Ecuador
Enviado por carlossfpat • 10 de Octubre de 2012 • Informe • 542 Palabras (3 Páginas) • 426 Visitas
Fechas de gloriosos y alentadores recuerdos señalan en estos días a la pública recordación las efemérides patrias. Una de ellas es la batalla de Tarqui, cuya memoria es casi imperceptible entre las actuales generaciones, como lo es, en términos generales, la mayoría de los hechos históricos. Nuestra historia por más mísera; nuestras costumbres, por sencillas que parezcan, nuestras son: las conocemos en conciencia, las amamos con ardor pasional, y sólo nosotros podremos transfundir a la narración, a la escena, al ritmo de la palabra el alma nacional que se resiste a morir, que palpita en las ruinas, que surge de los libros viejos para conservar no interrumpida la tradición y con ella el espíritu de la nacionalidad y el patriotismo.
Una de esas nobles tradiciones es la recordación de la gesta de febrero de 1829 a manos del valeroso Mariscal de Ayacucho en las planicies de Tarqui. De allí se deriva el homenaje que hacen las nuevas generaciones de jóvenes estudiantes a la Patria a través del saludo y honra a la Bandera nacional, con el objeto de incentivar el amor por lo nuestro, por cultivar el patriotismo, porque este no se improvisa: arranca de la tierra, se confunde con el culto a los antepasados y con las piedras de los monumentos olvidados.
Cambio fatal
No se ama lo que no se conoce, no llega al alma lo que no pasó por el tamiz de los sentidos. Si ignoramos nuestros símbolos patrios, si rehusamos por su intermedio a penetrarnos del aliento, del calor del suelo natal, ¿cómo podremos identificarnos con nuestra heredad que es el conocimiento directo y reflexivo y el sentimiento y el alma de nuestra tierra?
Por desgracia, autoridades educativas irreflexivas, carentes de percepción y amor por lo nacional decidieron suspender del pensum de estudios la materia de cívica considerándola una "materia social que debía ser optativa para los maestros..." ¡Absurdo! Por ello cualquier fecha histórica es trasladada sin criterio ni razón a otro día con tal de satisfacer absurdas pretensiones sociales o económicas porque no hay respeto para la memoria colectiva de la Patria. De allí se deriva la desdicha de que no cuidamos el calendario de los hechos en los que somos testigos y muchas veces actores. El desdén, el poquísimo aprecio que nos merecen las cosas de la Patria determinan esa indolencia, que se traduce en el desconocimiento de la historia y en el olvido, a veces definitivo, en que se resuman sucesos y hombres.
Por lo tanto, si nos referimos a la Bandera, esta es el símbolo visual más rápido y certero, más sensible y emocionante, es una insignia viva de la nacionalidad, que con sus cálidos colores pasa derecho de los ojos del alma, que con sus pliegues ondeantes parece el corazón mismo de la Patria que palpita a nuestra vista.
Ocho fases pueden distinguirse, en la historia de la bandera ecuatoriana:
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