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Crónica De Los Simbolos Patrios


Enviado por   •  21 de Agosto de 2011  •  1.158 Palabras (5 Páginas)  •  2.404 Visitas

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CRONICA SOBRE LOS SIMBOLOS PATRIOS

El sonido de los tambores parecía alentar los fuertes latidos de mi corazón, era una emoción indescriptible, a pesar de mi edad y tamaño, el ambiente ceremonial y festivo a la vez, me hacía sentir grande, orgulloso; como los jóvenes que con ritmo avanzaban por las calles empedradas del viejo pueblo que es dueño y guardián de todos mis recuerdos.

Ese grupo de muchachos, con tambores y cornetas, parecían tener el control del desfile al que asistían todos los estudiantes de las Escuelas locales, iban al frente de todos, marcaban el paso, se detenían a la señal de un instructor, pero nunca dejaban de imprimir sus energías a la marcial música; responsable, en parte, de esas emociones exaltadas.

A decir verdad, no lograba verlo todo. Me encontraba en la acera y desde ahí, al igual que mucha gente, pretendía captar cada momento, algo difícil pues las espaldas de las personas eran lo más común ante mi vista y, aunque pretendía en ocasiones abrirme paso entre la muchedumbre, siempre de un pequeño jaloncito, el abuelo, que no soltaba mi mano, me hacía volver a su costado, él siempre me decía que no debía meterme entre la gente, que procurara mantener mi distancia, que no empujara y concluía: “sí mi´jo, disfrute, pero desde su lugar”.

Recuerdo a la gente así, empujándose unos con otros, tratando de incorporarse al frente para quedar como testigos principales del evento, siempre pronunciando diálogos triviales, risas, burlas; pero sorprendente el momento al pasar la Escolta, niños seleccionados por ser los mejores estudiantes, entonces las gentes se erguían, guardaban silencio, su desordenada presencia de segundos atrás desaparecía justo al instante de observar a esos cinco pequeños que con rostro serio, disimulaban el cansancio de algunas horas bajo el ardiente Sol que suele acompañar a la Primavera, fatigados por el pesado camino que lleno de polvo cubría grisáceos los zapatos que por la mañana seguramente brillaban de un obscuro y ausente color.

Niños que parecían más grandes, se mostraban ante los demás como si llevasen una gran responsabilidad, ellos no giraban sus rostros para mirar a sus familiares entre la multitud, o para sacar la lengua a sus vecinos o amigos, se mantenían fijos en su misión, marchaban con la seguridad que da el sentido de pertenencia, con la certeza de que lo que hacen, lo hacen bien.

Lo que atrapaba la atención del pueblo no era la Escolta en sí, más bien creo, lo era la enorme Bandera que ondulante y señorial se mostraba imponente, pequeños y juguetones vientos levantaban de vez en cuando el pendón tricolor para mostrar al centro, la ferocidad de un águila que con sus garras somete a una desdichada serpiente; escena postrada sobre una emblemática nopalera que ha crecido sobre sencillo montículo rodeado de agua, según escuché, representa la fundación de la vieja ciudad de los Mexicas.

Igual, el Doctor del pueblo externó su comentario asegurando que en realidad se trataba del águila de la corona española reprimiendo a la serpiente emplumada que era lo más preciado de los antiguos mexicanos, también dijo otras cosas que no entendí, lo importante era lo que transmitía, lo que hacía sentir; como si su sola presencia unificara a la gente.

Detenidamente observé, sí, son los colores perfectos, hasta mágicos pues hechizaron a todos los presentes, un verde más penetrante que el follaje de los bosques y de

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