Capitulo 10 colombia una nacion a pesar de si misma
Enviado por Davidbasante • 17 de Febrero de 2016 • Resumen • 9.519 Palabras (39 Páginas) • 4.446 Visitas
CAPITULO \O EL FRENTE NACIONAL: LOGROS y FRACASOS (1958-1978) El derrocamiento de Rojas Pinilla dio paso a una nueva era de reconciliación política y paz doméstica, que favorecería el rápido desarrollo social y económico de Colombia. Estos objetivos se lograron en gran medida, aunque, a juzgar por los resultados, cuanto más progreso se conseguía en un área, más problemas se evidenciaban en otras. Las fuerzas que terminaron con la dictadura permanecieron unidas, con tal éxito. que la política colombiana llegó a ser casi aburrida; con todo, los , dirigentes liberales y conservadores no tuvieron tan buen resultado en el manejo del nuevo problema de la insurgencia guerrillera de izquierda. Se operó un crecimiento económico significativo y se dieron notables mejoras en la educación pública, pero no hubo grandes cambios en los patrones generales de la desigualdad social. Mientras tanto, los avances en los transportes y la infraestructura de las comunicaciones, lo mismo que el desarrollo de los medios de comunicación masivos, sirvieron para reducir las diferencias entre las regiones -que alcanzaron un sentido de cultura nacional sin precedentes- e hicieron más difrcil ignorar los problemas todavía no resueltos.
INSTITUCIONALIZACIÓN DEL MANDATO BIPARTIDISTA La Junta Militar que remplazó a Gustavo Rojas Pinillaen mayo de 1957 nunca aspiró a ser más que transitoria y permaneció en el poder el tiempo suficiente para que, bajo un nuevo conjunto de disposiciones diseñado especialmente para evitar el regreso de la violencia entre los partidos que había afectado tan gravemente al país, se eligiera un nuevo gobierno civil. Estas reglas, concebidas por las cabezas de los dos partidos tradicionales y posteriormente aprobadas por los ciudadanos en un plebiscito popular, sentaron las bases para el peculiar régimen de coalición bipartidista conocido como Frente Nacional, que perduró hasta los años 70. En cierta medida, evocaba otras coaliciones que habían surgido en tiempos de crisis nacional (más recientemente en 1946, por ejemplo). Pero esta coalición, a diferencia de las otras, seguía una serie de pautas matemáticas añadidas a la Constitución, de manera que todo el mundo pudiera conocer exactamente las reglas del juego y estar consciente de que dichas reglas no podrían ser cambiadas de un día para otro. En ellas se especificaban dos puntos principales: los partidos Conservador y Liberal compartirían igualitariamente, y por obligación, todos los cargos (por elección y por nombramiento) y se alternarían en la presidencia. Un corolario natural fue la exclusión formal de terceros partidos del poder político. Para algunos observadores externos, así como para una minoría desafecta de colombianos, las nuevas reglas representaban, por su propia naturaleza, una negación de los principios democráticos. Sin duda alguna, se restringía la política democrática, pero menos de lo que en principio podría pensarse. Para empezar, aunque para la época el Partido Liberal superaba claramente al Conservador en respaldo popular, no era tan poderoso como para que la obligada igualdad con el Partido Conservador violentara seriamente la voluntad de los habitantes, por lo menos en lo que respecta a la nación como un todo. En algunos municipios, sin duda, un partido podría tener tal predominio, que sería difícil encontrar suficientes miembros del otro para ocupar el 50% de los cargos locales garantizados. El sistema del Frente Nacional tampoco puso. término a la competencia electoral. Aunque cada partido contaba de antemano con la mitad de los escaños del Congreso, las Asambleas Departamentales y los Concejos Municipales, todavía realizaban elecciones para todas las corporaciones y la competencia a menudo era aguda; se trataba apenas de la rivalidad entre diferentes listas de candidatos liberales o conservadores por la participación garantizada en el poder para cada partido. Incluso se podría decir que la exclusión de terceros partidos era menos importante de lo que parecía. Aparte de la insignificancia general de tales agrupaciones en la polftica colombiana, no había ningún reglamento que determinara los requisitos para pertenecer a los partidos. De esta manera, cualquier persona, hombre o mujer, podía hacerse llamar liberal o conservador el día de las elecciones y competir por un lugar en la cuota de talo cual partido. Los comunistas, por ejemplo, presentaron candidatos como miembros de una facción disidente del Partido Liberal, improvisada para este propósito, y los resultados que obtuvieron fueron tan pobres como habrían sido si se hubieran presentado con sus propios colores. Los mecanismos institucionales del Frente Nacional fueron concebidos para permanecer vigentes durante 16 años, correspondientes a dos períodos presidenciales para cada partido. Pero una nueva reforma constitucional, adoptada en 1968, determinó que el sistema fuera gradualmente eliminado; la competencia electoral sin restricciones sería restablecida en su totalidad en 1974, y el requisito de compartir los puestos públicos de nombramiento del Ejecutivo terminaría en 1978. Sin embargo, la reforma constitucional estipulaba que el partido perdedor en la elección presidencial debía recibir una cuota «adecuada y equitativa» de poder, aunque esta fórmula no se definió claramente. En consecuencia, el mandato de coalición se prolongó en la práctica hasta 1986, cuando el Presidente liberal Virgilio Barco, habiendo ofrecido a los conservadores una participación que éstos desdeñaron por considerarla insatisfactoria, volvió a una administración uni- . partidaria. El primero de los presidentes del Frente Nacional fue un liberal, Alberto Lleras Camargo, quien había ocupado el mismo cargo entre 1945 Y 1946, luego de la renuncia de Alfonso López Pumarejo. Lleras había permanecido fuera del país durante la Violencia, tiempo en el cual acrecentó su prestigio personal y político como Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), y posteriormente fue uno de los arquitectos de la alianza entre liberales y conservadores que depuso a Rojas Pinilla. Conocido como gran conciliador y altamente estimado en los Estados Unidos -de los cuales Colombia esperaba recibir ayuda para la rehabilitación nacional-, era la persona indicada para inaugurar el nuevo sistema. Su sucesor conservador, de 1962 a 1966, fue Guillermo León Valencia, político de vieja escuela, recordado por pintorescos pasos en falso como saludar a Charles de Gaulle a su llegada a Bogotá con un estruendoso «iViva España!». Por lo menos, era un hombre tolerante y de buena voluntad, que administró en concordancia con el espíritu del Frente Nacional hasta pasar el poder al tercer Presidente, el liberal Carlos Lleras Restrepo, primo lejano de Lleras Camargo. Entre todos los presidentes del Frente Nacional, el segundo Lleras fue con creces el más vigoroso administrador
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