Su Palabra para pro¬ducir y sostener cambios en la vida de las personas. Los atajos no son una opción para el predicador comprometido seriamente a enmarcar su meto¬dología exegética y homilética con la teología (especialmente incluyendo su bibliología, hamartología y soteriología) que profesa sostener.
LA NECESIDAD DE UNA EXPOSICIÓN TEXTUAL GENUINA
Un breve repaso de la necesidad de una exposición textual genui¬na es apropiado tanto para certificar como para motivar las labores del predicador en la preparación.
La necesidad teológica
El siguiente razonamiento teológico bosqueja la superioridad teoló¬gica de una exposición textual bien balanceada.
1. Ya que la humanidad, en general, no tiene esperanza innata y es desva-lida en cuanto a su propio avance o reforma espiritual (por ejemplo, Gn 6.5; 8.21; Job 4.17; 14.4; 15.14-16; 25.4-6; Sal 14.1-3; 51.5; Is 1; Jer 13.23; 17.5, 9; Mr 7.20-23; Ro 1.18ss.; 3.9-18; 5.6-10, 12ss.; 1 Co 2.14; 2 Co 4.3-4; Ef 2.1-3; 4.17-19; Col 1.21; etc.),
2. y debido a que los pecadores salvados sufren de embriaguez hamar- tiológica (pecado) (p. ej., Ro 7.14ss; 12.1-2; 1 Jn 1.8-10; etc.),
3. y como la Palabra de Dios a menudo se asocia con su poder, especial-mente respecto a vencer los problemas del pecado (p. ej., Sal 19.7-8; 119; Jer 5.14; 23.29; Ro 1.16; Ef 6.17; 1 Ts 1.5; 2 Ti 3.15; He 4.12- 13, etc.),
4. y ya que «el predicador cristiano [...] es un heraldo» de la poderosa Palabra de Dios, ENTONCES la manera más lógica de aprobar plena-mente nuestro ministerio es mediante una actividad de toda la vida en la exposición textual de todo el consejo de Dios mientras nos somete¬mos humildemente, así como los resultados, al Espíritu soberano.
Las implicaciones de 2 Timoteo 4.2 son obvias. John Stott ha dicho: «Timoteo ha de "predicar" esta palabra, él mismo hablará lo que Dios ha hablado». El contenido de esta proclamación se delinea cuidadosamen¬te: Es «la palabra» lo que ha de proclamar. En la práctica, esto implica «la validez exclusiva de la predicación expositiva», y «lo mejor de la predicación expositiva» es «la predicación textual». Por consiguiente, si proclamamos fielmente los términos de la Palabra (a saber, la exposición textual genuina), «el sermón no es nada menos que una representación de la Palabra de Dios».
No en balde Pedro pidió que «si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios» (1 P 4.11). Por lo tanto, es posible, si nuestra meta es la completa fidelidad al texto bíblico, acercarnos a lo que Pablo escribió en 1 Tesalonicenses 1.5 y 2.13. Como concluye Runia: «Si el predicador actual lleva el mismo mensaje [a saber, la Palabra profético-apostólica que ahora está escrita [...] Dios también habla mediante él. Además, su palabra (a saber, la del predicador) no sólo es un término humano, sino la Palabra de Dios mismo».
La necesidad actual
En verdad ha llegado el tiempo para un redescubrimiento de la pre-dicación expositiva. La evaluación de Kaiser de la situación contem¬poránea esté llena de conocimiento:
No es un secreto que la Iglesia de Cristo no goza de buena salud en muchas partes del mundo. Ha estado languideciendo porque ha sido alimentada [... con] «basura» [...] El texto bíblico a menudo no es nada más que una [consigna] o un refrán en el mensaje [...] La exposición bíblica ha llegado a ser un arte perdido en la predicación contemporánea. La más descuidada de todas las secciones bíblicas es el Antiguo Testamento, ¡más de tres cuar¬tos de la revelación divina! [...] La predicación de refranes podría agradar a las masas ya que está llena de muchos lemas proverbiales o epigramáti¬cos e interesantes anécdotas, pero siempre será una palabra débil, carente de autoridad y de la confirmación de la Escritura [...] Los parroquianos
estadounidenses [...] a menudo son recompensados con más o menos el mismo tratamiento: arreglos repetitivos de las verdades más elementales de la fe, arengas constantes que son populares en las audiencias locales, o men¬sajes cómicos y astutos acerca de los temas más amplios relacionados con anécdotas humorísticas y atractivas preparadas para satisfacer los intereses de los que son espiritualmente vagos y no desean ser afectados más allá de la jocosidad de escuchar otro buen chiste o historia [... ad nauseam].
Es justo que mucha de la culpa sea de los cocineros espirituales que, a pe¬sar de estar adecuadamente preparados en las artes culinarias para crear comidas de expertos, se han convertido en cocineros conocidos por sus limitados menús de la así llamada comida rápida. Una dieta constante de grasientas hamburguesas y papas fritas espirituales jamás nutrirá un cuerpo de Cristo fuerte y saludable. Los hombres de Dios saben que esto es cierto y deben responder con algo más que meras confesiones de faltas en esta área vital del ministerio. Ahora es el momento de llevar fruto proporcionado con el «arrepentimiento».
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