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Doctrina De Seguridad Nacional Hondureña


Enviado por   •  12 de Marzo de 2013  •  1.554 Palabras (7 Páginas)  •  1.011 Visitas

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Introducción

A continuación, presentaré un informe detallado acerca de La Doctrina de Seguridad Nacional que fue implementada en los años 1980 en nuestro país, origen, razones, causas y consecuencias de la misma. Regida durante el gobierno del presidente Roberto Suazo Córdova. El mayor defensor en Honduras de la doctrina de seguridad nacional, y poder tras el presidente, era el ultraconservador Gral. Gustavo Adolfo Álvarez Martínez. Su liderazgo como Comandante en Jefe de las fuerzas armadas hondureñas de abril de 1982 a marzo de 1984, en que fue desbancado por un golpe militar interno, inició un periodo de crueles violaciones de los derechos humanos, sin precedente en la historia del país.

Doctrina de la Seguridad Nacional

Origen y Desarrollo

No bien hubo terminado la segunda contienda mundial, en 1945, comenzó la llamada guerra fría entre las dos superpotencias: Estados Unidos como defensores del sistema democrático, Unión Soviética como impulsora del sistema comunista.

En el área del dólar y del canal de Panamá los efectos de la guerra fría fueron nocivos para el desarrollo social y la lucha contra la pobreza. Los Estados Unidos supeditaron las aspiraciones a favor de la democratización de la región, a sus intereses estratégicos. Armaron copiosamente a los ejércitos y en sus instalaciones de la Zona del Canal los adoctrinaron bajo inflexibles supuestos de un anticomunismo furioso. Exigir aumentos salariales, debatir sobre ideas socialistas, organizar sindicatos, criticar las empresas transnacionales, asistir a congresos de intelectuales y artistas, todo cabía dentro del cajón muy grande de las actividades subversivas.

El hombre fuerte de los norteamericanos en Centro América, en evidente contradicción con el sistema que se alegaba defender, era el dictador de Nicaragua, Anastasio Somoza Debayle, sucesor de su padre, el también dictador Anastasio Somoza García. Típicas operaciones de la guerra fría en la región fueron el derrocamiento de Jacobo Arbenz en 1954, y el violento desembarco de marines en República Dominicana en 1965.

En medio de estos hechos, el acontecimiento crucial que mantenía en un hilo, en el área, la confrontación entre las potencias era, desde 1959, el triunfo de la revolución cubana y la existencia, a las puertas de Miami, del régimen comunista de Fidel Castro, con fuerte apoyo de la URSS. Guatemala era el país más polarizado, entre gobiernos militares inclementes y focos guerrilleros en las montañas. Del Ejército de Panamá surgió un carismático líder, el General Omar Torrijos, cuyo propósito no era, dijo, entrar en la Historia, sino entrar en el Canal con la bandera de su país. Torrijos logró en las Naciones Unidas el apoyo de los Países No Alineados, encontró seguidores entre militares populistas centroamericanos y forzó al gobierno de los Estados Unidos a reconocer la soberanía panameña sobre el Canal, a partir del año 2000. Luego del terremoto de 1972, la golpeada población nicaragüense fue coincidiendo en que la causa de los males de la nación radicaba en la tiranía somocista.

En 1979, bajo el liderazgo del Frente Sandinista de Liberación Nacional, el pueblo de Nicaragua expulsó a Somoza. El triunfo sandinista hizo albergar prontas esperanzas de triunfo a la guerrilla salvadoreña del Frente Farabundo Martí. Carías, Lozano Díaz, Villeda Morales dictaron leyes anticomunistas. La existente libertad de prensa tenía la grave limitación de que no permitía la circulación o debate público de ideas "exóticas". No se permitía, asimismo, la existencia legal de partidos políticos de orientación marxista. Claramente se establecía que los sindicatos tenían que ser organizaciones a-políticas.

Pero a pesar de las limitaciones impuestas por las exigencias de la guerra fría, el movimiento popular hondureño de obreros, campesinos, maestros y universitarios logró abrirse espacios, sin entrar en choque con el sistema. Medidas desarrollistas y de contenido social, de Gálvez a Villeda y al populismo de los militares habían, a la vez, beneficiado a los sectores populares.

Honduras era el país menos desarrollado del istmo junto con Nicaragua, pero, con respecto a sus tres países vecinos, era con mucho el más democrático. Y eso le evitó la sangría de las confrontaciones revolucionarias que hubo alrededor de sus fronteras. El triunfo sandinista puso caliente la guerra fría en el istmo. Los comandantes revolucionarios se proclamaron marxistas aliados de Castro y del bloque soviético. Fue una provocación que les ganó el repudio de los Estados Unidos y contribuyó a aislarlos de los otros países centroamericanos. El Presidente Reagan les declaró la guerra, dispuesto a no permitir un cáncer comunista en su propio patio trasero. El territorio hondureño se convirtió en santuario de los contra revolucionarios que, financiados por EUA, llevaron la guerra contra los sandinistas.

En Comayagua, la base norteamericana de Palmerola fue centro de operaciones para apoyar el ataque de los rebeldes contra el gobierno de Nicaragua y para apoyar, desde la retaguardia, al gobierno de El Salvador contra las guerrillas revolucionarias. Fue preciso evitar cualquier movimiento

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