Consecuencias De Las Maras

EL PAÍS PODRÍA TENER UN ALTO PORCENTAJE DE PANDILLEROS

Antonio Ordoñez

Guatemala albergaría al 30 por ciento de integrantes de maras de Centroamérica y México, debido a sus características socioeconómicas, Guatemala es señalada como terreno fértil para la proliferación de las maras. Entre estas características se indica la existencia de los asentamientos urbanos en áreas marginales, el gran número de jóvenes desempleados, pobreza y desigualdad, altos niveles de violencia intrafamiliar, presencia mínima del Estado, consumo de drogas, deportación y migración.

Una de las características de las maras es que con la “globalización”, las pandillas se están volviendo más transnacionales gracias a que los miembros radicados en el área se comunican entre sí por medio de internet, teléfonos celulares y el flujo de inmigrantes deportados desde Estados Unidos.

La mayoría de los miembros de las maras son menores de 24 años de edad. El promedio de edad para ser reclutados en las pandillas tiende a bajar, conociéndose casos en los que hay mareros de 8 años, empleados como “banderas o vigías” para las transacciones ilegales de droga. La mara más grande es la Salvatrucha 13 con el 80 por ciento de pandilleros, mientras que la M-18 tiene un 15 por ciento. El factor común entre ellas es la lealtad a la pandilla, la cual demuestran con el odio hacia la mara contraria. Además, todas tienen en común su relación con el crimen organizado y su difusión entre la población joven en riesgo.

La estructura de las pandillas no es estática. Según el estudio, los líderes empiezan a bajar el perfil con menos tatuajes y a vestir de forma diferente al resto de miembros, para hacer más difícil su identificación. Desde que las maras empezaron a presentar una mayor organización, han cumplido en su contexto dos funciones sociales: le han dado identidad a la juventud y les han generado ingresos económicos por medio de robos menores. Sin embargo, con el tiempo las actividades delictivas de ciertos grupos se han vuelto más violentas con el incremento de las decapitaciones.

Buscar una salida no violenta al problema de las maras implica una notable mudanza de conceptos e incluso cultura, políticas e instituciones. Significa volver a situar el problema en su fuente, que es, en gran medida, un conjunto de disfunciones sociales, en las que juegan factores como la ruptura de las familias, nucleares y extendidas, viviendo en ciudades de crecimiento explosivo y sin servicios; demasiados jóvenes marginalizados y en la calle sin futuro, pero con armas y drogas a la mano; en un contexto de desigualdad social, cultura de violencia y culto al consumo, así como apertura de vías para el rápido enriquecimiento. Esto es, recolocar en la mirada estratégica del Estado el desarrollo económico y la generación de redes sociales de soporte y oportunidades para millones de niños y jóvenes.

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