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De La Historia Local A La Historia Social.


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2012  •  2.611 Palabras (11 Páginas)  •  808 Visitas

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El propósito de este artículo es contextualizar brevemente los trabajos de historia local, analizar los distintos enfoques que existen al respecto y discutir algunos de los problemas básicos que enfrentan los estudiantes de historia (a nivel de Licenciatura y Maestría) al tratar de construir una historia social a partir de lo local. Sin pretender ser originales o exhaustivas, las notas siguientes están concebidas como un apoyo para la docencia (en Historia, aunque también podrían ser útiles para otras disciplinas sociales), en particular para los talleres en los cuales los estudiantes preparan sus proyectos de investigación.

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1. De las monografías a la microhistoria

En cierto sentido, la historia local tiene sus antecedentes en las monografías históricas que estuvieron de moda principalmente durante el siglo XIX. El análisis de casos individuales, muy circunscritos geográficamente, se veía como el paso previo e indispensable para efectuar, en un futuro impreciso, la gran síntesis del conocimiento acumulado. Esta última, sin embargo, jamás se realizó, por lo que todo el esfuerzo desplegado (en su mayoría por aficionados, anticuarios y otras figuras de esta índole) deparó únicamente trabajos individuales, descriptivos y sin relación entre sí.

La renovación historiográfica acaecida en el siglo XX procuró superar esta inclinación a la monografía mediante diversos expedientes: el uso del método comparativo, la adecuada contextualización de los casos individuales (en términos a la vez teóricos e históricos) y el énfasis en una narrativa analítica más que descriptiva. En su conjunto, los historiadores ampliaron los períodos y espacios bajo análisis, se concentraron en el estudio de las estructuras y los procesos y, mediante el uso de diversos métodos cuantitativos, avanzaron en la identificación de tendencias (económicas, sociales y de otro tipo).

Las limitaciones de esta nueva forma de analizar el pasado empezaron a ser evidentes a fines de la década de 1960: por un lado, el acento en las estructuras y procesos globales, examinados usualmente a partir de datos estadísticos, tendía a despersonalizar la historia, en tanto experiencia vivida por actores sociales diferenciados. Por otro, el interés en las "realidades duras" (economía, demografía, conflictos sociales, entre otras), para las cuales existían fuentes "confiables" (precios o censos, por ejemplo), supuso dejar de lado el estudio de lo imaginario, en particular de su dimensión simbólica.

La reacción contra este modelo, que adquirió fuerza en la década de 1970, fue calificada por Lawrence Stone como una vuelta a la historia narrativa; sin embargo, fue más que eso. El desarrollo de la historia de las mentalidades en Francia, de la historia social marxista en Inglaterra, de la microhistoria en Italia y de la antropología histórica en los Estados Unidos comportó un importante cambio de énfasis y perspectivas. El examen de casos, comúnmente muy delimitados en términos geográficos y temporales, pero insertos en un contexto teórico e histórico mucho más amplio, permitía articular en un estudio de conjunto los niveles macro y micro.

El atractivo de este tipo de trabajos era variado: por una parte, permitían analizar con detalle ciertos procesos sociales, aplicar el método comparativo con mayor provecho, someter a una crítica más rigurosa las relaciones de causalidad propuestas, apreciar mejor las limitaciones de las fuentes y considerar, en toda su complejidad, las relaciones entre factores de distinto tipo (económicos, sociales, mentales). De esta manera, se abrió un espacio importante para articular lo individual y lo social, los procesos globales y las experiencias específicas de distintos actores sociales.

Los estudios citados tenían, por otra parte, el atractivo de que acercaban el conocimiento histórico a la vida cotidiana de las personas. Esta proximidad fue la base, por ejemplo, de los éxitos editoriales de obras como el Montaillou de Le Roy Ladurie; pero también era útil, desde un punto de vista ideológico, para construir identidades locales y sociales. El esfuerzo más ambicioso en este sentido fue el emprendido por el historiador británico Raphael Samuel, al iniciar en 1966 los history workshops, en los cuales se estimulaba a los trabajadores a escribir su propia historia, interpretar el pasado y descubrir cómo se constituyó su experiencia de clase.

El creciente empuje de la historia oral, desde mediados de la década de 1960, contribuyó a los cambios historiográficos descritos de diversas maneras. La entrevista, al tiempo que obligaba al historiador a construir sus fuentes, le permitía acercarse a una serie de temas y problemas (en el mundo de lo privado y lo simbólico) a los cuales generalmente es difícil acceder mediante documentos escritos. A la vez, el uso sistemático de testimonios orales exigía reconsiderar la cuestión de la objetividad y la representatividad, en función de la experiencia personal de los procesos históricos analizados.

El despliegue de la public history en los Estados Unidos a partir de la década de 1970 fue uno de los intentos más ambiciosos por crear, a partir de las nuevas orientaciones de la disciplina histórica, un campo laboral especializado. Los resultados alcanzados han sido contrastantes: en ocasiones, el trabajo en comunidades, empresas o instituciones ha contribuido tanto al desarrollo del conocimiento histórico como a interesar al público, de una manera crítica, en el estudio del pasado; en otros casos, sin embargo, la práctica se ha convertido en un simple espectáculo.

La historia local, vista a la luz de lo expuesto hasta aquí, se presenta como una opción que ha sido reconstruida y reformulada en el marco del desarrollo reciente de la disciplina histórica. Las posibilidades disponibles para practicarla son amplias y variadas, y los enfoques aplicables son también diversos: de la microhistoria a la public history. Sin embargo, también hay peligros, limitaciones y problemas, algunos de los cuales –detectados en varios de los proyectos de historia local propuestos recientemente para ser desarrollados en Costa Rica– se analizarán en los puntos siguientes.

2. Lo local, lo regional y lo nacional

La elaboración de un proyecto de investigación en el campo de la historia local debería empezar por delimitar, lo más precisamente posible, el área bajo estudio. En este sentido, si se selecciona un cantón, habría que definir si se examinará toda el área cantonal, sólo un distrito, las zonas rurales o el casco urbano. Esto es importante porque aun en el contexto de espacios pequeños, pueden

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