Carta De Colon
Enviado por walter01766 • 11 de Diciembre de 2014 • 2.550 Palabras (11 Páginas) • 246 Visitas
LA CARTA DE COLÓN
CRISTÓBAL COLÓN
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Señor: Porque sé que auréis plazer de la grand vitoria que nuestro
Señor me ha dado en mi viaje vos escriuo ésta, por la qual sabreys
cómo en ueinte dias pasé a las Indias con la armada que los
illustríssimos Rey e Reyna, nuestros señores, me dieron, donde yo fallé
muy muchas islas pobladas con gente sin número, y dellas todas he
tomado posesión por Sus Altezas con pregón y uandera rreal estendida,
y non me fue contradicho.
A la primera que yo fallé puse nonbre Sant Saluador, a
comemoración de su Alta Magestat, el qual marauillosamente todo esto
an dado; los indios la llaman Guanahaní. A la segunda puse nonbre la
isla de Santa María de Concepción, a la tercera, Ferrandina; a la quarta,
la isla Bella, a la quinta, la isla Juana, e así a cada una nonbre nueuo.
Quando yo llegué a la Juana seguí io la costa della al poniente, y la
fallé tan grande que pensé que sería tierra firme, la prouincia de
Catayo. Y como no fallé así villas y luguares en la costa de la mar,
pequeñas poblaciones, con la gente de las quales no podía hauer fabla,
porque luego fuyan todos, andaua yo adelante por el dicho camino,
pensando de no errar grandes ciudades o villas, y al cabo de muchas
leguas, visto que no hauía innouación i que la costa me lleuaua al
setentrión, de adonde mi voluntad era contraria, porque el ivierno era
ya encarnado, yo tenía propósito de hazer del al austro y tanbién el
viento me dio adelante, determiné de no aguardar otro tiempo y boluí
atrás fasta un señalado puerto, de adonde enbié dos hombres por la
tierra para saber si hauía rey o grandes ciudades. Andouieron tres
iornadas y hallaron infinitas poblaciones pequeñas i gente sin número,
mas no cosa de regimiento, por lo qual se boluieron.
Yo entendía harto de otros idios, que ia tenía tomados, cómo
continuamente esta tierra era isla, e así seguí la costa della al oriente
ciento i siete leguas fasta donde fazía fin, del qual cabo vi otra isla al
oriente, distincta de ésta diez o ocho leguas, a la qual luego puse
nombre la Spañola; y fui allí, y seguí la parte del setentrión, así como
de la iuana al oriente CLXXVIII grandes leguas por línia recta del
oriente así como de la Iuana, la qual y todas las otras son fortíssimas en
demasiado grado, y ésta en estremo; en ella ay muchos puertos en la
costa de la mar sin comparación de otros que yo sepa en cristianos y
fartos rríos y buenos y grandes que es maravilla; las tierras della son
altas y en ella muy muchas sierras y montañas altíssimas, sin
comparación de la isla de centre frei, todas fermosíssimas, de mil
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fechuras, y todas andábiles y llenas de árboles de mil maneras i altas i
parecen que llegan al cielo, i tengo por dicho que iamás pierden la foia,
según lo puede comprehender, que los vi tan verdes i tan hermosos
como son por mayo en Spaña, i dellos estauan floridos, dellos con
fruto, i dellos en otro término, según es su calidad.
I cantaua el ruiseñor i otros paxaricos de mil maneras en el mes de
nouiembre por allí donde yo andaua; ay palmas de seis o de ocho
maneras, que es admiración verlas, por la diformidad fermosa dellas,
mas así como los otros árboles y frutos e ieruas. En ella ay pinares a
marauilla, e ay canpiñas grandíssimas, e ay miel, i de muchas maneras
de aues y frutas muy diuersas. En las tierras ay muchas minas de
metales e ay gente instimabile número.
La Spañola es marauilla: las sierras y las montañas y las uegas i las
campiñas, y las tierras tan fermosas y gruesas para plantar y sembrar,
pa criar ganados de todas suertes, para hedificios de villas e lugares.
Los puertos de la mar, aquí no hauría crehencia sin vista, y de los ríos
muchos y grandes y buenas aguas, los más de los quales traen oro. En
los árboles y frutos y yeruas ay grandes differencias de aquéllas de la
Iuana; en ésta ay muchas specierías y grandes minas de oro y de otros
metales. La gente desta ysla y de todas las otras que he fallado y
hauido ni aya hauido noticia, andan todos desnudos, hombres y
mugeres, así como sus madres los paren, haunque algunas mugeres se
cobrían un solo lugar con una foia de yerua o una cosa de algodón que
pa ello fazen. Ellos no tienen fierro ni azero ni armas ni son [par]a ello,
no porque no sea gente bien dispuesta y de fermosa estatura, saluo que
son muy te[merosos] a marauilla. No tyenen otras armas saluo las
a[rm]as de las cañas quando est[án] con la simiente, a [la] qual ponen
al cabo un palillo agudo, e no osan usar de aquéllas, que m[uchas]
vezes me [aca]eció embiar a tierra dos o tres hombres a alguna villa pa
hauer fabl[a y] salir a [ello] sin número, y después que los veyan llegar
fuyan a no auardar padre a hijo, y esto no porque a ninguno se aya
hecho mal, antes, a todo adonde yo aya estado y podido hauer fabla, les
he dado de todo lo que tenía, así paño como otras cosas muchas, sin
recebir por ello cosa alguna, mas son así temerosos sin remedio.
Verdad es que, después que aseguran y pierden este miedo, ellos son
tanto sin engaño y tan liberales de lo que tienen que no lo creerían sino
el que lo viese. Ellos, de cosa que tengan, pidiéndogela, iamás dizen de
no; conuidan la persona con ello y muestran tanto amor que darían los
corazones y quieren sea cosa de ualor, quien sea de poco precio, luego
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por qualquiera cosica de qualquiera manera que sea que se le dé por
ello sean contentos. Yo defendí que no se les diesen cosas tan siuiles
como pedazos de escudillas rotas y pedazos de vidrio roto y cabos de
dagugetas; haunque quando ellos esto podían llegar, los parescía hauer
la meior ioya del mundo; que se acertó hauer un marinero, por una
agugeta, de oro de peso de dos castellanos y medio; y otros, de otras
cosas, que muy menos valían, mucho más. Ya por blancas nueuas
dauan por ellas todo quanto tenían, haunque fuesen dos ni tres
castellanos de oro o una arroua o dos de algodón filado. Fasta los
pedazos de los arcos rotos de las pipas tomauan y dauan lo que tenían
como bestias. Así que me pareció mal <y> yo lo defendí. Y daua yo
graciosas mil cosas buenas
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