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La economía de un país es un factor importante en el desarrollo del mismo, ya que, si se logra tenerla controlada, se pueden impulsar sectores como la industria, la educación, y cada vez lograr una situación más estable. La situación política y económica de nuestro país después de la Guerra de Independencia se encontraba vacilante, lo que afectó a varios sectores del país e hizo que España viera una oportunidad para reconquistar México.

El período de la vida de México puede calificarse como catastrófico ya que “en ningún otro fue tan elevado el número de levantamientos militares de carácter interno y de intervenciones extranjeras. Durante medio siglo el país vivió, sin reposo, bajo la presión de las conmociones producto de su accidentada vida política” (1971, p. 112). Esta misma inestabilidad fue el factor determinante para que las finanzas públicas registraran siempre un déficit, ya que la mayor parte de los recursos se dedicaban al mantenimiento del numeroso ejército necesario para contrarrestar los continuos levantamientos y conflictos externos.

Debido a la situación política y económica de México en 1829, las oficinas del gabinete español catalogaron la situación del país como “caótica y favorable a su reincorporación a la metrópoli europea” (Muñoz, 1983, p. 91) y afirmaban que México “no podía soportar ya la anarquía producida por el régimen republicano” (Jiménez, 1969, p. 423). Junto con esto, las exportaciones de metales preciosos entre 1825 y 1828 llegó a tener un valor de $25’373,714 pesos, principalmente en plata y, en menor medida, oro, plomo, cobre, carbón, estaño y latón (1971, p. 120). Pero las ganancias obtenidas con estas exportaciones ya no iban a la Corona, como sucedía durante el virreinato, sino que el comercio se efectuó con otros países europeos, entre los cuales destacaban Inglaterra, Francia, Alemania, Bélgica e Italia (p. 124). Fernando VII, viendo la oportunidad de recuperar México y las ganancias obtenidas con el comercio de los metales preciosos del país, “decidió… enviar una vanguardia que diera los primeros pasos para la reconquista” (p. 91).

El brigadier Isidro Barradas llegó a La Habana en 1829, presentando las reales órdenes para que le preparara un cuerpo de ejército con el cual desembarcará en algún punto de la costa mexicana. “En la Habana se formó el cuerpo expedicionario, débil en tres o cuatro mil hombres, que al mando del brigadier Isidro Barradas tomó tierra, el 28 de julio de 1829, en el punto llamado Cabo Rojo [Veracruz]” (Fuentes, 1982, p. 64).

Al entrar a México, Barradas fue vencido por “la desilusión de no encontrar a los mexicanos ansiosos de volver al orden español, como se le había informado” (Zoraida et al, 1976, p. 7). Además, los españoles no esperaban encontrar a un ejército bien preparado y listo para luchar, pero no sabían que la mayor parte de los recursos se

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