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EL PERU FRACTURADO


Enviado por   •  22 de Octubre de 2017  •  Ensayo  •  12.462 Palabras (50 Páginas)  •  372 Visitas

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EL PERU FRACTURADO: Formalidad, informalidad y economía delictiva Francisco Durand 3. Las tres economías Una breve acotación teórica para enmarcar el problema y entender mejor cómo junto a las viejas divisiones encontramos superpuestas a estas tres economías en un espectro con distintos niveles de legalidad. Hemos afirmado que no hay mercado sin Estado. Lo que queremos decir con esta tesis es que el mercado lo constituyen espacios donde ocurren transacciones de compra y venta que juntan la oferta y la demanda. Las transacciones no ocurren en el aire sino en un territorio determinado o en varios territorios si uno sale fuera del país, todos administrados por Estados. Ni siquiera los mercados de internet que operan en un espacio cibernético escapan a esta realidad. Sigue que ningún tipo de transacción puede dejar de ser registrada, vigilada, observada y, si es necesario, sancionada si es transgredida. Así está constituido el mundo moderno. Toda operación tiene que ser legal, y debe ocurrir un pago de impuestos dentro de ese territorio, y para ello se requiere tanto información como capacidad de seguimiento de las transacciones. Si escapa a esta normatividad, debe ser perseguida, al punto que constituya una excepción y tenga un peso menor en relación con el conjunto. Esa es la legalidad, tal es su vigencia, y esta condición, precisamente, ocurre en los países modernos desarrollados, porque predomina la formalidad, al punto que ha sido internalizada y se toma como normal y lógica. Allí, a pesar de sus problemas sociales, el pacto social en general se cumple por medio del pago de impuestos: los individuos cumplen a cambio de protección y condiciones de bienestar brindadas o generadas por el Estado. Un mercado fuerte, entonces, existe con un Estado fuerte institucionalmente. Sin embargo, estos presupuestos teóricos, que son propios de países desarrollados, de donde nace la teoría, ¿son aplicables a la realidad peruana? Ciertamente, sir- vieron de orientación a quienes propusieron cambios y creyeron en su optimismo ilusorio que eran repetibles, que solo estábamos “en vías de desarrollo”. Lo cierto es que existen en pequeñas parcelas, acosadas por las no formales, empleando a una mayoría de trabajadores y, por lo tanto, no marcan el conjunto. Es exactamente al revés de lo que ocurre en un país desarrollado, lo que indica que estamos frente a un neosubdesarrollo. Todo peruano nace sabiendo o intuyendo que en nuestro país el Estado no controla todas las transacciones, indicio de su debilidad y de que, por ende, existe un pacto social impracticable. Necesitamos entonces otra teoría para ese Perú, que no puede ser explicado siguiendo los modelos teóricos nacidos en los países desarrollados e importados acríticamente en el Tercer Mundo, para que pueda entenderse a sí mismo. En resumen, ¿cuáles son las características generales de estas tres economías según el espectro de legalidad que revelan la existencia de esa otra realidad?, ¿cómo, estando separadas, se relacionan las economías formales, las informales y las delictivas a través de vasos comunicantes? La primera es que se trata de un fenómeno nacional, indicio de la escala e importancia que han logrado: existen espacios de compra y venta de bienes y servicios en todo el territorio donde operan las tres economías. La economía informal como su mala hermana, la delictiva, no es un fenómeno exclusivamente limeño o urbano. Opera abierta en todas las ciudades y zonas del país. En algún momento, al mismo tiempo que se elaboró el mapa de calidad de vida arriba citado, en 1994, se realizó por primera vez un mapa de focalización tributaria a nivel distrito para la administración tributaria, la Sunat. El estudio, dirigido por el autor, y documentado sobre una base de datos de gran calidad, trataba de medir cuánto recaudaba cada distrito del país y distinguir cuáles eran más importantes y, por lo tanto, intentaba saber dónde la Sunat debería concentrar su acción de vigilancia, de fiscalización a evasores tributarios. Al observar el mapa, quedaba claro que existían agujeros negros en todo el territorio, es decir, decenas de distritos que no registraban ningún pago de impuesto ni ninguna empresa. Esos lugares, salvo las ciudades, realidad más compleja porque concentra mayores actividades informales y delictivas, eran prácticamente los mismos distritos de más baja calidad de vida. El hecho común es que simplemente para ellos el Estado era una entidad lejana, inexistente o ignorable. Allí no había tributación, no había mayormente transacciones registradas y no existían empresas grandes, medianas o pequeñas que tributaran al Estado. Su aislamiento y pobreza los tenía atrapados en lo que queda de la economía tradicional, pero sin los viejos patrones de dominación y explotación de antes que desaparecieron con las reformas del general Velasco. Ese tema, cabe advertir, no nos preocupa tanto, salvo si de lo que se trata es entender la pobreza extrema rural, que es un remanente