Cronicas De Una Jornada De Nicolas Maduro
Enviado por rosamaria22 • 22 de Octubre de 2013 • 9.298 Palabras (38 Páginas) • 424 Visitas
Crónica de una jornada con Nicolás Maduro
por Víctor Ríos y Miguel Riera
El Viejo Topo, septiembre 2013.
EVT1
De Nicolás Maduro, presidente electo de la República Bolivariana de Venezuela, se sabe muy poco en España. Apenas cuatro trazos, aportados principalmente por los medios de comunicación de masas hostiles al proceso revolucionario. El Viejo Topo quiso conocerlo, y el presidente venezolano aceptó ser entrevistado sin poner la menor traba.
Pero la invitación de Maduro no se limitó a una simple entrevista. Inmerso en lo que se bautizó como Gobierno de calle, el presidente ha estado visitando durante los cien primeros días de su gobierno todos los rincones del país. Prácticamente cada día ha visitado un lugar distinto, acompañado de algún ministro, tomando nota de los principales problemas de la zona, hablando con la gente, aprobando proyectos. Podría decirse que durante este periodo el gobierno de Venezuela ha tenido un carácter en parte itinerante, algo sorprendente para nosotros, acostumbrados a que el presidente español tenga tan poco contacto con el pueblo que ha llegado a dirigirse a la prensa a través de una pantalla de plasma, hurtando su presencia física a los mortales periodistas.
Pues bien, el presidente invitó al equipo de El Viejo Topo a acompañarlo durante una de esas jornadas, y de ese modo a lo largo de la misma se procedería a la entrevista. Una oportunidad única para observar de cerca al mandatario venezolano.
Así, el pasado 20 de julio El Viejo Topo se trasladó temprano al aeropuerto de Caracas, donde aguardaba el avión presidencial. Tras un vuelo de 25 minutos, aterrizamos en el aeropuerto de San Carlos, capital del estado llanero de Cojedes. Bastante gente en el aeropuerto y en las calles aledañas esperaba ver a Maduro; debido a los cristales tintados de los vehículos en que nos trasladábamos, muchos debieron pensar que el presidente viajaba en uno de ellos, así que fuimos saludados efusivamente por la población que aguardaba el paso de la comitiva.
Cuarenta y cinco minutos después, la pequeña caravana se introducía en una base militar. Dos helicópteros sobrevuelan la zona. Una banda militar se coloca en posición: el presidente avanza decidido hacia ella.
Abreviaremos el relato: Tras los honores militares, la comitiva se dirigió a un pequeño entarimado cubierto al frente del cual se hallaban ya situados muchos militares y sus familias, más de doscientos. Íbamos a asistir a la ceremonia de ascenso de un puñado de generales, así como a la entrega de estandartes a varias regiones militares. Y después, el discurso.
Nicolás Maduro no tiene pelos en la lengua. Al pan pan, y al vino vino. Sin tapujos. Aunque no era este el tema principal, Maduro hace una referencia a España, esa España asolada por la corrupción que ha anidado en buena parte de la clase política, y que ha sido (¿todavía lo es?) cómplice de la derecha fascista-golpista venezolana. Cita el desempleo, y subraya lo intolerable que es que el 55% de los jóvenes españoles no encuentren un puesto de trabajo. Ni que decir tiene que el Topo está de acuerdo con sus palabras.
Alrededor de la gran carpa en la que estamos, las Fuerzas Armadas han instalado una pequeña exposición de armamento. Tanques, cañones, material militar diverso. El presidente se entretiene en cada área; con morosidad departe con la tropa y oficiales. La mañana se alarga. Tanto rato de pie, al Topo las fuerzas le flaquean. Pero los demás no parecen estar cansados. De repente, a un paso muy rápido, Maduro y un grupo de militares se introducen en una gran tienda de campaña: ¿será el gobierno militar de calle? Al parecer hay asuntos que resolver. Tras un par de horas, aparecen soldados con algo de comida. Cae un chaparrón intenso; palo de agua lo llaman. Dentro de la tienda, el presidente, la ministra de defensa, el presidente de la Asamblea Nacional y un grupo de militares prosiguen sus debates. De repente, sobre las seis, la lona deja paso al presidente y sus acompañantes. Maduro se dirige a nosotros. Se ha hecho tarde, y la entrevista está por empezar. “Cómo lo hacemos?”, dice. Lo piensa unos segundos, y prosigue: “Vengan conmigo, vamos al carro”.
Todo sucede muy deprisa. Casi corriendo, llegamos hasta los vehículos. Alguien nos indica el coche al que hemos de subir. Lo hacemos: uno delante, dos atrás. Falta el conductor. Éste aparece: es Nicolás Maduro. El propio presidente conduce el coche. No podemos evitar durante unos segundos cierto desconcierto. Uno de nosotros bromea sobre la categoría del chófer.
El presidente pregunta si tenemos a punto la grabadora. “Adelante, pregunten”, dice mientras maneja el coche. Es obvio que no va a ser una entrevista convencional, de esas en que el entrevistador mide las preguntas y el entrevistado elude entrar de lleno en las respuestas
Siguen las sorpresas: Maduro no nos trata ni como extraños, ni como periodistas. Nos trata como compañeros.
El presidente pregunta si tenemos a punto la grabadora. “Adelante, pregunten”, dice mientras maneja el coche. Es obvio que no va a ser una entrevista convencional, de esas en que el entrevistador mide las preguntas y el entrevistado elude entrar de lleno en las respuestas. De ahí el tono coloquial, cordial, nada engolado que recorre toda la conversación. Así que decidimos empezar.
Alguien nos había comentado que su compromiso social y político empezó desde muy joven, así que le preguntamos por sus primeros años. Sin retirar la mirada de la carretera, el presidente responde.
NM: Nací y crecí en la Caracas de los sesenta, de los setenta. Me crié en un barrio, en la zona donde está la Universidad Central de Venezuela. Esos años tuvieron una gran convulsión social y política, se produjeron grandes luchas, concentradas sobre todo en un poderoso movimiento estudiantil, universitario y de educación media, de los liceos. Recuerdo, siendo aún muy pequeño, los allanamientos en la Universidad Central, porque yo nací y crecí enfrente de la iglesia de San Pedro, en una comunidad de clase media popular, y allí se vivía prácticamente en estado de sitio. A veces no podíamos salir de casa durante una semana, nos manteníamos al resguardo de las balaceras que se armaban para asaltar la Universidad. Imagino que esos recuerdos, de muy niño, son de la época de Raúl Leoni, que gobernó el país del año 64 al 69. Leoni allanó la universidad con el batallón Bolívar, con el ejército. Luego hubo otro allanamiento que recuerdo bastante bien, en el año 70, con el gobierno de Rafael Caldera, el líder de la democracia cristiana. Entró en la Universidad Central y la cerró, porque se estaba dando un proceso de renovación universitaria, un poco en la línea reivindicativa de Córdoba y del mayo francés…
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