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Benito Juarez


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2014  •  6.545 Palabras (27 Páginas)  •  193 Visitas

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UNIVERSIAD TECNOLOGICA DE CADEREYTA

ALUMNA: Sanjuana Teresita Campos Leal

GRUPO: 34DNAM7N

CARRERA: Desarrollo de Negocios Área Mercadotecnia.

MATERIA: Relaciones humanas

MAESTRA: Lic. Yojebet Meléndez Cermeño

FECHA: 25-NOVIEMBRE-2014

INTRODUCCIÓN

Con el tiempo se modifican las ideas. Antes, sólo eran grandes hombres aquellos que en los campos de batalla cosechaban victorias y se elevaban a la categoría de semidioses, y aun a la de dioses, a los conquistadores incontrastables.

En nuestra época somos más exigentes: pagamos todavía tributo de admiración al soldado que vence y aun a aquel que si no alcanza el triunfo, al menos sabe caer envuelto en el manto de la gloria, pero ya no bastan el valor, la ciencia militar y el buen éxito para que conservemos la memoria del héroe, sino que ignoramos el móvil que le guió, la causa que le sirvió de bandera y las trascendencias de su triunfo en favor de su patria o de la humanidad.

Es que junto al hecho buscamos el derecho y no nos entusiasma la fuerza sino cuando va unida a la razón.

Y no es al soldado al único que consideramos grande, sino que hacemos menos al glorioso dictado también, y aun de modo preferente, a quienes jamás tomaron las armas y sin ellas realizaron conquistas menos aparatosas, pero más efectivas, mostraron las esferas de la ciencia, procurando mayor bienestar a la sociedad, rompiendo algún eslabón de los que atan la libertad del hombre, y medimos su talla por lo que hay de verdadero, de útil, de trascendental y de perdurable en la obra que sirve de pedestal a su grandeza, pues creemos, como Séneca, que para poco nació quien sólo aprovecha a las gentes de su tiempo.

El ideal que concibió Juárez desde la juventud fue concluir, de una vez para siempre, con el régimen teológico-militar que pesaba sobre su patria como una maldición bíblica. A la consecución de ese ideal consagró toda su vida.

Abandonó el seminario para entrar en la escuela laica; dejó la teología para estudiar el derecho; apartó la vista de la metafísica para fijarla en la vida real y positiva. No pensó en redimir á la humanidad, que para ello carecía del cinismo de los que se pretenden enviado de Dios o hijos de la divinidad; pensó en redimir a su patria, porque sintió en sí la fuerza necesaria para luchar a todo trance, para arrostrar todos los peligros, para sufrir los martirios.

Adivinó desde temprano que estaba predestinado a la lucha, y para aprender a vencer a los demás, empezó por vencerse a sí mismo, dominando todas sus pasiones hasta enseñorearse de ellas por completo. Ese predominio sobre su persona llegó hasta el punto de hacer que su cuerpo fuese insensible aun a las necesidades más imperiosas, sin llegar a la anulación que alcanzan los fakires de la India en sus profundas abstracciones, y en la aspiración constante al nirvana que constituye el fondo de sus ideas religiosas. Por lo contrario, Juárez fue un hombre eminentemente práctico y consagró su vida política al estudio de la realidad inmediata, abandonando de un modo absoluto cuanto significaba especulación metafísica.

Redimió al hombre, convirtiéndolo en ciudadano. En su nivelación social no hizo descender al abismo a los que se enseñoreaban de la cumbre, sino que elevó a los caídos y hollados para llevarlos a la región que era patrimonio de los privilegiados. Suprimió los fueros del clero y del militar. Sometió el derecho canónico al derecho común, para cuanto se relacionaba con la vida pública, e hizo que la espada en vez de pesar sobre la ley, fuese la servidora del derecho. Apagó el rayo de Jehová y rompió el acero del Breno.

Creó el estado civil. En lo adelante el Estado registró el nacimiento y la defunción; presidió el matrimonio, no para santificarlo, sino para dignificarlo; y fue y es el único competente para resolver en materia de divorcio.

Su lema fue: «El respeto al derecho ajeno es la paz»; sublime programa para el individuo y para la sociedad; porque allí donde todos respetan los derechos de los demás, todos cumplen con su deber; y donde todos cumplen con su deber, nadie lesiona el derecho de otro, y se suprime el delito, quedan abolidos los disturbios, no hay lugar a controversias civiles y se hacen casi imposibles las cuestiones internacionales.

Juárez predicó con la palabra y con el ejemplo.

La muerte es una ley, y aquel hombre, acatador de la ley, la respetó sin protesta alguna.

La muerte no es motivo de sobreseimiento; por lo contrario, en virtud de ella se eleva el proceso a la segunda instancia, y se oye, como testigo, a la generación contemporánea, con sus apasionamientos favorables y desfavorables, y a la generación que sigue, con sus votos de gratitud o sus imprecaciones de odio; y a la subsecuente, con su experiencia, su serenidad y sus conclusiones filosóficas.

La historia comienza desde que comienza el hecho, y desde entonces se inicia el juicio contradictorio.

Biografía

Benito Juárez García nació el 21 de marzo de 1806 en el poblado de San Pablo Guelatao, Oaxaca, población ubicada en la cadena montañosa ahora conocida como La Sierra Juárez de Marcos y entonces perteneciente a la jurisdicción de Santo Tomás de Ixtláncotoyol. Bautizado un día después de su nacimiento en la parroquia de Santo Tomás Ixtlán.5 Los padres de Benito Juárez, Marcelino Juárez y Brígida García, eran, según sus propias palabras, «indios de la raza primitiva del país»6 que fueron agricultores. Ambos murieron cuando él tenía tres años, su madre durante el alumbramiento de su hermana María Alberta Longinos. Benito junto con sus hermanas María Josefa y Rosa quedaron bajo el amparo de sus abuelos paternos Pedro Juárez y Justa López igualmente indios de la «nación zapoteca» y su muy pequeña hermana María Longinos con su tía materna Cecilia.6 A los pocos años murieron también sus abuelos y las dos hermanas mayores de Benito se casaron, quedando él finalmente bajo la custodia de su tío Bernardino Juárez. A partir de entonces trabajó como peón del campo y como pastor de ovejas hasta la edad de doce años. Su tío Bernardino conocía el castellano y se lo enseñaba a Benito que mostraba entusiasmo en aprenderlo sin embargo las labores del campo y el hecho de que en el pueblo no se hablara el castellano no permitieron que Benito avanzase mucho en su aprendizaje. En su pueblo, como sucedía en las poblaciones pequeñas, no existía ni la más elemental escuela. Benito se daba cuenta que quienes aprendían a leer lo hacían viajando a la ciudad, ya sea costeándose una pensión o trabajando como sirvientes en las

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