Discurso De Angostura
Enviado por AMADA1986 • 23 de Noviembre de 2014 • 4.518 Palabras (19 Páginas) • 180 Visitas
tengo derecho para ser oído por los representantes del pueblo. Yo se muy bien que
vuestra sabiduría no ha menester de consejos, y sé también que mi proyecto acaso, os
parecerá erróneo, impracticable. Pero, señor, aceptad con benignidad este trabajo, que
más bien es el tributo de mi sincera sumisión al Congreso que el efecto de una levedad
presuntuosa. Por otra parte, siendo vuestras funciones la creación de un cuerpo político y
aun se podría decir la creación de un sociedad entera, rodeada de todos los
inconvenientes que presenta una situación la más singular y difícil, quizás el grito de un
ciudadano puede advertir la presencia de un peligro encubierto o desconocido.
Echando una ojeada sobre lo pasado, veremos cuál es la base de la República de
Venezuela.
Al desprenderse América de la Monarquía Española, se ha encontrado, semejante al
Imperio Romano, cuando aquella enorme masa, cayó dispersa en medio del antiguo
mundo. Cada desmembración formó entonces una nación independiente con forme a su
situación o a sus intereses; pero con la diferencia de que aquellos miembros volvían a
restablecer sus primeras asociaciones. Nosotros ni aun conservamos los vestigios de lo
que fue en otro tiempo; no somos europeos, no somos indios, sino una especie media
entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento y europeos por
derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión
y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así
nuestro caso es el más extraordinario y complicado. Todavía hay más; nuestra suerte ha
sido siempre puramente pasiva, nuestra existencia política ha sido siempre nula y nos
hallamos en tanta más dificultad para alcanzar la libertad, cuanto que estábamos
colocados en un grado inferior al de la servidumbre; porque no solamente se nos había
robado la libertad, sino también la tiranía activa y doméstica. Permítaseme explicar esta
paradoja. En el régimen absoluto, el poder autorizado no admite límites. La voluntad del
déspota, es la ley suprema ejecutada arbitrariamente por los subalternos que participan
de la opresión organizada en razón de la autoridad de que gozan. Ellos están encargados
de las funciones civiles, políticas, militares y religiosas, pero al fin son persas los
sátrapas de Persia, son turcos los bajáes del gran señor, son tártaros los sultanes de la
Tartaria. China no envía a buscar mandarines a la cuna de Gengis Kan que la conquistó.
Por el contrario, América, todo lo recibía de España que realmente la había privado del
goce y ejercicio de la tiranía activa; no permitiéndonos sus funciones en nuestros
asuntos domésticos y administración interior. Esta abnegación nos había puesto en la
imposibilidad de conocer el curso de los negocios públicos; tampoco gozábamos de la
consideración personal que inspira el brillo del poder a los ojos de la multitud, y que es
de tanta importancia en las grandes revoluciones. Lo diré de una vez,
estábamosabstraídos, ausentes del universo, en cuanto era relativo a la ciencia del
gobierno.
Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no
hemos podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos
maestros las lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiado, son los
más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio
se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las
tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la
ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia, de hombres ajenos de
todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son
puras ilusiones; toman la licencia por la libertad; la traición por el patriotismo; la
venganza por la justicia. Semejante a un robusto ciego que, instigado por el sentimiento
de sus fuerzas, marcha con la seguridad del hombre más perspicaz, y dando en todos los
escollos no puede rectificar sus pasos. Un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy
pronto vuelve a perderla; porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad
consiste en la práctica de la virtud; que el imperio de las leyes es más poderoso que el de
los tiranos, porque son más inflexibles, y todo debe someterse a su benéfico rigor; que
las buenas costumbres, y no la fuerza, son las columnas de las leyes; que el ejercicio de
la justicia es el ejercicio de la libertad. Así, legisladores, vuestra empresa es tanto más
ímproba cuanto que tenéis que constituir a hombres pervertidos por las ilusiones del
error, y por incentivos nocivos. «La libertad-dice Rousseau es un alimento suculento,
pero de difícil digestión». Nuestros débiles conciudadanos tendrán que enrobustecer su
espíritu mucho antes que logren digerir el saludable nutritivo de la libertad. Entumidos
sus miembros por las cadenas, debilitada su vista en las sombras de las mazmorras, y
aniquilados por las pestilencias serviles, ¿eran capaces de marchar con pasos firmes
hacia el augusto templo de la libertad? ¿Serán capaces de admirar de cerca sus
espléndidos rayos y respirar sin opresión el éter puro que allí reina?
Meditad bien vuestra elección, legisladores. No olvidéis que vais a echar los
fundamentos a un pueblo naciente que podrá elevarse a la grandeza que la naturaleza le
ha señalado, si vosotros proporcionáis su base al eminente rango que le espera. Si
vuestra elección no está presidida por el genio tutelar de Venezuela que debe inspiraros
el acierto de escoger la naturaleza y la forma de gobierno que vais a adoptar para la
felicidad del pueblo; si no acertáis, repito, la esclavitud será el término de nuestra
transformación.
Los anales de los tiempos pasados os presentarán millares de gobiernos. Traed a la
imaginación las naciones que han brillado sobre la tierra, y contemplaréis afligidos que
casi toda la tierra ha sido, y aún es, víctima de sus gobiernos. Observaréis muchos
sistemas de manejar hombres, mas todos para oprimirlos; y si la costumbre de mirar al
género humano conducido por pastores de pueblos, no disminuyese el horror de tan
chocante
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