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Cicerchia-Hudson "Guía de viajes"


Enviado por   •  29 de Abril de 2022  •  Resumen  •  1.327 Palabras (6 Páginas)  •  190 Visitas

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W. H. Hudson Guías de viaje (1900-1910) Ricardo Cicerchia

Una aproximación histórica despliega, en general, tres registros, sinuosos y paradójicos. En nuestro caso, se reclaman como encadenamientos que eventualmente podrían proyectar una cultura histórica. Conservación y veneración hacia lo envejecido, ese patrimonio de los antepasados.

Hudson y su obra fueron colonizados por la crítica literaria. Hudson participó de una manera original en el debate entre el romanticismo rezagado y un positivismo en auge, intentando anular la desconfianza entre el científico y el lírico para aprehender la naturaleza.  Así, entendemos la performance excursionista del Hudson del 1900.

Ambos son el producto de la ciudad moderna y ambos tratan de separarse de los tránsitos lineales prescritos por los planos urbanos o por los caminos ya hilvanados de la cartografía científica. La masa humana de la ciudad se convierte en un complejo tejido de fortuitos, incidentes reveladores que lo inducen a seguir trajinando y conocer mejor los pormenores de la vida de la gente. Experimentador de la ciudad a través de galimatías contingentes y del azar del caminar. Al deambular, sus objetivos son cosmopolitas, puesto que en la gran ciudad, desde donde parte, se concentran los aspectos más universalistas del mundo moderno.

El excursionista, a diferencia del paseante o del viajero, es particularista. Es decir, la experiencia del excursionista es también nacional.

¿Y cuál fue el correspondiente de esta restitución excursionista? La respuesta está en los tonos preparatorios. Vindicación de cierta exigencia ascética e intransigencia frente a los compromisos mundanos. El tramo de su obra, en la primera década del Siglo, que manifestaba una dimensión utópica frágil.

Su excursionismo también convierte el deambular en una conducta vívida que se despliega en un ambiente rural incógnito y fundacional. Por ello necesita ir coleccionando nuevos ambientes y costumbres en los terruños que visita. Se interesa por la vida de los habitantes del lugar, sin intentar descubrir pequeñas muestras de mundo anónimo, más bien tratando de ver en ellas formas de vida que ya no le pertenecen. Su relación con ellos es la de cierta nostalgia por esencias extraviadas para siempre. Mira al paisaje como un tapiz fundamental de las mejores vivencias humanas. Lo fija, no obstante, sin poder participar enteramente, y por eso escribe, relata. En habitaciones húmedas, se enferma, duerme poco, trabaja sin rutina, tacha, reescribe, desbarata, amontona. De su remota cuna, los manuales americanos de la niñez.

Uno solo, él y su gabinete, libros prestados, papeles, borradores de cartas, ensayos sin remate, como partes de su cuerpo. Suaves en las formas, jugados en el fondo.

Caroline, y pusilánimes por parte de su padre. Norteamericanos enclavados en una pequeña estancia sin futuro en Quilmes, región pobre del Plata, Hudson gozó de una infancia libre, sin cargas, y muy anglosajona en la medida que la cultura gaucha lo permitió.

Darwin por supuesto, mientras superaba lastimosamente la fiebre tifoidea y esas afecciones reumáticas que cargaría de por vida.

En torno a la Gran Guerra, Conrad rompía en algo su carácter ermitaño y se animaba con una indubitable simpatía hacia Hudson, sólo quebrada por intervalos de desdichas personales y familiares.

Hudson, citado en primer lugar. Pero era Jessie, la esposa de Conrad, quien atesoró de esa amistad las más vívidas anécdotas. Hudson se sentía a gusto en mi compañía, tanto que fui una de las poquísimas personas a quien presentó a su esposa. ¿Cuánto tiempo llevas casado, Hudson? –Desde que tengo uso de razón– respondía él .

Conrad, conmovido por el gesto, y Hudson almorzarían juntos al día siguiente, sin perder oportunidad de reprocharse la poca atención puesta en la correspondencia mutua . El matrimonio Hudson vivía en un gran edificio de alquiler, frío y sórdido. Su esposa, la propietaria, cambiaba de piso según se iban ocupando las habitaciones, haciendo de él y sus pertenencias elementos portátiles y desordenados dentro de un ambiente de caos doméstico y profesional, imprevisible.

La naturaleza seguíademostrando que los ojos y los oídos conformaban la mente, y que incluso los asuntos científicos distaban mucho de constituir, sobre todo para los practicantes, una entidad inconmovible.

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