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China: costumbres y tradiciones de un pueblo milenario


Enviado por   •  25 de Agosto de 2014  •  Síntesis  •  2.115 Palabras (9 Páginas)  •  344 Visitas

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China: costumbres y tradiciones de un pueblo milenario

Los chinos son gente con costumbres muy arraigadas, costumbres que a nosotros nos resultan desconocidas. No les gusta mostrar sus sentimientos, y por eso ven con malos ojos saludar besando en las mejillas, aunque sea entre mujeres.

Dar la mano es un gesto que se empieza a aceptar desde hace poco. El chino no toca jamás a un desconocido: lo correcto es una leve inclinación de cabeza.

Foto: Nómada

Un abuelo orgulloso de su nieto.

Tampoco le gusta decir que no. Prefiere mostrarse dubitativo o responder cualquier cosa. Si preguntamos a un chino dónde está una calle y no la conoce, puede mandarnos a cualquier parte. Todo menos ser maleducado y decir "no lo sé".

Los nombres chinos constan generalmente de dos o tres palabras. La primera es el apellido y lo siguiente el nombre.

Las religiones empiezan a florecer de nuevo.

Cuando un chino ofrece algo un regalo, lo hace con las dos manos, y se debe recoger también con ambas manos. De no hacerlo así, se considera una falta de respeto.

De la misma forma, los regalos nunca se deben abrir en presencia de quien los da. Sin embargo, si se trata de algo que no está envuelto, como una tarjeta de visita, debe leerse obligatoriamente. El objeto nunca hay que guardarlo en los bolsillos de los pantalones: siempre en alguno por encima de la cintura.

La modernización de las ciudades es patente.

La comida es seguramente el acto más protocolario de la sociedad china. Se come con palillos, acompañados generalmente de una cuchara de mango corto de cerámica o plástico para servirse o tomar la sopa.

Es de pésima educación hincar los palillos en la comida o dejarlos dentro del plato cuando se ha terminado. Lo correcto es depositarlos al lado, sobre el mantel.

Una campesina comiendo garbanzos, una exquisita especialidad china.

El chino sirve la bebida de su acompañante, pero no su propio vaso. Ese gesto debe devolvérselo el otro comensal.

Lo cortés es sorber la sopa o comer haciendo un ruido escandaloso, algo que en Occidente nos horroriza. Y no se llevan los palillos a la boca, sino al revés: se acerca la cabeza al plato.

Se come acercando la boca al plato.

La cocina no se parece mucho a la que vemos en los restaurantes chinos de nuestras ciudades. En China todo lo que anda, nada, corre o vuela va a la cazuela. Y lo que no, también.

Las algas sirven para condimentar muchos platos.

La variedad de alimentos es infinita: desde algas, orugas o gusanos, hasta las más refinadas verduras y pescados. Curiosamente, el gobierno ha prohibido que durante los Juegos Olímpicos se venda carne de perro en los restaurantes y mercados para no "herir la sensibilidad" de los visitantes extranjeros.

Deliciosas raciones de orugas y lombrices. ¿Alguien se atreve?

El plato estrella de esta gastronomía es el "pato laqueado", un manjar verdaderamente suculento que no tiene nada que envidiar a ninguna receta de las excelsas cocina vasca o francesa.

Un horno asando patos laqueados, el plato estrella de la gastronomía pekinesa.

El gobierno lleva varios años haciendo campañas de mentalización para que los chinos no escupan, una antigua costumbre que practican a todas horas y en cualquier parte porque piensan que de esa forma expulsan los malos espíritus de su interior.

El gobierno está tratando de eliminar la costumbre de escupir.

La gente es muy supersticiosa y terriblemente jugadora. Aquí se inventó el "juego de los chinos" y se practica constantemente en el restaurante, en el tren o en mitad de las calles de los "huton", los barrios típicos que están siendo demolidos para construir enormes bloques de viviendas y megacentros comerciales.

Los chinos son muy jugadores. Una partida de cartas en un "huton".

Otra costumbre muy arraigada es la de practicar taichi. A primera hora de la mañana los jardines y plazas de las ciudades están llenos de gente practicándolo.

En las aceras los empleados de los almacenes, perfectamente uniformados, realizan en grupo los mismos movimientos. Cuesta imaginar a los trabajadores de El Corte Inglés haciendo taichi en la Plaça de Catalunya antes de empezar su jornada laboral.

Los empleados de un banco hacen taichi antes de empezar a trabajar.

El taichi (o Tai-Chi), abreviatura de Tai-Chi-Chuan, es una gimnasia tradicional en la que el practicante se enfrenta a un adversario imaginario. Este conjunto de movimientos pausados proporciona elasticidad al cuerpo y ejercita la meditación.

Una señora practicando en un parque.

No se puede hablar de China sin citar el té, la bebida nacional. Aquí nació la planta y la infusión que con los siglos se ha convertido en sello de identidad del pueblo chino. No puede faltar en ninguna parte, y por eso en las habitaciones de los hoteles o en el propio tren siempre te encuentras con un enorme termo de agua caliente para poder prepararte un trago.

El revisor rellena de agua caliente los termos de los compartimentos. Hace falta puntería, porque el tren se mueve endemoniadamente.

Los chinos inventaron el papel, la pólvora y, cómo no, la pasta, de la que son verdaderos maestros. Con ella elaboran una variedad infinita de platos, entre los cuales destacan los raviolis, que presentan en la mesa de mil formas, colores y rellenos distintos, siempre hechos a mano. Hay restaurantes que tienen más de cien tipos de ravioli en su carta.

Pese a la escasa luz del restaurante, estos raviolis con forma de pato entran por los ojos.

Marco Polo, en su viaje por la Ruta de la Seda, quedó impresionado por el sabor y la variedad de pasta que elaboraban los chinos, y no dudó en aprender la fórmula y llevársela para Venecia. Desde entonces, Italia no puede vivir sin ella.

Un hombre pone a secar las tiras de pasta.

Hablando de seda, hace 2000 años China era la única productora de estas telas. Sólo los chinos conocían el secreto de los gusanos de seda, y desvelarlo a un extranjero era considerado como alta traición y castigado con la pena de muerte.

Una joven uigur de Turfan, una aldea en el corazón de la Ruta de la Seda.

Se creó la Ruta de la Seda para poder acceder al Dragón y comerciar con sus preciadas telas. Hoy en día, esa hegemonía ya no existe, pero

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