CRÓNICA PIEL DE FUEGO
Enviado por Sergio Camilo Marin Reyes • 9 de Noviembre de 2017 • Apuntes • 642 Palabras (3 Páginas) • 129 Visitas
PIEL DE FUEGO
A Lizeth nunca le gustó festejar su cumpleaños. Ya desde chica. Cuando en 2002 se casó con Felipe Guzman, su segunda pareja y compañero de trabajo, no quiso fiesta ni nada. Quería ir al registro civil con los testigos y después irse a su casa o a laborar. Tampoco deseaba celebrar el fin de año del 2013 en su casa en Ibagué. Ella lo único que quería era estar tranquila.
“La ola de calor más extensa de la historia” comenta Lizeth . Por esos días, las temperaturas alcanzaban los 40 grados no tenía ganas de celebrar. Ella solo anhelaba paz.
—Mi memoria no anda bien— es lo primero que me dice, cuando me recibe en la casa y dos gatos se acercan a saludarme. Lleva una blusa mangas cortas y un pantalón desteñido. Es baja, tiene el cabello oscuro y recogido con una mirada pacífica. Lleva un pañuelo en el cuello.
—Ese día hablé con Felipe y le dije: “yo no voy a festejar, así que has lo que quieras. Anda con tu familia”. Al principio me dice que sí, pero a las cinco de la tarde, llega con un montón de comida y me entero que viene con su familia a pasar acá, a Ibagué.
Esa tarde discutió con su marido. Ella lloraba de la angustia. Su hija, fruto de un matrimonio anterior, antes de irse a la casa de su novio a pasar año nuevo, tuvo una mala sensación y le advirtió que si algo le sucedía a su madre, “iba a pagar todo muy caro”.
Por la noche, Lizeth tomó la medicación para la depresión e hizo como si nada: lució una blusa de seda y comieron un asado con la familia de su esposo. A la una de la mañana, se fue a recostar a su habitación.
—Sabía que iba a terminar trasnochada. Yo siempre era la marica que tenía que llevarlos a todos a sus casas, porque como todos tomaban, nadie podía manejar.
A las 05:30 de la mañana, él la fue a buscarla a su dormitorio para que lleve a sus familiares, a quince cuadras de su casa.
—Pero como yo me negaba a levantarme, me sacó de los pelos de la cama, me desfiguró la cara a trompadas, y así y todo fui a hacer dos viajes. Él fue de acompañante. Más allá de lo que me había pasado, que era muy natural y común el estar golpeada, me dije: no importa, cuando lleguemos a casa se va a dormir en el asiento del auto. Después se va a levantar y va a hacer de cuenta que nunca pasó nada.
Al regresar, lizeth entró el auto al garaje, se bajó rápido y procuró adelantarse a su marido. Pero en un descuido, él ya estaba frente a ella. Forcejearon en el patio. La parrilla estaba cerca. Y allí, el alcohol y el encendedor que utilizaron para hacer el fuego del asado que habían cenado. Como se lo quería sacar de encima, dio un giro como para agarrar algo. En ese instante, sintió algo frío en su cuerpo.
—Qué hijo de puta, pensé. Me tiró agua fría. Pero cuando me doy vuelta, y ya siento el calor. Me había prendido fuego. Habrá durado todo unos segundos. Fueron dos o tres segundos, en los que él me suelta -porque me tenía agarrada del pelo- yo corro y me tiro a la pileta, que por suerte estaba llena.
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