Educacion Griega
Enviado por adrianabago • 20 de Mayo de 2012 • 4.636 Palabras (19 Páginas) • 833 Visitas
LA EDUCACIÓN DEL CIUDADANO GRIEGO
7. LA “POLIS” O CIUDAD-ESTADO
Hemos visto cómo, incluso en el mismo mundo homérico, la creciente potencia de los nobles limitó progresivamente el poder monárquico. El hecho histórico es que, si bien en forma diversa para cada lugar, muy pronto el gobierno de la multitud de pequeños estados griegos acabó por quedar en manos de magistraturas colegiadas, formadas exclusivamente por los aristócratas. En ciertos casos la dignidad real sobrevivió si bien reducida a un puro nombre o transformada y sometida a la autoridad aristocrática. En Atenas, uno de los arcontes, cuyas funciones eran más religiosas que políticas, se denominaba “arconte rey” (también en la Roma republicana sobrevive un resto de la institución monárquica en un cargo religioso, el “rex sacrificulus”). En Esparta, donde el poder político está sólidamente depositado en manos de la magistratura de los éforos, hay dos reyes con funciones de comandantes militares, aunque en realidad están sometidos estrechamente a los éforos incluso durante las campañas bélicas. Pero en general la evolución de las polis griegas no se detiene en la fase del predominio aristocrático, y continúa evolucionando, si bien a fuerza de complicadas convulsiones (de las que a menudo se aprovechan ciertos individuos para arrogarse un poder excesivo: los tiranos), hacia formas de organización democrática del estado.
No es fácil explicar por qué esta evolución se cumplió por primera vez en Grecia y no en otro lugar (por ejemplo, en Fenicia). Se sabe que en su determinación participó prominentemente una clase plutocrática constituida merced al tráfico marítimo y para la cual la forma preponderante de riqueza consistía en bienes muebles (naves, mercaderías, esclavos) y no agrarios como sucedía con la aristocracia tradicional.
Acaso la misma configuración geográfica de Grecia haya favorecido el enriquecimiento de los más emprendedores con el comercio marítimo, para dedicarse al cual no era necesario en un principio disponer de grandes naves capaces de enfrentarse al mar abierto, como sucedió con los fenicios. Naturalmente, nada impedía a los aristócratas más progresistas ejercer el comercio, con lo que no sólo hubieran participado en nuevas formas de riqueza sino también en una nueva mentalidad. La clase plutocrática, independientemente del origen de cada individuo, comprobó en varias ocasiones la utilidad de apoyarse en las clases más modestas para combatir el monopolio político de la nobleza agraria tradicional; resultado de ello fue que poco a poco se reconocieron derechos políticos a todos los ciudadanos libres, sin distinción de origen o riqueza.
Sin embargo, es necesario limitar e integrar con precisión este esquema; por sí solo nos daría una visión deformada de la realidad de las polis griegas, incluso las más democráticas. Ante todo, hay que tener presentes los puntos que siguen:
1) El proceso de democratización de las instituciones políticas, precisamente por el hecho de que suele presentarse acompañado por una gran prosperidad económica basada en el comercio, coincide también con la afluencia hacia las polis más importantes de mercaderes y artesanos extranjeros que difícilmente obtienen plenos derechos de ciudadanía (en Atenas se denominaban metecos), pero sobre todo de una gran cantidad de esclavos. Bien presto los ciudadanos libres quedan reducidos a una minoría, con frecuencia una reducida minoría. Por consiguiente ellos mismos constituían una especie de aristocracia con respecto al conjunto de la población urbana.
2) La ciudad–estado griega no es solamente una entidad política como los estados modernos, sino también una realidad religiosa. No hay ciudad que no se gloríe de un fundador mítico de origen divino o semidivino y que no esté bajo la protección de una divinidad particular. En un principio, las leyes mismas se consideran como de inspiración divina, y sólo muy lentamente se llega a reconocer en ellas un puro producto humano. La polis no renegó jamás de este carácter ético religioso, antes bien, en el curso del proceso a que se ha hecho mención, lo modificó, es decir, llegó a concebir la justicia divina en forma más adecuada a las nuevas exigencias.
3) No es exacto que el único factor propicio a la afirmación de los ideales democráticos haya sido el económico ligado a la expansión comercial. En la población rural, que siguió siendo en casi todos los casos la clase productiva más importante de la economía griega (es decir, más importante que los artesanos, e incluso que los comerciantes y marineros), la clase de los pequeños propietarios y arrendatarios se oponía a los abusos de la aristocracia terrateniente. Según parece, Hesíodo, como veremos en la siguiente sección, debía su alto concepto de justicia a la desarrollada civilización de las colonias del Asia Menor, pero no hay duda de que al trazar, en Los trabajos y los días, su ideal de vida justa, pacífica y laboriosa se dirigía a la humilde población rural de la Beocia. Y en efecto, en ciertos casos vemos que la aportación de las clases rústicas a la formación de la nueva democracia no es en modo alguno insignificante.
4) El “individualismo”, que con tanta frecuencia se considera característica griega, y que tanto parece convenir a una civilización de tipo comercial y marinero, no corresponde absolutamente en Grecia a lo que hoy entendemos con ése término. Hoy día el ciudadano particular no sólo desarrolla una actividad económica por lo común autónoma con respecto al Estado, sino que para él la religión, el recreo (cinematógrafo, teatro, etc.), los deportes, son cuestiones privadas, por lo menos en el sentido de que tienen poco que ver con el Estado. En Grecia, por el contrario, todo estaba estrechamente enlazado con la vida de la polis: la religión era cuestión de Estado; los espectáculos teatrales y deportivos eran organizados por el Estado; los sitios de reunión eran a menudo gimnasios (para adultos) públicos.; la vida familiar gozaba de poca consideración en cuanto forma de enriquecimiento de la existencia, de modo que tampoco en este aspecto se sentía atraído el ciudadano griego hacia el cultivo de una forma de existencia “privada”.
A la luz de estas aclaraciones, dejará de maravillarnos un hecho que es quizás el más importante y característico en el desarrollo de la cultura griega: es decir, que ésta procede más bien por integraciones sucesivas que por cambios bruscos de dirección, y sobre todo que en su forma más madura y ligada a la afirmación de la democracia no repudia absolutamente la ética aristocrática (que hemos considerado en Homero) sino que la hace en gran parte suya, si bien enriqueciéndola y elaborándola en formas más complejas.
8. HESÍODO Y PÍNDARO
Uno
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