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ENSAYO FINAL TEORIA DE LA RESTAURACIÓN


Enviado por   •  15 de Agosto de 2016  •  Tarea  •  2.377 Palabras (10 Páginas)  •  444 Visitas

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Ensayo Final Teoría de la Restauración

Una búsqueda de motivos: La Exhacienda de Guadalupe

Arq. Mireya Gómez Casanova. MAIRSM- UMSNH         nov. 2015


ENSAYO FINAL TEORIA DE LA RESTAURACIÓN                                     

Una Búsqueda de Motivos: La Exhacienda de Guadalupe.

El sentido de pertenencia y de memoria colectiva respecto a una construcción del pasado le dará a ésta las posibilidades de supervivencia más allá de los esfuerzos de instituciones y restauradores expertos. Dependerá en gran medida de sus nuevos usos y los procedimientos de revaloración social que se den a través de la participación de todos los actores.

La Exhacienda de Guadalupe se desempolva del olvido y empieza a dar señales de una vida tal vez sólo dormida por tanto tiempo, pero activa en la pequeña comunidad que la rodea y de la cual se desprenden leyendas y referencias locales. Sus posibilidades y expectativas de uso despiertan intereses e incertidumbres en donde se debate no sólo un destino utilitario sino una nueva significación.

La construcción de la Hacienda data de finales del siglo XVIII y se encuentra ubicada al poniente del municipio de Tarímbaro, pequeña población conocida por su producción de pulque y sus toritos de petate, muy cercana a la ciudad de Morelia en Michoacán.

La localidad de la Exhacienda de Guadalupe, es la comunidad que se desarrolló alrededor de la misma y cuenta aproximadamente con cerca de 1150 habitantes en la actualidad y es considerada de  bajo nivel  socioeconómico.[1]

La Hacienda de Guadalupe perteneció, entre otros, al español-vasco Isidro de Huarte y Arivillaga,  emigrado a la Nueva España quien en busca de fortuna  se dedicó a la producción de algodón, azúcar y ganado, llegando a ser un notable hacendado y empresario colonial con gran influencia sociopolítica, se le nombra ahora sólo como Isidro Huarte, también incursionó en la arquitectura y así lo muestra su propia casa en Morelia, ahora Museo Regional Michoacano[2], y su participación (1785) en la obra del emblemático acueducto de la ciudad.  Llegaron a pertenecerle también la hacienda de Apeo (Maravatio), la hacienda de San Nicolás

[pic 2]Ilustración 1: Fotografía de Mireya Gómez Casanova (MGC), (2015)

Jongo (Urecho), hacienda de Urundaneo (Chucándiro), de Zindurio (Valladolid) y varios ranchos también en la región.[3]

Sus relaciones políticas, eclesiásticas y familiares  beneficiaron sus negocios que lo llevaron a extender sus dominios comerciales considerablemente.  De prolífica descendencia siempre colocó a sus hijos en puestos clave para el desarrollo de su fortuna, como a su hija Ana María Huarte quien desposará a Agustín de Iturbide.

La ahora exHacienda de Guadalupe refleja el auge económico que esta familia en particular alcanzó en su tiempo, refleja además en lo general, la estructura socioeconómica de la época, el valor de la hacienda como unidad productiva y estructural de un territorio.

Las haciendas, en su sentido económico, nacen para abastecer la demanda de productos agropecuarios del entorno urbano y minero y que los pueblos de indios no podían ya cubrir.[4], fueron “propiedades rústicas que cumplían con un conjunto específico de actividades económicas: agrícolas, pecuarias, extractivas, manufactureras, que contenía una serie de instalaciones y edificios  permanentes, que tenía una administración y un sistema contable relativamente complejo y mostraba un cierto grado de autonomía jurisdiccional de facto respecto del poder público y se fundaba en el peonaje por deudas.”[5] 

La Hacienda en la Nueva España tuvo una enorme importancia no sólo desde el punto de vista económico y productivo sino también como instrumento en la conformación del territorio, su ocupación, apropiación  y transformación, ha sido objeto de estudios locales interesantes en este sentido (López, Carmen[6]).

Visto así, se puede decir entonces que el casco de la exhacienda de Guadalupe del siglo XVIII, es un monumento y no sólo legalmente por su temporalidad sino desde una definición de Carlos Chanfón  como “aquello que puede representar valor para el conocimiento de la cultura del pasado histórico”[7]

Pero aún los monumentos quedan expuestos al destructivo paso del tiempo, a un desgaste material  pero también a un desgaste de la memoria, al olvido, a la obsolescencia de sus funciones originales.

Por el momento, no nos detendremos en sus características económicas o sociales  ni siquiera espaciales o formales sino en su condición contemporánea como patrimonio cultural edificado en vías de restauración y en su búsqueda por una renovada utilidad.

Recientemente se dio una iniciativa de rehabilitación y reutilización del casco de la exhacienda, que por los años y el abandono presentaba diversos deterioros, partes sin cubiertas, humedades  e incluso muros semidestruidos.

Es así como desde 2013 se iniciaron los trabajos supervisados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y apoyados económicamente por una combinación de inversión de los tres órdenes de gobierno a través de sus dependencias del sector turístico y el Ayuntamiento de Tarímbaro.

Los procedimientos, se puede decir con la escasa información que se pudo obtener, responden a criterios contemporáneos de restauración, se aplica un método científico, se diferencia lo nuevo de lo antiguo lo que nos recuerda los preceptos de Camilo Boito aún vigentes, se procura en la medida de lo posible preservar los elementos originales, también se están utilizando materiales como baba de nopal, cal viva y tierra blanca, este aspecto permite entrever una visión aunque actual un tanto romántica, casi ruskiniana pero justificable por la intención de lograr compatibilidad con el sistema constructivo original.

Ilustración 2: Fotografía MGC, (2015)                        Ilustración 3: Fotografía MGC, (2015)[pic 3][pic 4]

Recuperar una obra del pasado siempre es bueno para la historia de un territorio pero surgen las preguntas sobre su refuncionalidad, como bien menciona Roberto Fernández en sus Notas  para una Introducción a la Teoría y Práctica Restauradora[8], la sobrevida sin función es problemática pero también es un problema asignar una función que no destruya la sustancia básica del monumento.

¿Serán compatibles los usos tanto como los materiales? ¿Serán aceptados en la comunidad? ¿La obra llevara acaso un beneficio social profundo en estas comunidades tan necesitadas en muchos sentidos? ¿Renacerá con su rehabilitación la visión aristocrática que, de hecho, le dio origen?  La reflexión que se presenta es la que García Canclini acertadamente dice “el problema más desafiante es ahora el de los usos sociales del patrimonio.” [9]

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