Carta De Jamaica
Enviado por Genesis2507 • 5 de Diciembre de 2012 • 397 Palabras (2 Páginas) • 419 Visitas
Muy señor mío: Me apresuro a contestar la carta de 29 del mes pasado que usted me
hizo el honor de dirigirme, y yo recibí con la mayor satisfacción.
Sensible como debo, al interés que usted ha querido tomar por la suerte de mi patria,
afligiéndose con ella por los tormentos que padece, desde su descubrimiento hasta estos
últimos períodos, por parte de sus destructores los españoles, no siento menos el
comprometimiento en que me ponen las solícitas demandas que usted me hace, sobre los
objetos más importantes de la política americana. Así, me encuentro en un conflicto,
entre el deseo de corresponder a la confianza con que usted me favorece, y el
impedimento de satisfacerle, tanto por la falta de documentos y de libros, cuanto por los
limitados conocimientos que poseo de un país tan inmenso, variado y desconocido como
el Nuevo Mundo.
En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que usted me ha honrado. El
mismo barón de Humboldt, con su universalidad de conocimientos teóricos y prácticos,
apenas lo haría con exactitud, porque aunque una parte de la estadística y revolución de
América es conocida, me atrevo a asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas y, por
consecuencia, sólo se pueden ofrecer conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo
en lo relativo a la suerte futura, y a los verdaderos proyectos de los americanos; pues
cuantas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es
susceptible la nuestra por sus posiciones físicas, por las vicisitudes de la guerra, y por
los cálculos de la política.
Como me conceptúo obligado a prestar atención a la apreciable carta de usted, no menos
que a sus filantrópicas miras, me animo a dirigir estas líneas, en las cuales ciertamente
no hallará usted las ideas luminosas que desea, mas sí las ingenuas expresiones de mis
pensamientos.
«Tres siglos ha —dice usted— que empezaron las barbaridades que los españoles
cometieron en el grande hemisferio de Colón». Barbaridades que la presente edad ha
rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás
serían creídas por los críticos modernos, si constantes y repetidos documentos no
testificasen estas infaustas verdades. El filantrópico obispo de Chiapa, el apóstol de la
América, Las Casas, ha dejado a la posteridad una breve relación de ellas, extractada de
las sumarias que siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas
personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que
los tiranos se hicieron entre sí: como consta por los más sublimes historiadores de aquel
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