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Discurso De La Campaña Electoral - Ciudad De Santa Fe


Enviado por   •  25 de Octubre de 2014  •  2.497 Palabras (10 Páginas)  •  250 Visitas

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Discurso de la Campaña Electoral - Ciudad de Santa Fe

1° de Enero de 1946

Mis queridos amigos:

Sean mis primeras palabras de salutación cariñosa para este hermoso pueblo del cual me despedí hace veinticinco años siendo Teniente Primero, pensando en volver algún día, pero no con la satisfacción de hoy, en que los estrecho a todos en un estrecho abrazo.

Tengo la inmensa dicha de cerrar esta primera fase de mi campaña con esta visita a Santa Fe. He visto en el Norte, las provincias doloridas por el abandono de tantos años; la niñez, víctima de la miseria fisiológica y mucho más de la miseria social, he pensado que todo cuando se critica en mi campaña de justicia social se justifica sólo viendo a un pobre miserable changuito de los altiplanos de Jujuy, hambriento, desnutrido y harapiento.

Puede ser que nuestros enemigos, que se ensañan empleando la calumnia y la mentira, tenga razón en algunas de sus acusaciones. Debo decirles que a pesar de la prensa venal, de sus calumnias, de sus mentiras y sus mueras, cada día vamos teniendo más razón en ser enemigos de ellos y amigos de los pobres.

No somos enemigos de los buenos comerciantes, de los industriales, de los buenos ganaderos ni de los buenos patrones. Somos enemigos de los egoístas, capaces de ser indiferentes a la miseria sin que se les conduela el corazón, porque la única víscera sensible que tienen es el bolsillo. Nuestro Movimiento no busca la destrucción de nadie. Persigue una construcción equilibrada en la que, como hemos afirmado muchas veces, no exista la ignominia de contemplar la riqueza en medio de la miseria. Queremos una política más justa y en esa tarea estamos empeñados. Hemos de realizarla desde el Gobierno o desde lo llano.

Por eso nos reunimos en esta magnífica asamblea que tiene su germen más genuino en la más pura democracia de los pueblos. Se nos dijo primero comunistas, después se nos dijo nazis, lo que demuestra que tomando el punto intermedio resulta lo justo: somos única y exclusivamente argentinos. Somos única y exclusivamente argentinos que abogaremos incansablemente por una Patria mejor que soñaron nuestros mayores y a la que demagogos y ladrones, a quienes acusamos y acusaremos eternamente, la desviaron en su provecho.

No luchamos por beneficios personales ni por compromisos políticos, sino por un ideal que todos conocemos y sentimos. En nuestro movimiento no hay fuerzas extrañas ni que vengan allende los mares ni de los grandes capitalistas de la Nación. Luchamos solamente por el beneficio que el Gobierno está en la obligación de dar a su pueblo, que todo lo hace y que no le reclama nada.

Por eso yo invito a todos los ciudadanos argentinos a que reflexionen sobre la hora que estamos viviendo. No estamos fundando un partido político; somos la resultante de una Revolución en marcha que tiene un contenido económico, social y político, que irremediablemente ha de cumplirse. Vamos a la reforma del Estado en que hemos estado sometidos durante treinta años. Partimos del principio fundamental de la Nación después de ciento treinta años de independencia política. Queremos que cada argentino tenga acceso a la tierra y que está sea del que la trabaja y no del que explota su renta.

Nosotros, a quienes se ha acusado de malgastar los dineros del Estado, hemos saneado las finanzas del País. Debíamos ocho mil millones de pesos y hemos pagado cuatro mil millones y durante la guerra abastecimos a los países aliados por valor de otros cuatro millones, suma que en este momento nos deben. Estamos al día, no debemos un centavo a nadie. Por primera vez en la historia del país podemos decir que no debemos del exterior, que tenemos nuestra independencia económica que complementa la independencia política hace 139 años.

Y pensar que los que son nuestros acusadores antaño fueron no los que realizaron obras por ocho millones, sino los que vendieron el país por ocho millones.

Y pensar que en esta tierra como no hay otra en el mundo hemos estado cien años negando la existencia de hierro y carbón, y que en este momento estamos produciendo tres toneladas por hora de hierro y dentro de un año produciremos seis toneladas por hora.

Es que en este país, en vez de hacer alta finanza se la hecho economía doméstica desde el Gobierno.

Se encuentra también lanzada una reforma industrial que ha de permitir al país reconquistarse a sí mismo para no ser tributario eterno de los extranjeros en un Estado de civilización semicolonial. Necesitamos una industria, y hay que conquistarla, aunque sea a pulmón.

De ahí va a salir lo necesario para una distribución equitativa de los beneficios. De ahí va a salir la justicia que propugnamos y necesitamos. Le voy a explicar hoy cuál ha sido nuestra política social y por qué se ha realizado.

La política social del Gobierno de la República es absolutamente racional y obedece a un plan perfectamente preconcebido. Lanzamos desde el gobierno las tres reformas. Primero, la reforma rural, aumentando la riqueza por la explotación de la tierra mediante el Consejo Agrario, entregando la tierra a quien a trabaja. La reforma rural sería la base para el aumento de la reforma, que debía completarse con la acción industrial, transformando esa producción y multiplicado su valor por la industrialización. Con ello, el país, más rico por su mayor producción y multiplicada su riqueza por la industrialización, arrojaría beneficios suficientes para satisfacer la justicia social que propiciamos.

Ése era el orden: primero la reforma rural, después la industrial y, finalmente, la social. Pero hubo necesidad de alterar el orden de la realización.

Yo era un hombre que llegaba por primera vez al Gobierno. No tenía detrás de mí otra opinión que la de mis amigos, un círculo muy reducido. Necesitaba pensar seriamente en el orden que había de dar a estas reformas.

La reforma social no podía postergarse ni oponerse a la rural e industrial porque si no nuestros obreros, cuando recibieran los beneficios, ya habrían fallecido de inanición. Por otra parte, yo necesitaba el apoyo de las masas obreras para lanzar estas reformas. Por esos motivos, cambié los términos y comencé por la reforma social; los que se llaman a sí mismos las fuerzas vivas reaccionaron y me lanzaron un torpedeamiento sistemático por los diarios a su servicio mediante numerosas solicitadas. Yo, que había previsto el ataque, tres horas después les conté. Inmediatamente, ellos reaccionaron. Pero las masas estaban satisfechas con nuestra justicia social, se hicieron cargo del combate y fue una batalla ganada en Diagonal y Florida por doscientos

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