DE LA ESCUELA DE ALTOS ESTUDIOS A LA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS1
Enviado por alonso_gui8 • 10 de Octubre de 2012 • Tesis • 1.807 Palabras (8 Páginas) • 661 Visitas
Antecedentes Históricos
DE LA ESCUELA DE ALTOS ESTUDIOS A LA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS1
La Facultad de Filosofía y Letras se constituye y consolida como tal después de un dilatado proceso histórico. Su origen se remonta a la época colonial, en la Real y Pontificia Universidad de México, y tiene su antecedente directo en la Escuela Nacional de Altos Estudios.
Las raíces coloniales de la Facultad de Filosofía y Letras están, sin duda, en la entonces llamada Facultad de Artes de la Real y Pontificia Universidad de México (fundada en 1553), y particularmente en las primeras cátedras sustentadas por Fray Alonso de la Veracruz.
Los orígenes modernos de ésta se hallan, claro está, en la Escuela Nacional de Altos Estudios, fundada en 1910, como parte esencial de la nueva Universidad Nacional de México. "Escuela de Altos Estudios" fue, en cierto sentido, el "primer nombre" de la que, en 1924, se llamaría "Facultad de Filosofía y Letras". Hay entre ambas una indudable línea de continuidad que hace difícil definir el alcance que podría tener dicho cambio, aunque éste tampoco tuvo un sentido nada más nominal. El decreto por el que se instituye formalmente la facultad llevaba implícita la necesidad de un cambio real, cualitativo, que se irá produciendo de manera paulatina a lo largo de décadas.
La fundación misma de la Facultad de Filosofía y Letras en 1924 implicaba concebir en unidad las disciplinas humanísticas como un campo de estudios con vida propia, suficientemente justificado por sí mismo. El solo cambio de nombre nacía de la idea de concentrar y unificar los estudios humanísticos, anticipando la necesidad de separarlos en otros campos y de otros objetivos y niveles de enseñanza.
A medida que tales estudios se fueron estructurando, que el cultivo creativo de las humanidades tuvo más continuidad y estabilidad, que su enseñanza se fue fortaleciendo con la excelencia de sus maestros y la autenticidad de sus alumnos, la Facultad definió su propia identidad; afianzó y consolidó su sitio fundamental, adquiriendo una mayor seguridad de su destino, lo cual no significa que se hayan eliminado o vencido las amenazas. Se mantiene hasta hoy la lucha por asegurar la autonomía y la irreductibilidad de nuestras disciplinas; por hacer patente y afirmar la razón profunda de ser de la filosofía y las letras, por ellas mismas, sin asimilarse a otra cosa, sin buscar finalidades o alguna utilidad fuera de ellas.
A lo largo de su historia, algunos acontecimientos significativos destacan por haber contribuido de manera decisiva a la consolidación académica e institucional de la Facultad de Filosofía y Letras.
En el transcurso de estos años se ha producido, en primer término, una notable evolución en los diversos aspectos estructurales de la Facultad, que se ha hecho manifiesta en la progresiva definición y organización de sus carreras y sus planes de estudio, en la separación de unos campos y en la subdivisión y creación de otros. A todo lo cual ha contribuido de manera determinante, como es obvio, el crecimiento en el número de alumnos y, en consecuencia, de la planta académica. En efecto, si en 1924 había doscientos treinta y tres alumnos y ahora hay más de siete mil, y si entonces había treinta y cinco profesores y hoy más de mil, es lógico que la Facultad haya tenido que ir renovando sustancialmente su estructura académica y académico-administrativa.
Para la entonces joven Facultad, con quince años de existir como tal, fue decisiva, desde luego, la incorporación, en 1939, de los maestros del exilio español: filósofos, literatos, historiadores, poetas, antropólogos que empezaron a impartir cátedra y a realizar su tarea de investigación desde su llegada a México. Es un acontecimiento de incalculable trascendencia para el país y para la Universidad en general, pero muy especialmente para la Facultad, porque produjo un intenso desarrollo de los estudios humanísticos, cultivados de manera modélica por quienes salían de sus universidades con todo un caudal de ideales y valores que en España quedaban truncos y frustrados, pero que encontraban aquí nuevos horizontes de vida.
Por otra parte, ha tenido singular importancia en la historia de la Facultad -sobre todo para la adquisición de su estabilidad- el contar con su propia sede, primero en Mascarones (de 1938 a 1954) y después en Ciudad Universitaria (a partir de 1954).
Como quiera que se valore, lo indudable es que el cambio a Ciudad Universitaria fue crucial para ese proceso de institucionalización y definición de las disciplinas y áreas universitarias. Las "humanidades" encontraron ahí su propio espacio, perfectamente definido y separado de las "ciencias". Reinaba al fin una clara concepción del orden. Quedaban, en efecto, diferenciadas y separadas las grandes facultades universitarias: Ciencias, Arquitectura, Ingeniería, Medicina, Filosofía y Letras. Lo más opuesto y lejano de lo que fueran aquellas peculiares mezclas que reinaron en la primigenia Escuela de Altos Estudios, e incluso en la primitiva Facultad de Filosofía y Letras.
Otro hecho relevante, de distinta índole y de suma importancia para la afirmación de la vida académica de la Universidad en general y de la Facultad en especial, fue la creación del profesorado de carrera (ocurrida en 1943). Ello implicaba el reconocimiento del significado y del valor de la vida académica como tal, que hizo posible dar estabilidad y seguridad a quienes se dedican de lleno al trabajo académico, tanto en las tareas docentes y formativas como en las de investigación, lo cual, como es claro, tenía un alcance decisivo para las carreras humanísticas, cuyo ejercicio no es propiamente "profesional", sino precisamente académico: se realiza dentro de la misma
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