colonial que ataca solo a una parte minoritaria de la población. Cuando a partir de los datos se hizo una verificación de campo en las ciudades, nuevo lugar de ubicación de la mayoría de los pobres, se pudo identificar otra anomalía en todo el país. Tributariamente hablando, existían mercados “liberados” donde se vendían productos informales e ilegales, mezclados con los de origen legal, lugares donde no entraba la Sunat, es decir, el Estado. A las miles de pequeñas y medianas empresas formales detectadas en la base de datos había entonces que sumarle muchas otras informales que no existen estadísticamente y cuya cuantificación es muy difícil. Este fenómeno ocurría por lo menos en toda ciudad medianamente importante del país, desde Puno y Juliaca hasta Piura y Tumbes. El estudio indicaba de modo aproximativo que existían lánguidas economías tradicionales desconectadas de la modernidad, muy aisladas, y también pujantes y crecientes economías informales y delictivas a nivel nacional. La segunda característica del otro Perú es que, contra lo que comúnmente se cree, todas tienen una estructura piramidal. Es así porque en su interior existen jerarquías, lo que permite hablar con propiedad de estructuras sociales paralelas, asunto antes ignorado o poco discutido por los analistas más serios. En el Perú de hoy los de arriba no son los de antes aunque entre ellos no se junten ni se mezclen. Tenemos otros patrones. Obviamente, la élite nacional contemporánea está comandada por ese pequeño grupo directivo y propietario que maneja las grandes transacciones desde el vértice, sea en la economía formal, la informal ola delictiva. Mientras unos lucran de ellas, otros trabajan en ellas. Por lo tanto, existe una cierta modernidad donde hay grandes empresarios, si se prefiere llamarlos así, que operan con gerentes, contadores, financistas, proveedores y distribuidores, para abastecer a los consumidores de todo nivel de ingreso, donde predominan demográficamente los pobres, aquellos ubicados en la base. Se trata de toda una “estructura” piramidal bien organizada y que opera de modo regular, que tiene su propia cotidianeidad. En tercer lugar, hay características particulares que diferencian a cada una de estas tres economías. Están separadas por tipo de legalidad, ubicándose en distintos puntos del espectro de respeto a la ley, pero tómese en cuenta que no están aisladas, ni son totalmente contrapuestas o complementarias entre sí. A pesar de que tienen su propia dinámica, y su orden interno, operan todas en un mismo mercado y en un mismo territorio; poseen vasos comunicantes, donde determinados agentes operan en más de una, pasan de una a otra, o aprovechan su existencia según les convenga a sus objetivos y estrategias de sobrevivencia. Los aportes de Matos Mar y De Soto Dos autores, un antropólogo social y un economista, han contribuido a esta discusión con algunas tesis audaces y de gran intuición, pero sin abarcar toda la complejidad de las nuevas estructuras. Sus limitaciones son entendibles debido al momento en que reflexionaban, pues en medio de la crisis era difícil prever la conformación de una economía delictiva, y también por compartir una visión optimista de la historia que los lleva a considerar posible la modernidad. Ambos publicaron libros que se escribieron a mediados de la década de 1980, en el preciso momento en que la búsqueda de la modernización no andaba bien y habíamos entrado, todavía sin saberlo, por un desvío. Los análisis de la informalidad realizadas por José Matos Mar desde una perspectiva antropológica progresista -la migración andina y la atención estatal a sus demandas- y los de Hernando de Soto desde una perspectiva económica neo conservadora -el empresariado urbano informal y la necesidad de fortalecer el mercado- tenían en común notar ciertas anomalías y mantener una esperanza de “integración” y “formalización” centrada en los pobres. Esa esperanza no se ha concretado y las anomalías han crecido. Lo importante de ambos autores es su audaz acercamiento a la nueva realidad. Sus aportes, en particular sus conceptos de desborde popular y sector informal, nos brindan una base de partida para seguir avanzando en una interpretación que goza de la ventaja de reflexionar algunas décadas después y dar un paso más para hablar de desorden popular y sector delictivo. En su libro El desborde popular y crisis del Estado, Matos Mar revela anomalías de la modernidad peruana al observar el desordenado ya veces violento crecimiento urbano de los conos de Lima. Este proceso inesperado fue fruto de la migración del campo a la ciudad, de las ciudades menores a las intermedias y, por supuesto, a la capital; también de la explosión demográfica que resultó de la extensión de los programas de salud al campo y para los pobres urbanos. Este proceso puede observarse en una serie de mapas publicados por Matos Mar, donde, al momento de escribirse el libro, en 1981, Y luego, en 2001, cuando se reedita, Lima estaba siendo rodeada por barriadas -luego llamadas pueblos jóvenes y, más adelante, asentamientos humanos- que funcionaban con economías mayormente informales e ilegales.

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