Crisis Politica
Enviado por yayita35 • 24 de Febrero de 2015 • 6.586 Palabras (27 Páginas) • 183 Visitas
DE LA CRISIS POLITICA EN COLOMBIA.
La filosofía política y las falacias de la Constitución.
Oscar Mejía Quintana*
Introducción.
La Constitución del 91 se nos ha presentado, no sin justas razones, como una Constitución progresista,
antiformalista, el origen del nuevo derecho, de textura abierta, garantista, vanguardista, tanto por los derechos
fundamentales que consagró, por la figura del Estado Social de Derecho que los respalda y por el esquema de
democracia participativa que propiciaba. Todos esos elementos le han servido, sobretodo a la espíritu jurídico,
aunque tambien al politico, para defender la idea de una Constitución sustancialmente emancipatoria -los más
optimistas incluso la definen como contra-hegemónica-1, sin duda el producto más acabado de la conciencia
jurídico-politica latinoamericana, que nuestros jurisconsultos, además, desprecian -a buena parte del resto de
esa conciencia jurídica en América Latina- por considerar que Colombia es potencia jurídico-teórica en el
continente.
Obviamente, esa conciencia jurídica asume la Constitución como un producto acabado y le es indiferente el
proceso previo que le dió origen. Preguntas sobre su legitimidad, el contexto político que la generó, las
tensiones internas que se dieron a su interior, son factores que el jurisconsulto considera menores frente al
resultado final que el no puede reconocer sino como bloque, sin consideración de fisuras, aristas o
contradicciones previas.
Pero no es solo por deformación profesional que se da esta hipostatización del Texto Constitucional (Negri
utiliza el término “hipóstasis jurídica” en un sentido idéntico2) en el espíritu jurídico colombiano. También hay
que reconocer que en un país tan conservador como Colombia en sus estructuras jurídico-políticas, la
Constitución del 91 le permitió a una nueva generación de científicos sociales (incluidos, por supuesto, los
profesionales del Derecho y de la Ciencia Politica) y, en general, de sectores progresistas, lograr por fin un
instrumento de "oposición democrática" dentro del sistema que les posibilitara ampliar espacios y reivindicar
expectativas económicas, sociales y políticas que el bipartidismo había cerrado desde su pacto excluyente en la
década del 503.
Pero fue el corazón y las ansias reprimidas de una Colombia mejor lo que no le permitieron, precisamente, a
todos esos sectores tanto tiempo esperanzados en alguna salida que no fuera violenta -opción que la realidad
también mostraba implausible- ver la trampa que se escondía tras la Constitución del 91. Las élites
colombianas (económicas, políticas e intelectuales), una vez más, habían logrado constitucionalizar la mentira
y disfrazar su esquema histórico de dominación hegemónica con los ropajes seductores de un Estado Social de
Derecho y una democracia participativa4. Con esos anzuelos nos tragamos la carnada de un ordenamiento que,
* Profesor Asociado de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor
Asociado de la Universidad de Los Andes. Filósofo (U. Nacional), Maestría y Doctorado en Filosofía Política y Filosofía del Derecho
(Pacific University, Los Angeles). Autor, entre otros, de La Problemática Iusfilosófica de la Obediencia al Derecho y la Justificación Constitucional
de la Desobediencia Civil (Bogotá, Unibiblos, 2001); Derecho, Legitimidad y Democracia Deliberativa (Bogotá, Témis, 1998); Justicia y Democracia
Consensual (Bogotá, Siglo del Hombre, 1997) y El Humanismo Crítico Latinoamericano (Bogotá, M&T Editores, 1993). Esta ponencia contó
con el apoyo, como asistente de investigación, de la profesora Paola Rodríguez. Correo electrónico: omejiaq@unal.edu.co.;
omejia@uniandes.edu.co.
1 Ver, particularmente, Carlos Gaviria, Un enfoque positivo de la Constitución en Varios, El Debate a la Constitución, Bogotá, D.C.: ILSA,
2002, págs. 19-28; así como Rodrigo Uprimny, Constitución de 1991, estado social y derechos humanos en ibidem., págs. 55-72, entre otros.
2 Ver Antonio Negri, La constitución del trabajo en El Poder Constituyente, Madrid, Prodhufi, 1994,
pág. 276.
3 Hernando Valencia Villa, Cartas de Batalla. Una Crítica del Constitucionalismo Colombiano, Bogotá, CEREC, 1997.
4 Ver Maria Teresa Uribe, Las promesas incumplidas de la Constitución en El Debate a la Constitución, Bogotá, D.C.: ILSA, 2002, págs. 191-
208; así como Ernesto Pinilla, Es viable el estado social de derecho en la sociedad colombiana? en Pensamiento Jurídico (No. 15), Bogotá, D.C.:
Universidad Nacional (Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales), 2002, págs. 237-260; igualmente Hernando Valencia Villa,
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de hecho, era la constitucionalización política de la exclusión y que, en lo profundo de su texto, escondía la
simiente de la guerra y la periferización y deslegitimación de todo conflicto frente a ella.
1. Las Expectativas Frustradas de la Constitución.
Es necesario comenzar por reconocer que la Constitución del 91 no cumplió la principal expectativa para la
que fue convocada, una de las cuales, la más importante, era el logro de la paz y, a través de ella, la garantía de
la vida. Y, sin duda, como ya se ha reconocido por varios comentaristas, más allá de sus aciertos y fortalezas
en la defensa de derechos fundamentales, tampoco logró concretar lo que era otra de sus grandes aspiraciones:
la de una auténtica y eficaz democracia participativa. La Constitución no logró consolidar las condiciones de
posibilidad de la reconciliación nacional, como era la paz, ni de respeto a los derechos humanos mínimos,
como podía ser el respeto a la vida. Ese fue el gran fracaso y eso es lo que constituye la gran debilidad de la
Constitución de 1991, que hoy en día nos coloca de nuevo en la necesidad de replantear un proceso
constituyente.
La Constitución de 1991 es un pacto que nace muerto, tanto en términos del contractualismo más ortodoxo,
como el hobbesiano por ejemplo, para el que la paz es básicamente un principio fundamental del orden social,
como del liberalismo clásico en términos de una auténtica participación popular. Nace muerto porque el día
en que se vota la conformación de la Asamblea Nacional Constitucional, el 9 de diciembre de 1990, se desata
la ofensiva contra Casa Verde, que había sido el símbolo de
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