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Cerros Sagrados Olmecas


Enviado por   •  25 de Agosto de 2013  •  1.330 Palabras (6 Páginas)  •  431 Visitas

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Toda montaña, y hasta los cerros

pequeños, tiene cualidades

sagradas. Sin embargo, en

cualquier paisaje regional

ciertas montañas son consideradas más

importantes por los habitantes, ya sea por

sus características físicas o por su papel

en las mitologías de la comunidad. Hubo

peregrinaciones para venerar algunas

montañas en particular, y a veces se les

distinguió con altares o erigiendo monumentos

labrados en piedra o alguna ofrenda

especial. La categoría simbólica no se

limita a las montañas reales, visibles en el

paisaje natural, sino que fue práctica común,

en la Mesoamérica prehispánica,

integrarlas a los asentamientos por medio

de la construcción de pirámides o “montañas

artificiales”. En los registros arqueológicos

hay ejemplos de representaciones

de montañas a escala; uno de ellos

son las efigies de volcanes en los patios

de casas excavadas en Tetimpa, Puebla,

del Preclásico Tardío, excavados por Gabriela

Uruñuela y Patricia Plunket.

En Mesoamérica, las creencias respecto

de las montañas y sus espíritus podrían

remontarse, tal vez, a los periodos Paleoindio

y Arcaico. La evidencia arqueológica

irrefutable más temprana de veneración

a las montañas proviene del

Preclásico. En este artículo nos ocuparemos

de tres tipos y escalas de montañas

sagradas en el mundo olmeca: a) montañas

naturales con restos arqueológicos

que indican su importancia sagrada para

los olmecas, b) “montañas artificiales”

dentro de los asentamientos olmecas y c)

esculturas labradas en piedra que podrían

representar montañas sagradas. Nuestros

ejemplos provienen de San Lorenzo, Veracruz;

La Venta, Tabasco, y Chalcatzingo,

Morelos, sitios del Preclásico, o de sitios

cercanos a ellos (fig. 9).

Las montañas en el

paisaje de San Lorenzo

En la región de San Lorenzo, Veracruz, el

centro olmeca más importante entre 1150

y 850 a.C., se encuentran varios ejemplos

del culto a las montañas. El sitio está situado

en la cima de una gran meseta que se

eleva 50 m sobre las riberas de la cuenca del

río Coatzacoalcos. Aunque la mayoría

de las montañas visibles desde la meseta de

San Lorenzo son lejanas, existe evidencia

arqueológica de que los olmecas realizaban

peregrinaciones religiosas a dos de ellas.

Los Tuxtlas, 50 km al norte de San Lorenzo,

es visible desde el sitio. En 1897, el

topógrafo Ismael Loya descubrió una gran

estatua en el volcán San Martín Pajapan,

una de las cimas más prominentes de los

Tuxtlas. Esa estatua, el Monumento 1 de

San Martín Pajapan (fig. 1), es considerada

hoy en día una de las obras maestras del

1. En la cima del volcán de San Martín Pajapan,

Veracruz, fue encontrada esta escultura, que

pesa más de una tonelada. Tanto la figura como

la montaña fueron reverenciadas desde hace miles

de años. Monumento 1. San Martín Pajapan.

Museo de Atropología de Xalapa, Veracruz.

Foto: Rafael Doniz / Raíces

Cerros sagrados

olmecas

Montañas en la cosmovisión

mesoamericana

David C. Grove

2. En un antiguo manantial de las laderas del Cerro

Manatí, los olmecas depositaron como ofrendas

hachas de piedra verde, bolas de hule y bustos

en madera. Probablemente, el manantial era un

lugar de paso visitado por los peregrinos que iban

a San Lorenzo y a otros lugares que circundaban

el Cerro Manatí. Escultura 7 y hacha de piedra verde.

Laguna El Manatí. Centro inah Veracruz.

Foto: Carlos Blanco / Raíces

Uno de los más importantes rasgos de la cosmovisión mesoamericana fue considerar

como entes vivos los elementos del paisaje: cuevas, barrancas, manantiales, árboles y

montañas, por estar habitados por importantes espíritus. De todos los accidentes geográficos,

las montañas son las más grandes e imponentes: son el vínculo físico entre el

cielo y el mundo superior con la superficie de la Tierra y el inframundo. En el sistema de

creencias de Mesoamérica, las montañas son lugares míticos originarios, donde habitan

los ancestros y residen los espíritus asociados a la tierra, la fertilidad o la lluvia.

30 / Arqueología Mexicana

de la tierra y permite la comunicación con

las fuerzas y espíritus del inframundo. De

manera similar, los dos cerros constituyen

una “montaña dividida”, una montaña sagrada

asociada al lugar donde se origina el

maíz, de acuerdo con las posteriores mitologías

de mayas y nahuas. Así pues, la aldea

del Preclásico, al pie de las dos montañas,

se localizaba en un lugar muy sagrado.

Chalcatzingo fue habitado por primera

vez en 1400 a.C., y al cabo de algunos siglos

se convirtió en uno de los principales centros

del Preclásico en el altiplano. El lugar

llegó a su apogeo entre 700 y 500 a.C., cuando

también La Venta alcanzaba su cenit.

Los datos arqueológicos muestran que

hubo interacción entre las elites de ambos

centros, y también sabemos que hubo contacto

porque en Chalcatzingo se hicieron

monumentos de piedra con el estilo olmeca

de La Venta. Hasta hoy se han documentado

en Chalcatzingo 37 piedras labradas y

hay, además,

...

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